20 de diciembre de 2010

100.000 viles politicastros invaden un libraco amarillo

Raymond Carr
España 1808-2008


Edición revisada y actualizada por Juan Pablo Fusi

Ariel. Barcelona, 2009.

766 páginas.
Según el editor, la primera edición, 'Spain 1808-1975' se publicó en 1969. Según la Wikipedia, en 1982. Creo que tengo bastante claro a quién creer.





La primera vez que leí este libro se llamaba de otra manera,
"España 1808-1975". Se trataba de un libro de texto de la asignatura de Historia Contemporánea de un amigo que estudiaba primero de Periodismo, y, como todo en esta vida es relativo, lo que para él era trabajo para mí era diversión; y no, los ladrillacos de álgebra y cálculo no eran diversión para ninguno de los dos. Recuerdo que me gustó, y que me pareció que trataba de una forma bastante amena la historia de un siglo tan antipático como el XIX en España, en que la decadencia llegó a unos extremos tales, que parece mentira que con tales antecedentes todavía haya vida pluricelular sobre el solar patrio.

Ese recuerdo difuso de un libro gordo, amarillo y clásico para entender la historia contemporánea de Estepaís hizo que, cuando lo descubrí en el escaparate de la papelería de mi barrio, lo compré, a pesar de su precio exagerado y de mi natural propensión al ahorro. Y no sólo lo compré, sino que además de eso, lo leí. He aquí la historia de lo que pasó.


Sir Raymond Carr, nacido en 1919 y aficionado a la caza del zorro, es uno de los hispanistas de más prestigio. Cuando se trata de un país tan polarizado como España, donde parece que todo tiene que estar contaminado por la tendencia política del que te lo cuenta, para materias tan sensibles como la Historia Menos Remota viene bien contar con una voz lo bastante alejada para no tener cuentas personales que saldar, y así estar más cerca de ese ideal imposible, la imparcialidad. Tengo que decir que en eso cumple: trata a todos los personajes con respeto, sin ahorrar críticas, pero sin caer en ataques personales o en insultos. Tanto es así, que yo no sería capaz de deducir sus simpatías políticas de la lectura del libro.

España 1808-2008 comienza, como es de rigor, con una magnífica exposición del contexto económico, social y político al terminar el siglo XVIII. Los primeros capítulos son tan buenos, que antes de llegar a ese 1808 donde se supone que empieza de verdad la cosa, uno está encantado de haber hecho el dispendio. Pero poco dura la alegría en la casa del pobre: más o menos a partir del regreso de Fernando VII (página 110), Raymond Carr se empeña en contarnos, con un nivel de detalle mil veces excesivo, quién es quién en gobiernos, partidos, facciones dentro de éstos, conspiraciones y revoluciones. Mucha gente aparece, desaparece y vuelve a aparecer, durante capítulos agotadores que, para terror del pobre lector, describen con todo lujo de detalles las maniobras políticas de unos y las alianzas de otros, todo con unas consecuencias mínimas, en el mejor de los casos, para la vida de la gente.

De vez en cuando aparece una sección dedicada al análisis de la economía, de los cambios sociales o del modo de vida de los campesinos, de los obreros de la mísera industria o de los burguesitos de ardientes ideas liberales, cuyo ardor se les pasó en cuanto los trabajadores empezaron a decir "esta boca es mía". Los capítulos de análisis hacen recordar el principio del libro y es un placer leerlos, pero son pocos y breves: pronto vuelve la lista interminable de ministrillos, generalotes y demás hideputas, corruptos, cobardes y felones, cuyos nombres, en lugar de olvidarse para siempre, estamos acostumbrados a ver todos los días en el callejero de ciudades como Madrid, ay qué pena madre. Están por todas partes.

Pure Steampunk. Museo del Ferrocarril, Madrid, 2009

Y así seguimos hasta casi el último cuarto del libro, pues se trata ante todo de una historia del siglo XIX, en que llega la dictadura de Primo de Rivera y ahí parece que se acelera un tanto la cosa, quizá porque los personajes ya suenan un poco más, quizá porque al tomar esta historia tintes tan trágicos, el lector siente más interés que por la composición de los gabinetes de Isabel II. Es desolador, de todas formas, que un periodo tan largo como el franquismo lo ventile en 50 páginas, desperdiciándolas además en lo de siempre: ministros, generales, "familias" (falangistas, criptomonárquicos, monárquicos crípticos, democratacristianos, cristianodemócratas, opusinos, etc), dedicando bien pocas palabras a los increíbles cambios económicos y sociales que tuvieron lugar mientras tanto. Una pena.

