17 de diciembre de 2008

Tragaperras

Interpretación algo libre del ejercicio fotográfico "Máquina tragaperras".

"Premio". Diciembre 2008

15 de diciembre de 2008

Electromeccanica

Me suelo encontrar con aparatos donde el 95% de las funciones quedan ocultas dentro de un circuito integrado, siendo imposible adivinar qué hace cada componente sin recurrir a un catálogo. Muy diferentes son los dispositivos electromecánicos, grandes, desmontables, fáciles de interpretar y basados en principios de la física básica: Ampère, Faraday, Gauss, Maxwell, Ohm y compañía. Un destornillador y la luz del invierno permiten fotografiar todos los detalles y reconocer todo el proceso, comprobando con el dedo cómo engranan las partes móviles.

2 contadores trifásicos recogidos de una acera, muy probablemente procedentes de un taller: la combinación de un contador convencional más uno de potencia reactiva nos dice que buena parte de la electricidad la consumían motores.

Contador Landis & Gyr de potencia activa

Contador Siemens de potencia reactiva

El primero, del fabricante suizo Landis & Gyr, chapa pintada de clásico Feldgrau, tiene los componentes por triplicado, uno por fase. Terminamos así con tres discos coaxiales.

Landis & Gyr, al desnudo

Uno de los tres dispositivos de medida, montados en chapa gris


Los tres discos giratorios

El contador reactivo, montado en un chasis de fundición y cubierto por una carcasa de baquelita, coloca dos dispositivos de medida compartiendo disco, por lo que sólo tiene dos:

Interior del contador Siemens

El mecanismo por el que un contador mide el consumo de energía es muy simple: la corriente eléctrica, al pasar por las barras de cobre, produce una corriente parásita en un bobinado parecido al de un transformador, que es lo que hace mover el disco.

Las barras de cobre, preparadas para aguantar fuertes corrientes.

Bucle por el que circula una de las fases de la corriente principal

El eje de los discos, montado para minimizar la fricción, engrana con el bloque de cilindros que contienen los números.


Montaje del eje de giro.

Tornillo helicoidal + rueda giratoria: los números corren

De la pieza más importante, el sello de plomo para evitar tentaciones de hacer correr el tiempo hacia atrás, no queda ninguna imagen...

13 de diciembre de 2008

La buena acción del mes

Tiene sus defectos, pero todavía no he encontrado una alternativa mejor. Apoyémosla:

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11 de diciembre de 2008

Del Boixar a Fredes

Seguimos recorriendo la Tinença de Benifassà. Esta vez combinamos un sendero de pequeño recorrido, el PR 75.12, con un tramo del GR 7, que según parece viene del Peloponeso y no termina hasta llegar a Tarifa. Una excursión agradable donde predomina el pinar, mezclado con boj (lo que significa Boixar) y acebo.

El camino de ida es más largo, presenta más desnivel y está muy mal señalizado, tanto que los despistes se suceden con frecuencia, de tal modo que los 17 km previstos se van enredando hasta convertirse en casi 23, y no olvidemos lo pronto que se pone el sol... Por fortuna, el GR 7 está magníficamente marcado y su recorrido es mucho más directo y llano, muy apropiado para cuando se tiene algo de prisa para llegar a casa antes de que los lobos salgan a recorrer las tinieblas.

Datos medidos con el GPS:
  • Distancia recorrida: 22.7 km
  • Tiempo en movimiento: 5h 29'
  • Tiempo parados: 1h 39'
La traza que hemos marcado en el mapa deja ver demasiados titubeos y vueltas atrás por el bosque. De no ser por el GPS, habríamos tenido que volver sobre nuestros pasos.

De los múltiples despistes, el peor por lo intrincado fue esa línea doble que aparece en la zona superior del mapa. Haz click para ampliar

Por último, el perfil:
Poco desnivel, una vez superada la cuesta inicial.

10 de diciembre de 2008

De Fredes al pantano de Ulldecona por el Portell de l'Infern

Está visto que Levante está repleto de lugares infernales. Esta vez nos plantamos en la Tinença de Benifassá, una comarca agreste y a la vez parque natural en pleno Maestrazgo.

La ruta de hoy parte de Fredes, baja hasta el pantano de Ulldecona cruzando una bellísima cresta de acantilados calcáreos (el Portell de l'Infern nada menos), desde la que se divisa el mar, y vuelve de forma suave por la garganta del Salt hasta tener que recuperar todo lo bajado antes en muy poca distancia. La ida y la vuelta siguen dos senderos de pequeño recorrido, PR 75.1 y PR 75.2. Aunque van necesitando un buen repaso, la senda es clara y no es fácil perderse; en todo caso, los de Pateos 1000 tienen un bonito track para cargar en el GPS y no arriesgarse lo más mínimo.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 16,1 km
  • Tiempo en movimiento: 4h 13'
  • Tiempo parados: 2h 22'
Una ruta casi circular, combinando dos senderos de categoría PR.

Por último, el perfil de la ruta, en el que es evidente la dureza de los dos kilómetros finales. Recordemos además que en Diciembre el sol se pone demasiado pronto...

Unos 700 metros de desnivel acumulado no están nada mal.

18 de noviembre de 2008

Ilustrando una canción de Adriana Calcanhotto

Cantada (Depois de ter você)

Depois de ter você
Pra quê querer saber
Que horas são?
Se é noite ou faz calor
Se estamos no verão
Se o sol virá ou não
Ou pra que é que serve uma canção
Como essa?

