24 de enero de 2009

Walker Evans

Fundación Mapfre. Del 15 de enero al 22 de marzo de 2009.
Web de la exposición.


Hace ya muchos años, era yo tan pardillo como para hacerme socio del Círculo de Lectores. Cada uno o dos meses llegaba un catálogo a casa del que había que elegir uno o dos libros; pasadas las primeras compras, cada vez era más complicado encontrar algo que no hubiera leído toda la familia, que no fuera un bestseller de mierda o que no fuera vetado por alguna razón parecida por alguien de la casa (y eso que solamente éramos cuatro). A veces, había que arriesgarse y lanzarse a lo desconocido; así es como acabamos recibiendo "Elogiemos ahora hombres famosos" (Let us now praise famous men), una excepcional descripción de las condiciones de vida de los aparceros de Alabama en los años 30, escrito por James Agee y acompañado por una serie de fotografías de Walker Evans, unas imágenes difíciles de olvidar.

Al igual que Dorothea Lange y otros, Walker Evans fue uno de los fotógrafos encargados por la Farm Security Administration de documentar las condiciones de vida de la Norteamérica rural. Una de las iniciativas del New Deal de Roosevelt, que además de paliar los efectos de la Gran Depresión nos ha dejado un tesoro en imágenes. Hay que recordar que los encargos del gobierno federal USA pasan automáticamente al dominio público (véase por ejemplo la nota que acompaña al copyright de esta famosísima foto), en lugar de engordar mafias estilo SGAE, como se hace en lugares menos ilustrados con la cultura subvencionada.

Walker Evans, Negroes and shop front. Vicksburg, Mississippi.
Encargo de la Farm Security Administration y descargada de aquí

Pero vamos con la exposición de hoy: a pesar de que son las imágenes más conocidas de Walker Evans, no contiene muchas de "Elogiemos ahora...", sino que se trata más bien de un repaso por toda su larga carrera, desde sus primeros pinitos en el París de los años 20 hasta una serie de Polaroids de los 70. También, imágenes de los rascacielos de Nueva York, de unos pueblos perdidos de Pennsylvania, casas de Chicago (pura estética Jimmy Corrigan), o retratos de la gente en el metro de Nueva York. Desde luego, destaca la etapa en la FSA, muy apropiada para su estilo documental; el resto parece más irregular.

Al tratarse de fotografías de muy pequeño formato, recomiendo aparecer por la exposición cuando esté casi vacía. A las madres imbéciles que van con un bebé aullante sin ocurrírseles sacarlo hasta que se calme, les sugiero un centro comercial, donde además ponen música.

Se puede contemplar una colección de fotografías de Walker Evans en esta página del Metropolitan. En la Biblioteca del Congreso (USA, el nuestro no tiene una mierda) tienen como 660 fotos de Walker Evans, esta es la página de búsqueda.

Viñeta de la obra maestra "Jimmy Corrigan, the Smartest Kid on Earth", por Chris Ware

19 de enero de 2009

Una mascota para el 2009

Mientras otros se distraen con Barack Obama, aquí sabemos lo que prevalecerá y presentamos al espíritu del año, un pequeño superhéroe lanzado a resolver tus problemas de una forma que hará que recuerdes con nostalgia cuando lo único que te quitaba el sueño era pagar las letras de la hipoteca: Prestamito, con su sonrisa de buen chico y su flequillo disparado.

Prestamito, en toda su gloria.

El encuentro, puramente casual, tuvo lugar en la calle del Carmen, en el centro de Madrid:

Al igual que Batman su Batcueva, Prestamito también tiene su guarida/laboratorio. Pero él no necesita esconderse...

Como es común en el género super-heroico, Prestamito también tiene su némesis, un supervillano muy contundente. O eso dice él, pero el público nunca dejará de apoyar a su héroe.

11 de enero de 2009

Dentro de una postal: Valsaín nevado

Aprovechando la nevada caída en el centro de España el viernes y sábado pasados, nevada que ha elevado la tradicional afición madrileña por la queja hasta extremos increíbles (frente a no poder coger el coche durante unas horas, la crisis económica o el asalto al ghetto de Gaza son minucias), organizamos una rápida excursión por el famoso bosque de Valsaín.

La ruta es de lo más sencilla: partiendo de Valsaín, seguir el curso del Eresma hasta que nos cansamos, volver prácticamente por el mismo camino. El paisaje, espectacular: nieve, hielo y silencio cubriéndolo todo. Y sorprende la poca gente que encontramos, comparado con el infierno superpoblado en que el mismo paraje se convierte en todas las demás épocas del año.