Esta edición, a diferencia de la original, que como he dicho termina en 1975, tiene un epílogo que cubre los años de la democracia, escrito por el historiador Juan Pablo Fusi, que tampoco me ha gustado nada. Está lleno de enumeraciones, párrafos eternos donde suelta listas de intelectuales, de obras literarias, de políticos, de porcentajes de PIB, fastos, faraonadas, porcentajes de ocupación, leyes, libros de historia... paso la página, y me encuentro una lista más, y otra, así hasta que, con una última enumeración de cifras, deduce que ha llegado 2008, el país ha entrado en una crisis económica del copón (¿después de leer 700 páginas de penurias? ¿no puede poner nada en su contexto, este hombre?) y se acabó. A mi juicio, lo peor de un libro con demasiados fallos.

En resumen: tenía grandes esperanzas, que se han convertido en una decepción notable. A pesar de ser un libro de referencia y lo que quieran, recomiendo optar por autores que sigan otro orden de prioridades, como mi siempre favorito Eric Hobsbawm.

12 de diciembre de 2010

Barcelona frente a Madrid

En estos días hay en Madrid dos exposiciones de fotografía muy similares: fotógrafo prominente, temática -prensa, retratos de grupo, efemérides-, la época (principios del siglo XX), imágenes de gran calidad técnica (y copias de gran formato positivadas para las exposiciones, algo muy de agradecer) procedentes de los respectivos archivos regionales. En ambas podemos ver ejemplares del ABC, de cuando era un "Diario republicano de izquierdas". Qué cosas.

Si ignoramos cierto desfase temporal (el fotógrafo barcelonés nació en 1879, el madrileño en 1903), la mayor diferencia está en la ciudad donde trabajó cada uno de ellos, las dos grandes rivales en importancia dentro de nuestro país. Dado que las exposiciones están a cinco minutos a pie, es un magnífico plan para dedicarle unas horas de invierno, huyendo del tormento acústico prenavideño.

Brangulí.

Fundación Telefónica. Del 12 de noviembre de 2010 al 30 de enero de 2011.
Web de la exposición.


Nada más entrar, lo primero que verá el visitante son unas imágenes de gran formato de la Semana Trágica: iglesias quemadas, una barricada de obreros vestidos con blusón con niños por todas partes. Momias desenterradas, apoyadas contra una pared a la entrada de la iglesia. Brutal lección de historia de España.


Más adelante, la cosa se calma un poco. Además de fotoperiodista, Brangulí fue un fotógrafo documentalista, es decir, que se ocupaba de preparar reportajes y series fotográficas sobre la vida en Cataluña, algunas destinadas a la venta como las estructuras industriales de principios de siglo XX, orgullo de su propietario, o los abundantísimos bodegones de una feria de muestras; otras más probablemente eran un medio de expresión artística, como las escenas callejeras de una Barcelona que ya no existe. En las escenas más elegantes, los edificios nos recuerdan que se trata de la época dorada de Barcelona, de Gaudí y de
la ciudad de los prodigios.

Las estructuras de hormigón armado y acero, contrastan con las calles del barrio gótico; la miseria y la mugre en los talleres de costura, con las fábricas textiles donde casi no se ven los obreros entre cientos de telares y las arcaicas formas de distribución de energía a base de correas y poleas de cuero. Los orgullosos industriales mostrando sus productos recuerdan una época más inocente, antes del marketing y la mentira total.

Tras ver al abad de Montserrat bendiciendo un tren, sorprende luego encontrarse con las barracas del Somorrostro y sus pintorescos habitantes. Brangulí también acudía a las fiestas populares, donde encontré mi foto favorita: la Fiesta del Pez, en Manresa. Me encanta la composición, ayudándose del reguero para encontrar un orden entre toda esa multitud.


La exposición que han montado en Telefónica es enorme; tanto, que aun pasando de largo ante la inevitable serie de sucesos políticos, todavía hay material para un par de horas de contemplación. La calidad de las fotografías es magnífica; tanto, que además de la zambullida en el pasado, la retina del visitante se llevará una serie de imágenes de gran carga estética.



Josep Brangulí (1879-1945).
Fábrica de productos Ramón Graupera y Garrigó. Barcelona, 1915-1920




El Madrid de Santos Yubero.