Depois de ter você
Poetas para quê?
Os deuses, as dúvidas?
Pra quê amendoeiras pelas ruas?
Para que servem as ruas
Depois de ter você?

Letra y música, en la web de la artista.

Finalmente, mi ilustración (malditos sean los de Blogger por no dejar poner las fotos más grandes; pulsa en ella para ampliarla algo):

La Vereda, Guadalajara. Octubre de 2008.

15 de noviembre de 2008

Alberto García-Alix. De donde no se vuelve.

Museo Reina Sofía. Del 5 de noviembre de 2008 al 16 de febrero de 2009.
Web de la exposición.


Alberto García-Alix es considerado por la prensa española como poco menos que el fotógrafo oficial de la movida madrileña; y cuando la prensa de este país te encasilla, que el Señor se apiade de tu alma: has sido condenado al infierno del lugar común. Cuando necesitan ilustrar un artículo sobre marginación opiácea, meter el topicazo de "superviviente de la movida", la posibilidad de que recurran a una imagen de este fotógrafo es demasiado alta.

Ésta es la primera vez que he aparecido por una exposición de García-Alix, bien contaminado por el tópico que acabo de referir. He descubierto a un fotógrafo con talento, que habría brillado igualmente en cualquier otra época. Era parte del ambiente que captaba, que compartía con los sujetos de sus imágenes.

La exposición, una retrospectiva con gran número de obras, contiene fotografías tomadas a partir del año 1978. Siempre en blanco en negro, algunas reproducidas en gran formato; aunque contiene variedad de temas, a mí las que me han fascinado son los retratos. En la superficie, una estética rocker/punk hoy en día totalmente pasada de moda (y con unas connotaciones que no hacen ninguna gracia, a pesar de los intentos patéticos de resucitar la pesadilla) que García-Alix logra penetrar, descubriendo tristeza y a veces ternura tras máscaras de dureza y marginación, los rostros al principio casi infantiles que chocan con los atuendos y muecas inverosímiles de tipo malo. Personajes que quedan totalmente desnudos ante la cámara, y ante los ojos del espectador.
Si tuviera que elegir uno, me quedaría con el "Retrato de Teresa", una composición muy original en el que aparece únicamente la mitad de la cara de la chica, muy seria, casi triste, siendo el resto de la foto un fondo poco iluminado de papel pintado cayéndose en pedazos.
Una pena que el Google no haya sido capaz de encontrármelo.

También son buenos sus muchos autorretratos, espaciados a lo largo de 30 años; las imágenes clásicas de brazos y jeringuillas, y los homenajes a los amigos caídos. Y mucho más, hay material como para dedicar un par dos horas a contemplarlo. Lo importante es recordar que el tópico de la marginación ochentera es sólo un decorado: vayan a verla, porque hay mucho más.

Alberto García-Alix. El dolor de Elena Mar, 1992

Cuando nadie recuerde cómo fueron los ochenta, cuando nadie sepa qué significan la cucharilla doblada y el papel de aluminio, quedarán los rostros de desafío, los cuerpos que reflejan sufrimiento y los ojos de las víctimas. De las misiones que se le atribuyen al arte, probablemente la más importante.

13 de octubre de 2008

Práctica de fotografía: Peluquería de barrio

Recurrí a la del señor Ramón, ya que periódicamente salgo de ahí bien pelado, y repeinado cual pequeño ruiseñor. Siempre me hace lo mismo, menos mal que mi casa está a un paso.

La expresión "peluquería de barrio" la describe perfectamente: contrachapado, escai, formica, cromos religiosos (y del Real Madrid) en las paredes, frascos de lociones desaparecidas hace décadas del mercado... todo lo contrario de esos templos con sillones cromados y veinte metros cuadrados de espejos que se ven por el centro de la ciudad, o de las franquicias de plástico, neones violetas y enormes fotos filogays.

Dados los condicionamientos de espacio (local diminuto), iluminación (más bien poca) y del público presente (prohibido mostrar caras), opté por el cobarde género del bodegón, desde el punto de vista del paciente: 

El bolsillo del barbero, con su tijera y su peine: probablemente lo que más tiempo miramos durante la operación.

Escalera de navajas

Bodegón en rojo y cromo.

11 de octubre de 2008

Vamos a celebrarlo con una canción

Ahora que parece que el mundo se hunde, vamos a poner algo bueno:

"Atlantic City", una de mis canciones favoritas de Bruce Springsteen. 
Del disco 'Nebraska', 1982.

Por supuesto, hay un bonito vídeo en YouTube.


Well, they blew up the chicken man in philly last night
Now, they blew up his house, too
Down on the boardwalk theyre gettin ready for a fight
Gonna see what them racket boys can do

Now, theres trouble bustin in from outta state
And the d.a. cant get no relief
Gonna be a rumble out on the promenade
And the gamblin commissions hangin on by the skin of his teeth

Well now, everything dies, baby, thats a fact
But maybe everything that dies someday comes back
Put your makeup on, fix your hair up pretty
And meet me tonight in atlantic city

Well, I got a job and tried to put my money away
But I got debts that no honest man can pay
So I drew what I had from the central trust
And I bought us two tickets on that coast city bus

Now, baby, everything dies, honey, thats a fact...

