26 de julio de 2009

Lo absurdo se vuelve amargo y cruel

Joseph Heller
Catch-22


Vintage Classics.
London, 2004
519 páginas.
Primera publicación: 1961.


1944. En una base de bombarderos B-25 en Italia, dedicados a amargar la vida a los alemanes que quedan en el norte del país, el capitán Yossarian decide que está harto de que gente que no conoce de nada intente constantemente matarle.

Cuando la novela comienza, una serie interminable de capítulos, cada uno dedicado a un habitante de la base aérea, nos pone en situación: el coronel incompetente que quiere llegar a general y que para hacer méritos aumenta el número obligatorio de misiones cuando sus hombres están a punto de alcanzar el límite anterior; el capellán asustado de todo al que nadie hace caso; el médico que sólo piensa en lo que podría estar ganando en casa; el oficial de intendencia que se encarga, cómo no, de organizar una compleja trama de mercado negro... un catálogo de gentuza, más que malvada, avariciosa y rácana.

Entre la avalancha de conversaciones absurdas -recuerda mucho a los diálogos de Groucho Marx- y anécdotas más o menos divertidas, se va dejando entrever la realidad bélica: operaciones fallidas, masacres evitables, muertes horribles de compañeros, con nombres y apellidos, que contrastan con las tonterías que preocupan a los jefes para ganar puntos ante la superioridad.

Poco a poco Catch-22 se va haciendo más y más amarga. La estupidez se cobra vidas, la justicia sólo existe para sembrar el mundo de arbitrariedad y castigar la virtud, y nuestro protagonista Yossarian ve cómo va desapareciendo toda su pandilla y cada vez está más harto.
Es esta última parte es la que para mí salva la novela, aunque si al volumen en su conjunto le quitasen un par de cientos de páginas no me importaría nada, es tan reiterativo que a veces se vuelve pesado. El humor de los primeros capítulos no acaba de resonar conmigo, a pesar de ser muy celebrado en el mundo anglosajón: el título de la novela, Catch-22, sirve para calificar cualquier regla enunciada de tal forma que sea imposible de cumplir. En su primera mención en la novela, un catch-22 es

- Estar preocupado por la seguridad de uno mismo ante peligros reales e inminentes es el resultado de una mente racional.
- Orr (un piloto) estaba loco y por tanto debería ser licenciado, todo lo que tenía que hacer era decirlo y no tendría que volar más misiones.
- Pero si lo decía, demostraría que no quería jugarse más la vida, por lo que estaba cuerdo.
Hiciera lo que hiciera, el pobre Orr estaba condenado...

Bolonia, mayo de 2009.
'El Gran Asedio de Bolonia' es quizá la campaña más veces mencionada en la novela.

Sin embargo, cuando los acontecimientos aplastan la jovialidad inicial, convirtiéndola en humor negro, y salen a la luz la miseria y el dolor provocados por un mundo donde siempre los pelotas, los estúpidos y los amorales ganan, conecto mucho mejor con la novela. Quizá se deba al momento actual, en el que los causantes, por su avaricia sin límite, de una depresión económica brutal son recompensados con ayudas públicas, mientras que si leemos la prensa parece que el problema consiste en que los trabajadores tienen demasiados derechos.

O, llevando el ejemplo militar a una organización modelada a partir del ejército como es la empresa, cómo la ineptitud de los jefes (llamados 'responsables', ignoro por qué) les lleva al ascenso, mientras que a quienes hacen el trabajo sólo les espera el despido.

5 de julio de 2009

Detective de novela negra en Getxo

Ramiro Pinilla
Sólo un muerto más

Tusquets.
Barcelona, 2009.
274 páginas.


Se publica otra novela de la serie de Getxo, un universo tan bien construido en la trilogía Verdes valles, colinas rojas, de la que no es la primera derivación, pues hace un par de años se publicó La higuera, una narración, al igual que ésta, situada en la posguerra y protagonizada por personajes ya presentados durante la trilogía, donde representaban papeles muy secundarios.

Ramiro Pinilla desarrolló un mundo tan completo, con su mitología propia, personajes y tragedias, pero bien anclado en la Historia, que es de agradecer que lo aproveche como marco de otras novelas que, aunque de ambición muy distinta, podrían considerarse como episodios de la narración más extensa. También las disfrutarán lectores que no hayan pasado antes por Verdes valles..., pero les faltará el conocimiento de ciertos antecedentes que, sin ser necesarios en absoluto para la comprensión de la trama, sí proporcionan un placer adicional. Pongo por ejemplo el de uno de los personajes de Sólo un muerto más, Etxe, que todos los amaneceres recorre la playa buscando objetos abandonados por la mar, siguiendo una tradición familiar que se pierde en la noche de los tiempos. Si además conocemos la que se montó el día que un antepasado suyo encontró un catafalco de madera y pidió ayuda a un tal Larreko para sacarlo de ahí con su yunta de bueyes, mucho mejor.