Esta imagen (gracias, Marta) ilustra perfectamente el paisaje de postal

Datos medidos con el GPS (que perdió la cobertura más de una vez):
Distancia recorrida: 15,1 km
Tiempo en movimiento: 3h 35'
Tiempo parados: 1h 30'

La ruta superpuesta al mapa, tan trivial que no importaba que los caminos estuvieran cubiertos de nieve:

En azul claro, el camino recorrido. Click para ampliar.

Finalmente, el perfil, más llano que el pasillo de mi casa:
Los escasos 100 metros de desnivel. Los saltos en las muestras son pérdidas de cobertura del receptor GPS.

9 de enero de 2009

Como Oliver Twist, pero sufriendo de verdad

Ramiro Pinilla
Antonio B. el Ruso, ciudadano de tercera.

Tusquets, Barcelona, 2007. 633 páginas.
Publicado en 1977 como "Antonio B. el Rojo"

Durante un mes, en 1973, Ramiro Pinilla entrevistó a Antonio Bayo, apodado "el Ruso" por su pelo rubio. Con ese material, debidamente ordenado y dotado de un estilo claro y simple, pero muy efectivo, construyó esta narración, una terrible historia de miseria y desventura.

Antonio tuvo la mala suerte de nacer pobre, de madre soltera, en una aldea situada en La Cabrera, una de las comarcas más pobres de España, país donde hasta hace bien poco se pasaba mucho hambre. Las maravillas del mundo moderno nos permiten contemplar de un vistazo dónde queda aquel paraje mísero, en el que lo mejor que podían hacer sus habitantes era largarse corriendo y no mirar atrás.

En un pueblo de muertos de hambre donde todos andaban levantando al vecino las patatas y alguna que otra gallina, Antonio tuvo la particular desgracia de ser marcado como el ratero oficial, adjudicándole sus robos y los de los demás. Su infancia era un continuo ciclo de hambre, robo de poca monta, visita al cuartelillo de la Guardia Civil, paliza, larga marcha a pie hasta el pueblo donde estaba el juez, pequeño castigo y vuelta a empezar. Según iba creciendo, y con él su hambre, las únicas variaciones eran la magnitud de las palizas y la entrada en el lóbrego mundo de las cárceles y penales de la posguerra, no necesariamente peor que las condiciones de vida en su pueblo.

La historia de El Ruso, además de horrible y deprimente, no es muy variada que digamos. Ramiro Pinilla no efectúa saltos temporales, sino que narra lo que sucede año tras año, para no ahorrarnos etapas del continuo calvario sufrido por el protagonista, una vida de sufrimiento sin esperanza, en la que los brevísimos momentos de alegría no compensaban los largos meses y años de penalidades. Aunque el estilo elegido es ágil y coloquial, sin tratar de imitar demasiado el habla seguramente popular del protagonista, tanta repetición cansa, por mucho que probablemente se trate de un efecto buscado: más le cansó tanta vuelta a lo mismo al pobre Ruso.

Se trata de una narración demasiado terrible para poder decir que haya "disfrutado" con ella, pero lo cierto es que no podía soltar el libro. Al tratarse de una transcripción de la biografía de una persona, no tiene cabida la capacidad del autor de crear mundos tan extraordinarios como el Getxo de Verdes valles, colinas rojas o La higuera; de todas formas, la maestría de un escritor también se demuestra en obras como esta, en la que consigue transmitir el sufrimiento causado por la pobreza más abyecta.

El invierno en Castilla. Ávila, diciembre de 2008.

6 de enero de 2009

Otra Garganta del Infierno - esta vez, en el Valle del Jerte

En este mismo blog se han podido ver excursiones por el Barranc de l'Infern y el Portell de l'Infern; ahora le toca a un paraje bastante menos infernal, un denso robledal en la ladera Este del Valle del Jerte.

Del Centro de Interpretación -el concepto más de moda- situado entre los pueblos de Jerte y Cabezuela del Valle parte una serie de senderos bien señalizados; el más popular es el que conduce a Los Pilones, una serie de piscinas naturales excavadas en el granito por el agua que baja de las alturas de Gredos. Seguramente, en verano habrá que pedir permiso para meter un pie.

Este paseo es más bien una toma de contacto, pues la hora de partida y el equipo que llevábamos no daba para mucho más. Desde Los Pilones seguimos por el camino del Puente Nuevo hasta que nos interrumpió un arroyo que bajaba tan crecido que la única forma segura de cruzarlo habría sido con las botas en la mano. La vuelta, por una pista paralela a la misma garganta, pero por media ladera.

Datos medidos con el GPS:

Distancia recorrida: 10,45 km
Tiempo en movimiento: 2h 23'
Tiempo parados: 25'

Mapa de la excursión (click para ampliar)

Finalmente, un perfil sencillo, de poca cuesta:

Perfil de la etapa: apenas 300 metros de desnivel