Now our luck may have died and our love may be cold
But with you forever Ill stay
Were goin out where the sands turnin to gold
Put on your stockins baby, `cause the nights getting cold
And maybe everything dies, baby, thats a fact
But maybe everything that dies someday comes back

Now, I been lookin for a job, but its hard to find
Down here its just winners and losers and dont
Get caught on the wrong side of that line
Well, Im tired of comin out on the losin end
So, honey, last night I met this guy and Im gonna
Do a little favor for him

Well, I guess everything dies, baby, thats a fact...

Y, como dice el blog de Foreign Policy:
Today's Agenda

Drink heavily.

5 de octubre de 2008

A La Peñota desde el puerto de Guadarrama

Una excursión ideal para aprovechar un día claro de principios de otoño, en buena compañía. Sería la prolongación de esta hacia el norte, siguiendo el sendero de gran recorrido GR-10 hasta la primera montaña merecedora de ese nombre, La Peñota.


La ruta, de ida y vuelta por el mismo camino

Datos medidos con el GPS:
Distancia recorrida: 13,4 km
Tiempo en movimiento: 4h 6'
Tiempo parados: 2h 40'

No se trata de una ruta complicada, aunque una forma física mediana hará más agradable el recorrido. Recomiendo un poco de atención en el ataque final a la Peñota, por riscos de granito tan típicos del Guadarrama: la senda está marcada con muy buen criterio, por lo que vale la pena buscar siempre el siguiente hito. O enriscarse y salir del lío usando pies, manos y dientes.

Perfil, simétrico, de la ruta. Unos 500 m de desnivel.

21 de septiembre de 2008

La higuera: una metáfora de la posguerra

Siguiendo el buen consejo de una lectora del sitio web predecesor de este blog, pasé por la librería y adquirí el siguiente libro:

Ramiro Pinilla: La higuera 

Tusquets, Barcelona, 2006. 263 páginas.

Es inevitable que esta novela me haga referir la trilogía Verdes valles, colinas rojas, anterior, obra maestra de Ramiro Pinilla. No sólo porque ésta sea imposible de olvidar, sino porque La higuera encajaría bien como un capítulo dentro del tercer tomo, Las cenizas del hierro: los hechos narrados suceden en el mismo Getxo, y volvemos a encontrarnos alguno de los personajes secundarios de la trilogía: el traidor Benito Muro, el cura carlista don Eulogio del Pesebre, la ilustre familia de los Ermo de la Venta, la maestra... También facilitaría el engarce la estructura narrativa, en la que cada capítulo es narrado por personaje diferente: la maestra, encargada del prólogo y del epílogo, y el verdadero protagonista: Rogelio Cerón. Aunque se puede leer, y entender a la perfección, como una novela independiente del complejo mundo construido a lo largo de la trilogía, se disfruta mucho más si ya se conoce el pasado del pueblo y de los personajes.

Rogelio, apodado "Chumbo" o "Txominbedarra", natural de Valladolid, falangista de primera hora, llega a Getxo con la retaguardia de las tropas franquistas. Forma parte de una cuadrilla de asesinos encargada de matar republicanos, o sospechosos de serlo, en una vuelta de tuerca más a las sacas diarias de las cárceles. Una actividad por lo demás muy apreciada por los poderosos de siempre, que acaban de recuperar lo suyo y quieren erradicar ciertos sueños para siempre.

Rogelio responde al arquetipo de joven falangista que tras unos años de desenfreno asesino haciendo el trabajo sucio entre cantos y consignas, está destinado a envejecer como estómago agradecido, bajo funcionario del régimen, estanquero o taxista, acordándose de la "revolución pendiente" a partir de la tercera copa de sol y sombra.
Pero algo se tuerce, algo que aunque la novela desvela pronto, no voy a contar aquí, y Rogelio termina convertido en un ermitaño muy peculiar, a cuya chabola peregrinan todas las viejas de la comarca y que tiene una extraña obsesión con la higuera que da título a la obra.

Ante el abismo. Ávila, agosto de 2008.

La higuera, historia trágica, de crímenes y de expiación, refleja el infierno de represión y posguerra que tuvo que aguantar este pobre país, y lo hace de forma magistral, algo que no extrañará a quienes conozcan Verdes valles, colinas rojas, pero que merece la pena recalcar, pues un tema tantas veces tratado (no siempre con acierto) en nuestro cine y en nuestra literatura puede despertar cierta prevención ante el potencial lector. Ramiro Pinilla parte de un argumento aparentemente absurdo, se apoya en un lenguaje elegante pero sencillo y dominando los tiempos de la narración construye una inquietante metáfora de la historia reciente de España. Una metáfora cuya interpretación no me atrevo a plantear de forma tajante (la prudencia del torpe), pero que para mí viene a ser la vitalidad del pueblo, capaz de renacer tras catástrofes cada vez más destructivas y crueles. Otra lectura, que no contradice la anterior: para la reconciliación, además de mucho tiempo, es necesario el conocimiento de los hechos.

Tras esta incursión en solemnidades peligrosas, no quiero terminar sin señalar que "La higuera" no es una novela dura y triste, sino todo lo contrario: como buena historia absurda, es divertida, hay chascos para todos y personajes capaces de cantar las verdades ante cualquiera, como Cipriana, la mujer del traidor hecho alcalde, que no olvida sus orígenes en el barrio de los pescadores y llama las cosas por su nombre -los que matan, se llaman asesinos-. Tiene mucho mérito lo que consigue Ramiro Pinilla, escribir una novela agradable de leer, pero llena de significado.

14 de septiembre de 2008

Los hombres de madera y los hombres de hierro

Probablemente la novela que más tiempo me ocupó leer durante el año pasado, y que más placer me produjo, fue la trilogía de Ramiro Pinilla. Reproduzco aquí la reseña que apareció en mi sitio estático el 20/8/2007...