Sala Alcalá 31. Del 23 de octubre de 2010 al 16 de enero de 2011.
Web de la exposición.


Al día siguiente, sustituí una Barcelona en su apogeo económico y cultural por la capital del estado opresor, reflejo de un país que, incluso en los años de mayor esperanza, no era como para presumir. Más aún si, como es el caso de esta exposición, nos centramos en la vida pública: actos políticos, desfiles, inauguraciones, retratos de próceres, también de toreros y faranduleras -eso de ver a Celia Gámez y, acto seguido, a Manolete me hace recordar
la canción de La Mandrágora-.

Quitando algunas fotos realmente espectaculares, que demuestran el arte del fotógrafo, como las masas de gente en los mítines o en el sorteo de los quintos, la mayor parte me parecieron un tanto aburridas, aplicando los esquemas que aparecen en el periódico todos los días. Probablemente, el fotógrafo tampoco podía sacar mucho más.


Personalmente, me quedo con las pocas imágenes que podríamos llamar de
"vida cotidiana": los niños desfilando, el mercadillo de Mesón de Paredes y, mi favorita, la del hombre que empuja un carro bajo el aguacero inmisericorde. Las más terribles, las de la posguerra: mucho brazo en alto, desfiles y banderas nazis, pero también hombros caídos de derrota en el comedor de Auxilio Social, o la anciana vestida de negro, condecorada con la Cruz de Hierro pero que seguramente habría preferido que su hijo hubiera vuelto con vida.

Y la foto más desasosegante de todas: una serie de danzantes de San Blas, disfrazados con extraños pijamas y mitras de obispo, en mitad de una celebración falangista: cuerpos desproporcionados por la desnutrición, rostros contraídos en unas muecas horribles, puro material salido de los grabados más delirantes de Goya.


Martín Santos Yubero (1903-1994).

26 de septiembre de 2010

¿MBA para gafapastas?


Alexander Osterwalder, Yves Pigneur
Business Model Generation


Wiley
Hoboken-New Jersey, USA
2010

280 páginas
web del libro




No inicié este blog para hablar de mi trabajo, y seguiré sin hacerlo, pero la lectura de este libro es consecuencia de una charla que tuve con mi jefe, en la que traté de ganar su apoyo para el proyecto en que ando metido estos días. No sé si conseguí transmitirle mi entusiasmo, o si me vio necesitado de ayuda y fundamento, el caso es que salí de la reunión con un bonito tomo para leer en mis ratos libres. Cosa que hice casi de inmediato, porque yo soy capaz de leer casi cualquier cosa.

La verdad es que es un libro bonito, donde se ve mucho esfuerzo invertido en diseño gráfico: tipografía, distribución de texto y figuras en la página, un código de colores para diferenciar los capítulos... parece una revista de arquitectura más que un libro de gestión empresarial, de ahí ese 'gafapastas' del título tímidamente polémico, ejem. Hay que reconocer que el diseño hace más atractiva la lectura, aunque yo soy de gustos algo más austeros.

Entrando en materia, para beneficio de aquellos mis lectores no versados en la jerga empresarial, empezaré definiendo qué es eso de "Modelo de negocio" ('Business Model' en el inglés original). Un modelo de negocio no es ni más ni menos que la descripción de cómo una organización se las apaña para crear, distribuir y retener "valor", es decir, para ganar dinerito. Por ejemplo, X hace botijos y se los vende a Carrefour, que se los pagará muchas lunas más tarde; Y tiene una flota de furgonetas, las alquila a gente que sólo ha conducido utilitarios y se forra cobrando compensaciones por abolladuras; Z no ingresa un céntimo pero tiene una página web 3.0 y ha convencido a la ignorante prensa española de que es lo más de lo más, por lo que vende acciones a pardillos... y así sucesivamente.

Business Model Generation comienza describiendo un método para analizar cualquier modelo de negocio: tras proponer unas categorías de estudio básicas (en plan "canales de venta", "recursos claves", "estructura de costes", "propuesta de valor", etc), las organiza en un rectángulo de forma que resulta sencillo ver las relaciones entre ellas, y cómo los modelos de negocio de ejemplo se pueden estudiar así. Llaman al rectángulo, y de paso al método de análisis, el lienzo (Business Model Canvas), en el que sin duda es el capítulo más importante del libro.


'Business Model Canvas' extraído del libro. Figura copiada de la Wikipedia, donde explican que la figura está sujeta a una licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0. No me limito a enlazarla porque Blogger para estas cosas funciona fatal...