Sólo un muerto más tiene un aire ligero y divertido, equivalente a algunos pasajes de Verdes valles... . Su protagonista, el librero y escritor de pésimas novelas de detectives Sancho Bordaberri, el mismo día que tira al mar su último fracaso y decide no volver a intentarlo, reflexiona sobre un crimen sucedido en Getxo poco antes de la guerra. Tan vivas y tan buenas surgen las frases y las páginas, que decide olvidarse de escenarios exóticos e investigar el crimen, con la intención de novelarlo: Raymond Chandler y Philip Marlowe, o Dashiell Hammett y Sam Spade, en la misma persona. Adopta un nuevo nombre, Samuel Esparta, sustituye la boina por un sombrero americano, y se pone manos a la obra, ante la mirada, primero incrédula y después entusiasmada, de su secretaria Koldobike, encantada de pasar a trabajar para un detective privado.

Madrid, marzo de 2009


El crimen que decide investigar, ya mencionado en Verdes valles..., es el encadenamiento de los gemelos Altube a una roca, esperando que la subida de la marea les ahogase. Murió uno de los dos; y aunque mala gente, nadie en el pueblo aprueba una muerte tan cruel. Sancho/Samuel intenta seguir las pautas propias del género: interrogatorios, rubias despampanantes (aquí Koldobike ayuda tiñéndose el pelo y vistiendo una falda muy provocativa para el año 1945), y alguna paliza que otra, pero no se puede olvidar que vive en un pueblo donde todos se conocen, y que su madre y su hermana viven pendientes de él y de que coma el potaje diario.
Como nota esperpéntica, la aparición de un falangista y poeta cargante, que se convierte en su sombra, tratando de aprender a escribir sin adjetivos rimbombantes de relumbre imperial. Como no voy a destripar el argumento de una novela de detectives, aquí lo dejo.

Ramiro Pinilla trata con mimo a sus personajes, a pesar de esos años horribles de posguerra, crueldad y violencia. Sólo un muerto más es sobre todo una novela dialogada, de conversaciones e interrogatorios, donde destaca el empeño quijotesco de investigar la muerte de un solo hombre, cuando poco después murieron por miles, sabiéndose de sobra quiénes fueron los asesinos, pero sin posibilidad de hacer nada por castigarles o al menos restituir a las víctimas. En eso, en el año 2009 así seguimos...

Para concluir: se trata de una novela corta, entretenida, bien escrita, con el atractivo añadido de que conecta con otras obras de un autor que tiene cosas que contar y las cuenta magníficamente.
Mi ídolo Roque Altube tambíen aparece en Sólo un muerto más, aunque solamente durante unas pocas páginas. Lo suficiente para apagar la sed de noticias de un fan como yo.

De noche, por la senda de Ulaca

Tras unos meses de rehabilitación obligatoria, vuelvo a las andadas por una ruta corta y descansada, aprovechando la luna llena de julio. Tomamos el camino que sale de Villaviciosa y que deja a un lado el castro celta de Ulaca y, más adelante, un asentamiento visigodo cuyos pobladores no es probable que tuvieran muchos problemas de obesidad. Es un camino poco interesante pero sencillo, adecuado para el invierno -por lo soleado- y para la noche.

Nos dimos la vuelta cuando el camino, que subía por una vaguada, llegó a un collado que marcaba casi un cambio de vertiente, viéndose la Serrota y la entrada a Menga. Si hubiéramos seguido unos kilómetros más, habríamos entroncado con el camino que, saliendo del puerto de Menga, recorre toda la vertiente norte de la Paramera.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 13,2 km
  • Tiempo en movimiento: 2h 46'
  • Tiempo parados: 32'

El recorrido superpuesto a un mapa topográfico, la hoja 530 (Vadillo de la Sierra) de escala 1:50.000 del I.G.N.

El perfil de la etapa: 500 metros de subida continua, para luego desandarlos.

En los meses de calor, caminar por la noche es la mejor forma de evitar la canícula y disfrutar un poco del paseo. Si el recorrido es conocido y por un camino claro, la luz de la luna es suficiente para moverse sin necesidad de recurrir a la linterna, y el paisaje rocoso de la sierra pelada adquiere una belleza inesperada para quien sólo lo conoce de día. Se ven bichos distintos (en este paseo, muchos sapos) y sobre todo se oyen: una manada de caballos al galope, haciendo retemblar la tierra, asusta mucho más cuando sólo se ven sombras.

A este bonito ejemplar de víbora hocicuda (Vipera latasti) no le hizo ninguna gracia ser despertado a medianoche. Combinar la prudencia con la calidad de la cámara del móvil dan como resultado una mala foto en la que por lo menos se distingue al bicho.