Ramiro Pinilla: Verdes valles, colinas rojas.

De cómo en Vizcaya surgió el hierro, enloqueció a algunos hombres y transformó a todos, a pesar de las antiguas tradiciones. Contado en forma de monumental novela.









Vol 1: La tierra convulsa

Tusquets, Barcelona, 2006. 744 páginas. 4ª edición, la primera fue en 2004.

Vol 2: Los cuerpos desnudos

Tusquets, Barcelona, 2005. 782 páginas.

Vol 3: Las cenizas del hierro
Tusquets, Barcelona, 2006. 646 páginas. 2 ª edición, la primera fue en 2005

La lectura de "Verdes valles, colinas rojas" es una empresa exigente en tiempo y esfuerzo, una tarea que probablemente llevará meses. Por tanto, es más lícito que nunca plantearse la pregunta: ¿valdrá la pena emprender tan larga tarea?

Más aún, cuando el contexto de la novela se puede definir como "la historia reciente del País Vasco", incluyendo menciones abundantes al PNV. Como nativo de una región de España carente de hecho diferencial, sin intereses centralistas siquiera, he de confesar que cuando leo un periódico, siempre me salto la obligatoria sección de política vasca (larga es la sombra de ETA, y cuánto periodista se iría al paro sin ella) y, en cuanto a televisión y radio, es el momento de conmutar ese bonito interruptor a la posición de off. La saturación informativa, constante desde que tengo uso de razón, además de llevarme a conocer más nombres de cargos del PNV y de HB que de los partidos de mi tierra, y más aldeas de Guipúzcoa que de mi propia provincia, ha conseguido desinteresarme casi del todo de lo que ocurra en esa infortunada tierra.

A pesar de todos mis prejuicios y temores, amable lector, afirmo que "Verdes valles, colinas rojas" supera totalmente las lógicas prevenciones iniciales -longitud, temática- y la recomiendo sin reservas. 

"Verdes valles..." obtuvo el Premio Nacional de la Crítica en 2005 y el Premio Nacional de Narrativa en 2006, dos de los pocos galardones respetables que quedan en este país.

Resulta complicado resumir una obra tan ambiciosa, que da forma a un mundo rico y complejo, que aunque trasunto de un paisaje y unas gentes bien reales, tendría perfecta consistencia como una construcción totalmente imaginaria. Situada en un espacio geográfico muy reducido, el municipio de Getxo, con algunas incursiones al otro lado de la ría del Nervión, temporalmente cubre los años de despegue de la industria pesada vizcaína -siempre el hierro, minas y altos hornos-, hasta su declive durante la crisis de los 70: prácticamente un siglo. Como cumbre trágica, la caída del frente de Bilbao durante la Guerra Civil.

La novela puede interpretarse como la lucha entre los hombres de madera —los campesinos, la tradición, un tanto falsaria, basada en el folklore y en la pureza simbolizada en los caseríos— y los hombres de hierro, representantes de la industrialización y el progreso económico que enriquece a algunos, destruye el paisaje y lo llena de extraños, venidos de tierras lejanas y portadores de ideas destructivas. Pero pronto veremos que la situación es más compleja, pues al eterno conflicto tradición-modernidad se le superpone el no menos viejo enfrentamiento entre ricos y pobres, formando un tablero de juego de cuatro esquinas, hacia las que se aproximan los personajes principales:

El cacique tradicionalista, clerical, está representado por la marquesa Cristina Oiaindia. Nacionalista sabiniana, hipócrita consumada, manipuladora, sus principales víctimas acaban siendo sus hijos. Empeñada en que la esencia del alma vasca no desaparezca de entre sus aparceros y arrendatarios, sin embargo establece contacto por matrimonio e inclinación con la burguesía industrial, culpable de convertir Vizcaya en un paisaje quemado de minas de hierro y altos hornos, poblándolo de maketos ignorantes de las verdaderas tradiciones.

El mundo del campesinado toma cuerpo en la novela en la familia Altube, del caserío Altubena —detalle éste muy importante—, aunque también muchas familias de los caseríos de Getxo, presentes desde tiempos remotos juegan un papel importante: los Larreko, Etxe, Ermo... Aunque humildes, tardan más en abandonar las viejas costumbres que sus "mayores". Muy conservadores, el signo de los tiempos les hace vulnerables a la contaminación por los postulados del movimiento obrero.

En torno a ese cuadrilátero madera-hierro, ricos-pobres se construye un mundo mucho más complejo: también aparece una encarnación del Mal, sin escrúpulos, debilidades ni tan siquiera nombre, Ella; los descendientes de Cristina Oiaindia, víctimas de una locura provocada en gran medida por los manejos de su madre, y el sustrato mitológico, siempre presente, desde que los 48 fundadores salieron del mar en el principio de los tiempos con forma de bichitos verdes y se convirtieron en los 48 fuegos cuyos patriarcas, los jauntxos, legislan bajo la copa de un gran roble. La pureza del pueblo vasco está socarronamente representada por los Baskardo de Sugarkea, familia que desprecia los inventos modernos (la rueda, por ejemplo) y sigue procreando dentro del mar; las tradiciones rigurosamente defendidas, por el mágico catafalco que sirve de mostrador en una taberna, causa de las páginas más divertidas de la novela.