Se trata de una herramienta aparentemente muy básica pero potente, como se demuestra en los ejemplos que suceden a su descripción, en la sección 'Patterns'. Gustándome cómo los analiza, me parece que se deja llevar demasiado por las últimas modas, algunas de las cuales están todavía muy lejos de haber demostrado que son un negocio sostenible y duradero. Concretamente, me parece que abusa demasiado de citas al gran gurú Chris Anderson (famoso por su larga cola, quiero decir, 'The Long Tail' y que últimamente repite éxito con 'Free'). Creo que vale leer la argumentación que respalda ambos artículos y que no carece de puntos interesantes, pero que en lugar de entusiasmarse con las palabrejas de moda, vale más aplicar un sano escepticismo, que todavía está muy reciente el timo de las .com. Recomiendo este par de incisivos artículos de Andrew Orlowski sobre The Long Tail y sobre Free.
En todo caso, el valor de los ejemplos es poner en práctica la teoría, por lo que podemos perdonar a los autores que se hayan apuntado de esa forma al carro cancamuso.

A partir de aquí, y queda más de la mitad del libro, los autores se dedican a relacionar la nueva herramienta del Canvas con técnicas creativas (ese 'brainstorming' que para tantos chistes ha servido) y con herramientas de análisis de estrategia empresarial: estudio del entorno, ejes SWOT de valoración de fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas... cosas bien sabidas cuya inclusión justifican al utilizarse para analizar modelos de negocio descritos utilizando el Canvas. Aunque no son capítulos mal escritos y el exquisito diseño gráfico ayuda una vez más a su digestión, tienen tufillo a relleno, a que había que sacar un volumen de casi 300 páginas porque los libros finos no se venden.

Si nos quedamos con las cien primeras páginas, practicamos leyendo con atención los ejemplos y tratamos de aplicar el Canvas a nuestro trabajo, creo que Business Model Generation tiene algo que aportar. El resto, para al que le sobre tiempo o sea muy nuevo en esto.

Amanecer en la plaza en fiestas. Hortaliza, septiembre de 2010.

20 de agosto de 2010

La santa indignación no vale lo que un buen relato

Martin Amis
Koba The Dread. Laughter and the Twenty Million

(Koba el terrible. La risa y los veinte millones)


Vintage, London, 2003.

272 páginas.




Si algún ser, humano o
thread escapado de su máquina virtual, sigue este blog de manera más o menos regular, se habrá percatado de que tengo cierto interés por el Gulag, esa sima de sufrimiento que durante tanto tiempo se infligió a los desgraciados habitantes del paraíso socialista. Novelas breves, como la magnífica Un día en la vida de Iván Denisovich; largos ensayos, como el primer tomo del Archipiélago Gulag, ambos de Solzhenitsyn, y volúmenes de cuentos, como los escalofriantes Relatos de Kolimá, de Shalamov, han proporcionado material a mis pesadillas, y mucha pavura ante cualquier utopía. Mis lecturas más recientes han llegado hasta la patética versión norcoreana, en formato comic, en el magnífico Pyongyang.

Si de algo quedé convencido, es del valor que tiene la forma elegida en la narración a la hora de transmitir el horror y la desesperación que sin duda reinaba en tan poco amenos parajes. La elección de Solzhenitsyn en Iván Denisovich, presentando como rutinario lo que para cualquiera sería pura pesadilla; la estructura de relato breve, sorprendiendo al lector con desenlaces apenas entrevistos pero que dejan mal cuerpo, de Shalamov, o incluso la mirada sardónica a la sociedad norcoreana de Guy Delisle, funcionan mil veces mejor que el catálogo de horrores de la obra más conocida de todas las que cito, el Archipiélago. Es mucho más efectivo seguir a un zek en sus idas y venidas para sobrevivir un día más, que cientos de páginas describiendo horrores, con acumulación de cifras y acusaciones a quienes no supieron verlo a tiempo.

Lo poco que he leído de Martin Amis me gustó ('Money', hace ya mucho tiempo), así que, al enterarme de que entre su amplia producción hay un libro dedicado a los crímenes del estalinismo, lo metí en el saco (en estos tiempos, en el carrito del e-commerce). La portada, mostrando un joven y risueño Jósif Dzugashvili, es todo un hallazgo. Pero el encanto se desvanece bien pronto: se trata de una especie de ensayo, a modo de denuncia de los crímenes bolcheviques, por una parte, y por la ceguera de gran parte de los intelectuales occidentales, por otra.