Guetaria, agosto de 2004

Tal es el planteamiento de "Verdes valles, colinas rojas". Fiel a la tradición de mic-culturilla, no voy a avanzar en el desarrollo del argumento, pues no se trata de privar al lector del placer de descubrirlo por sí mismo; mejor unos comentarios sobre la estructura y forma de la novela, pues una obra tan compleja y extensa necesita una urdimbre resistente y flexible a la vez, como las buenas obras de ingeniería.

Más que una trilogía, hay que decir que se trata de una novela dividida en tres volúmenes; no tendría mucho sentido comenzar por uno distinto del primero, ni dejar alguno sin leer. Estructurada en capítulos que siguen un orden temporal no estricto, alternan tres narradores: Josafat Baskardo, hijo de Cristina Oiaindia, Asier Altube, y Roque Altube. Cada uno con una percepción de los acontecimientos, como se verá, muy diferente. Josafat ("Jaso") y Roque son verdaderos participantes en el drama, mientras que Asier, cuyo papel es mucho más secundario y que escribe desde el presente, transcribiendo prácticamente las narraciones del maestro de Getxo, cumple más fielmente la figura de narrador clásico, cuyos actos no influyen en el desarrollo de la trama.

El ritmo narrativo elegido por Ramiro Pinilla es muy dinámico, logra mantener la tensión durante una novela tan larga. Al estar los distintos narradores ansiosos por contar los episodios, evitan descripciones de atmósferas o ambientes que todos conocen y que el lector será perfectamente capaz de construir sin necesidad de ayuda explícita. A veces las versiones no concuerdan del todo y nos vemos obligados a hacer una labor de reconstrucción, es lo normal en estos casos y una parte importante del placer intelectual de desentrañar una obra compleja.

Me queda mucho por mencionar: el papel del maestro, personaje antipático por lo pesado, pero muy importante como cronista local; la comuna hippie-nudista organizada en un caserío 50 años antes de tiempo; el rebaño desbocado de llamas carniceras; el descubrimiento del fútbol como epopeya histórica, y tantos otros personajes e historias dignos de reflexión, tal es la riqueza y extensión de "Verdes valles, colinas rojas". Una novela que me ha entusiasmado, y que sueño con ver disfrutar algún día del éxito popular que merece. Para cuando llegue ese día, quiero dejar bien clara mi pertenencia al club de admiradores de Roque Altube, patrón de las parturientas que no están a lo que tienen que estar.

Ramiro Pinilla ha construido un territorio mítico equiparable al condado de Yoknapatawpha, o a la ciudad de Macondo, pero situándolo en la bien real villa de Getxo. Si esta novela tuviera el éxito que merece, Getxo pronto se convertiría en meca del turismo cultural, con reconstrucciones del caserío de Oiarzena y de la casona de Laparkobaso; baños nocturnos en la playa de Arrigunaga, excursiones a los montes mineros, al mítico caserío Sugarkea... Aunque hayan convertido La Galea en un club de golf, ya han dedicado una calle importante a los Altube. Un servidor hace lo que puede con el Google Maps, pero tiene que verlo en persona.

Por supuesto, un objetivo para la próxima temporada será leer más escritos del autor de esta obra maestra. Como aperitivo, un cuento del autor publicado en la web de la Universidad del País Vasco: Euskera Ez.

16 de agosto de 2008

La Cuerda Larga, de noche

La Cuerda Larga es una línea de picos que superan los 2000 metros de altitud (su mayor altura, Cabeza de Hierro, mide 2.380 metros), formando la espina dorsal de la sierra de Madrid. Son picos redondeados, muy fáciles de escalar, pero puestos uno detrás de otro componen una línea de muchos kilómetros: he aquí la principal dificultad de esta excursión, que hicimos aprovechando la luna llena de Agosto.


Nuestro recorrido, superpuesto en la figura al mejor mapa excursionista de la Sierra de Guadarrama (el de La Tienda Verde), comenzó en el puerto de la Morcuera y fue a terminar en el de Cotos. Hubo que completarlo con una complicada operación logística para garantizar un coche disponible al final de la ruta.

La ruta larga. Pincha con el ratón para ver el mapa decentemente ampliado.

Datos medidos con el GPS:
  • Distancia recorrida: 22,6 km
  • Tiempo en movimiento: 7h 3'
  • Tiempo parados: 3h
O sea, 10 horas de marcha, lo cual da una idea de la prueba a la que sometimos nuestra resistencia. El perfil, totalmente rompepiernas: aunque no había grandes ascensos, el desnivel acumulado superó los 1100 metros, algo notable para una jornada. Y que garantiza que la siguiente será de reposo absoluto.


Perfil de la etapa: Najarra y su collado, Los Bailanderos y el collado de Pedro de los Lobos, Asómate de Hoyos, collados de las Zorras y Peña Vaqueros (la larga planicie a 2200 metros), las Cabezas de Hierro, el collado de Valdemartín con el Cerro de Valdemartín, el Ventisquero de la Condesa, el Alto de las Guarramillas (la "bola del mundo") y la larga bajada al puerto de Cotos. Total, 7 picos y un desnivel acumulado de 1120 metros.

La Cuerda Larga supone una bonita excursión para hacer de noche o con nieve, pero muy dura. Se podría acortar finalizando en el puerto de Navacerrada en lugar de en el de Cotos; la próxima vez, creo que lo haremos así.

3 de agosto de 2008

La maquinaria de exterminio nazi, desde su interior.

Jonathan Littell
Las benévolas

(Les Bienveillantes
)
RBA, Barcelona, 2007
990 páginas


Contradiciendo la confesión derrotista de hace pocas semanas, todavía es posible sacar tiempo para atacar novelas gordas, complejas, que obligan a releer pasajes, sacar el diccionario y el atlas y repensar el último capítulo mientras se acude al trabajo cual zombie alienado. Las benévolas es una de ellas, digna heredera de aquellos novelones del XIX que llenaban meses de la vida de la gente (nota: todavía tengo pendiente leer Guerra y Paz).

El argumento se desarrolla de forma lineal, como una de esas grandes novelas. Muchos años después del fin de la guerra, el director de una fábrica de encajes de Calais se decide a relatar su pasado: fue ni más ni menos un oficial alemán de las SS, Max Aue. Se centra en el período de la guerra contra la Unión Soviética, desde junio de 1941 hasta abril de 1945: invasión, empantanamiento en la estepa ucraniana y en el Cáucaso, hasta llegar al desastre de Stalingrado. Sus cometidos son principalmente burocráticos: dirigir y supervisar operaciones de aniquilación de judíos soviéticos, redactar concienzudos informes para sus superiores, mejorar la administración de los campos de concentración para que participen en el esfuerzo de guerra del Reich, misiones que le llevan por los escenarios probablemente más espantosos donde haya estado hombre alguno. De ascenso en ascenso, llega a Obersturmbannführer (teniente coronel), destinado al Estado Mayor de las SS en Berlín.

En sus casi 1000 páginas, Las benévolas desarrolla varios temas en paralelo, como si de una sinfonía se tratase. Se puede leer en varios planos: el más evidente a la vista del argumento que acabo de bosquejar, es una recreación histórica de los años más horribles de la historia de la Humanidad, en los peores sitios (frente oriental, Stalingrado, Auschwitz, Berlín), con la peor calaña: las organizaciones policiales de las SS y sus auxiliares. No nos ahorra ninguna animalada, y las descripciones pondrán a prueba la capacidad de aguante del lector. Esperemos que a nadie se le ocurra adaptarla al cine. Es un nivel que entronca muy bien con las reflexiones sobre lo que
llevó a aquellos "patriotas y horados funcionarios", y nos podría llevar a nosotros, a participar en semejantes salvajadas: lo socialmente aceptado, lo bendecido por los
sabios, las órdenes, las ansias de medrar, las venganzas personales. Lo arbitrario que puede resultar que nos toque desempeñar el papel de víctima o de verdugo, ambas poco agradables.

También se ocupa de desmontar el mito, poco creíble pero tantas veces repetido en el cine y en la prensa, de la eficiencia burocrática de la maquinaria de destrucción del III Reich: chapuzas, desidia, corrupción, lucha entre departamentos, entorpecimiento burocrático -eso no me toca a mí, es cosa del Alto Negociado de Desplazamientos y Migraciones, etc- en un trasfondo trágico donde todo se resuelve con la muerte de más prisioneros.
La avalancha de departamentos, jerifaltes SS y burócratas de todo pelaje con que tiene que lidiar el protagonista refleja muy bien la estructura, tremendamente ineficaz, que soportaba la ocupación de los territorios del Este.

No podemos olvidarnos de quien da cuerpo a la novela, Max Aue. Buena parte de Las Benévolas se ocupa del estudio psicológico del protagonista, una buena pieza: doctor en derecho, culto, cruel, nazi convencido, le altera más el sinsentido de tanta muerte (¿para qué sirve?) que el sufrimiento de cada una de las víctimas, aunque prefiere no estar demasiado cerca de las ejecuciones: le estropean la digestión, a la criatura. Su vida privada, marcada por las consecuencias de una adolescencia complicada, su homosexualidad -algo difícilmente compatible con su trabajo de oficial SS-, y, sobre todo, las relaciones con su familia, son determinantes en la novela.

Denkmal für den ermordeten Juden Europas, Berlin, mayo 2008

No todo me ha gustado en Las benévolas. Para empezar, me ha parecido demasiado extensa. Hay pasajes muy largos y repetitivos que podrían decir lo mismo con muchas menos páginas: de lo peor (por aburrimiento) son los regodeos en las locuras masturbatorias del protagonista. También me ha parecido que hace excesivo uso de palabras en alemán: un apéndice al final del libro explica algunos términos, sobre todo organizaciones del entramado nazi, y una tabla de equivalencias explica los grados militares, pero el texto está trufado de expresiones (zu Befehl!, Auswärtiges Amt, etc.) no siempre explicadas y que sin duda entorpecerán la lectura a quienes no sepan un mínimo de esa lengua. No entiendo por qué, cuando menciona el ejército regular (llamado Wehrmacht todo el tiempo, como si se tratase de algo diferente), siempre nombra las graduaciones en alemán (Hauptmann, Oberst) en lugar de sus equivalentes capitán, coronel, etc. La traducción, obra de María Teresa Gallego Urrutia, me ha parecido correcta; sin tener delante el original es difícil hacer valoraciones, pero el resultado final no chirría y encuentra una voz convincente para los soliloquios de Max Aue.

Las benévolas es una novela enorme y tremenda, no demasiado fácil de leer pero que engancha y da que pensar. ¿Cómo actuaríamos si las circunstancias nos colocasen en la situación del protagonista? Muy recomendable, merece su fama y buena acogida.
Las reflexiones de los oficiales SS cuando ven acercarse el final, y los intentos de los jefazos de implicar a todo el mundo para que no puedan alegar ignorancia son de lo mejor.

30 de julio de 2008

De noche por el GR-10, ruta de "Los Pinares Llanos"

Recorrido por el sendero de Gran Recorrido GR-10, límite entre Madrid y Castilla y León (Segovia y Ávila), partiendo del Puerto de Guadarrama, también llamado "del León" por un pobre bicho de piedra colocado en una isla de tráfico y que ve pasar a los camiones muy cerca.

5 kms por pista forestal apta para coches, después por el GR-10, que es una senda muy claramente marcada. Al principio, desde el collado de la Mina no sigue exactamente la divisoria de vertientes, sino que discurre unos metros por debajo, en la vertiente abulense. 

Ruta seguida (ida y vuelta), superpuesta al mapa topográfico 1:50000, hoja de Cercedilla

Senda ideal para el tiempo frío (aunque incómoda si hace viento, es muy expuesta), también resulta muy practicable por la noche, aunque no haya luna llena, pues la claridad de Madrid y alrededores es suficiente para iluminarla. Las vistas, increíbles.

Esta ampliación, superpuesta a la imagen de satélite, da una idea de lo que supone no encontrar el camino a la primera, de noche y por un pinar lleno de una vegetación muy espinosa, ideal para el pantalón corto.

Perdidos en el bosque. La línea más a la izquierda debería superponerse al camino, o bien el GPS escoraba la medida o la foto de satélite del Google Earth no está perfectamente calibrado.

Datos medidos con el GPS:
  • Distancia recorrida: 18,05 Km
  • Tiempo en movimiento: 4h 34'
  • Tiempo parados: 2h 48'
Perfil muy cómodo, sin grandes cuestas. Con tiempo y ganas, se podrían hacer muchos kilómetros, hasta acercarnos al Pozo de la Nieve y a El Escorial.

Barranc de l'Infern o "La catedral del senderismo"

Cerca de Denia está la Vall de Laguar, un mundo al revés en el que los pueblos, rodeados de huertas y frutales, ocupan las alturas y las dificultades se abren hacia abajo, en unos barrancos tan profundos que se dirían cañones.


Para experimentarlo en mis propias carnes, nada mejor que seguir la senda PR-147, una ruta circular que desciende tres veces al fondo del barranco, para subir hasta la siguiente altura, construyendo un perfil que parece una etapa alpina del Tour. Tanto, que por Alicante es conocida como "La catedral del senderismo" (la página que enlazo contiene un PDF con una inmejorable descripción de la ruta). Indicada para días frescos, tuvimos la gran suerte de que una capa de nubes tuvo la deferencia de protegernos del sol de Julio.

Datos medidos con el GPS:
  • Distancia recorrida: 12.8 km
  • Tiempo en movimiento: 3h 36'
  • Tiempo parados: 2h 04'


Plano de la ruta. Recorrido captado con el GPS y superpuesto al Google Earth, click para ampliar.

Y por último, el famoso y temido perfil:

Más de 800 metros de desnivel acumulado. El primer tramo es el más duro, y el segundo, el más espectacular.

28 de julio de 2008

Subida nocturna al Montgó

El Montgó es una montaña litoral que surge de repente, separando Denia de Jávea y formando de propina el cabo de San Antonio. Incendio tras incendio la han ido dejando pelada, lo cual aconseja subir en una época del año en la que el sol apriete poco... la noche, por ejemplo.


La excursión consistió en dejar el coche en Les Rotes, donde termina la carretera que desde Denia bordea la costa, subir poco a poco por la meseta litoral, y, cuando no quedaba más remedio, ascender por el sendero PR ("Pequeño Recorrido") que magníficamente señalizado ataca el Montgó por la cara que mira al mar, en una subida que se las trae. El principal problema fue el viento, que amenazaba con desequilibrar al caminante y lanzarlo al abismo.

Tras dormir en la cumbre (750 metros), descenso por el mismo camino, con una pequeña desviación al final para visitar la Cova Tallá, una cueva que se abre hacia el mar, dentro de un acantilado. 

Recorrido, registrado con el GPS y superpuesto al Google Earth. Pulsar en la imagen para verlo en un tamaño decente.

El perfil deja claro lo que supone salir desde el nivel del mar: la altitud se convierte en desnivel. Y eso es duro.

Perfil de la jornada: los 750 m del Montgó

Como ilustración, un pálido reflejo de la sensación de ver amanecer desde lo alto. Una vez maravillados y asombrados, seguimos durmiendo un buen rato más, todo sea dicho.


Amanecer desde el Montgó. Pulsa en la imagen para verla en un tamaño decente, con las islas de Ibiza y Formentera

12 de julio de 2008

Revistas

Últimamente leo muchos menos libros que antes. La causa, mi descubrimiento en primer lugar de que existen revistas muy buenas allá por el ancho mundo, y en segundo lugar, de que el precio de la suscripción es sorprendente bajo, inferior a comprar el periódico los domingos y cargar con todos esos suplementos que van directamente a la basura. Ignoro el motivo, pues supongo que en todos los países las revistas se financian sobre todo con publicidad, pero me alegra poder aprovecharme de la globalización de esta manera.


Voy a repasar brevemente las revistas a las que me he suscrito:

Semanario "de actualidad", sigue a la perfección el pensamiento dominante que toque. Estuve suscrito un par de años en un pasado remoto en el que no había Internet y a mi ciudad no llegaba prensa extranjera, y además había que aprender inglés.
Incluso para un adolescente, había cosas que chirriaban demasiado. Todavía recuerdo esos maravillosos gráficos desplegables donde comparaba el modesto ejército USA con la poderosa maquinaria destructiva de Saddam Hussein... primera guerra del Golfo.

No hace mucho tiempo llegó a mi buzón una buena oferta, y me suscribí a este semanario inglés, que alguna vez había comprado en el kiosko. En cuanto a información política internacional y económica, no creo que haya ningún periódico que le pueda hacer sombra. No soy un experto en esto, pero probablemente tenga los artículos mejor escritos de cualquier periódico en inglés; desde luego, son mucho mejores que los de otras publicaciones que suelo leer. Un estilo muy elegante que demuestra un cuidado exquisito: me gustaría ver el número de borradores que son rechazados para llegar a ese resultado. Aderezado con una ironía de lo más británica, aunque suene a tópico.
Entre otros aciertos, The Economist deja bien clara su línea editorial: fundado en 1843 por un sombrerero escocés para luchar contra el proteccionismo, la defensa del libre mercado sigue siendo su principio guía. Sabiéndolo, es posible anticipar esa deriva ideológica en muchos de sus análisis, con lo que el lector no se llevará a engaño; de todas formas, no se trata de obediencia ciega a una consigna, sino que suelen dejar claro el proceso argumentativo que les lleva a una conclusión, por lo que el lector siempre puede validarlo y aceptar o rechazar el resultado. En mi caso, acostumbrado a las verdades reveladas con que suele funcionar la prensa española, ha supuesto todo un descubrimiento.
Un ejemplo claro de calidad es el tratamiento de la información científica y técnica. Comparado con el sensacionalismo, las inexactitudes y las conclusiones absurdas que solemos ver por aquí, y que evidencian la mala preparación de muchos periodistas (¿pero por qué no preguntan lo que no saben?), The Economist, además de dedicarle bastante espacio -por ejemplo, el Technology Quarterly, un suplemento trimestral-, produce unos artículos bien investigados y a veces sorprendentemente actuales, algo que puedo verificar cuando escribe sobre el área en que me muevo profesionalmente.
Tras un par de años como suscriptor, lo dejé correr simplemente porque no tenía tiempo para absorber tanta información y porque, la verdad, no es imprescindible saber quién gobierna en todos los rincones del planeta. Eso sí, frecuentemente entro en la edición electrónica, que recientemente incorporó todo el contenido de la edición impresa, y leo algunos artículos.


Madrid, diciembre de 2006

Cuando decidí ser infiel a The Economist, busqué una sustituta que me diese lo que a ésta le faltaba: menor periodicidad, para no convertir su lectura en una especie de pluriempleo, y una postura ideológica algo más a la izquierda, para descontaminarme un poco de tanto libre mercado. Me hablaron de esta revista, mensual, estandarte de los intelectuales que en Estados Unidos llaman 'liberales' y que aquí habría que llamar "izquierdosos", o sea liberales en lo social, pero mucho menos en lo económico. La publica una fundación sin ánimo de lucro, para liberarse así del capricho de los lectores y la tiranía de los anunciantes.
Al principio me gustaba a medias. Una edición de lujo, parece hecha para almacenarla con reverencia, y algunas secciones muy interesantes, como "Harper's Index", una colección de cifras que describen aspectos sorprendentes de nuestro mundo. Copio un ejemplo:

Number of Iraquis who receive regular payments from the U.S. government in exchange for not fighting: 91,600

(número de iraquíes que reciben pagos periódicos del gobierno USA a cambio de no luchar)

Pero al pasar los meses, cada vez estoy más cansado. Constantemente hace referencia a una remota Edad de Oro desde la que la política y las costumbres no han hecho más que empeorar, los editoriales parecen sermones, y la mayoría de los artículos tienen un sesgo ideológico demasiado marcado para mi gusto. Y muy poco sentido del humor. Además, muchos de ellos no me interesan lo más mínimo: en la de este mes, las once páginas de letra apretada dedicada a las repercusiones de los derechos de los homosexuales en la iglesia anglicana americana se quedaron sin leer.

Así que, por muy barata que salga, no renovaré la suscripción.


The New Yorker

Aquí es donde se me van la mayor parte de las horas dedicadas a la lectura no relacionada con el trabajo (o, últimamente, con la fotografía). Una revista legendaria, fundada en 1925 y donde han publicado muchos de los grandes escritores americanos contemporáneos: Nabokov, Capote, Salinger, Updike, Carver, y tantos otros. Se publica semanalmente, y, salvo un par de páginas, no dedica ningún espacio a la actualidad: quitando una sección sobre lo que se puede ver y hacer en Nueva York, que viviendo tan lejos no me interesa demasiado, casi todo el espacio está dedicado a grandes reportajes, de esos que cualquier periodista sueña con hacer: le dan varios meses para investigar, viajar, entrevistar, redactar y corregir, y páginas suficientes para desarrollarlo bien y ganar el Pulitzer. Por supuesto, el resultado suele ser excelente, y un gozo leerlo. 

Siempre incluyen un relato breve (salvo obviamente el número especial dedicado a la ficción), algún poema, y una sección al final con críticas de literatura, teatro, música y cine. Casi todas las ilustraciones son viñetas: los chistes del New Yorker son un clásico en sí mismo.


Creo que seguiré suscrito al New Yorker durante una larga temporada: no estoy acostumbrado a algo tan exquisito, y la vuelta a la realidad local suele ser dura, pero qué le vamos a hacer.