Aunque no se trata de Kolimá, bien podría serlo.
Jökulsárlón (Islandia), junio 2010

Teniendo en cuenta que lo escribió en 2002, no es una iniciativa especialmente heroica; allá el señor Amis con las cuentas que tuviera que saldar, el caso es que el resultado es francamente decepcionante.

Partiendo de la tesis de que todo en el régimen fundado por los bolcheviques es malo y criminal, comenzando por las primeras acciones de Lenin y Trotski en la guerra civil y primeros intentos de colectivización agraria, se lanza a describir una larga lista de atrocidades, burradas y absurdos cometidos por los dirigentes de la URSS, incluyendo algún puyazo que otro a los que lo alababan desde la comodidad y seguridad de los ricos países de la Europa occidental.

Sin dejar de estar de acuerdo con el fondo de la cuestión, creo que en la acumulación de denuncias se cuelan algunos ataques personales un tanto triviales -que Lenin no fuera un gigante de la filosofía y sus lecturas un tanto mediocres, no creo que merezcan tantas páginas-, y a base de negar todo lo que supuso el comunismo, acaba por idealizar el régimen de los zares, lo cual ya es pasarse de frenada. En ocasiones se cuela un tufillo clasista que tampoco me entusiasma: ¿qué pasa, que si el padre de uno fue un humilde trabajador ya no se puede esperar nada bueno?. Quizá me estoy dejando llevar por el hastío provocado por
Koba the Dread, sus innumerables repeticiones y anécdotas extraídas de otras obras, pero no vale ni lo que uno solo de los Relatos de Kolimá. En este caso, mucho mejor recurrir a las fuentes.

16 de agosto de 2010

¿Por dónde has tirado el cable, Paco?

Primero fueron los barcos, después los aviones.
Ahora, este servicial blog les trae otro mapa curioso e interactivo: el de los cables submarinos de fibra óptica que hacen posible esta cosa de La Internete.

http://www.cablemap.info/ es un mapa interactivo, generado a partir de información de dominio público, donde podemos seleccionar un cable y ver sus características (longitud, número de conexiones a estaciones en tierra o landings, ancho de banda), además de una lista de lugares costeros donde termina alguna de estas maravillas de la ingeniería.

Esto me recuerda uno de los mejores trabajos del género reportaje que he leído nunca: publicado en la revista Wired en 1996, "Mother Earth Mother Board", sobre -cómo no- el trabajo y las complicaciones de todo tipo que tiene el tendido de cable submarino. Vale la pena imprimirlo (es muy largo) y leerlo tranquilamente, sobre todo si tu trabajo tiene algo que ver con las telecomunicaciones. O si usas Internet, o si alguna vez has llamado por teléfono a alguien fuera de Europa.

Vista parcial del cable APCN2, entre Corea, China y Japón.
10 "landings", 19.000 km, 2.56 Tbps:
una maravilla, oiga.

8 de agosto de 2010

Unos meses en la utopía socialista


Guy Delisle
Pyongyang: A Journey in North Korea
(Pyongyang: un viaje por Corea del Norte)



Jonathan Cape, London, 2006
176 páginas.


Publicado inicialmente en francés en 2002.


Un estudio francés subcontrata la animación de una serie infantil (al parecer, una sonriente familia de osos) a unos estudios norcoreanos cuyo fin es la educación de las masas, pero ahora temporalmente dedicados a la captura de divisas, y Guy Delisle, animador québécois, es enviado tres meses a supervisar los trabajos al país más aislado de la Tierra. 'Pyongyang' es la narracción del viaje, de las anécdotas y de los aspectos de la sociedad norcoreana que pudo conocer el autor.


Los libros de viajes tienen particular interés cuanto más distinto es el país visitado a lo que ya conocemos. En este caso, no escribe sobre paisajes, tribus o costumbres exóticas, sino un vistazo a una sociedad delirante, centrada en el culto a la personalidad de un líder de apariencia ridícula, capaz de matar de hambre a millones de sus ciudadanos mientras juega una extraña partida en la que se apuestan misiles y cabezas nucleares y se pone ciego a coñac francés. En ese sentido, no decepciona: desde su llegada, en la que Delisle tiene que depositar unas flores ante la gigantesca estatua de Kim Il-Sung, se suceden escenas surrealistas de visitas a monumentos ridículos, vigilancia constante por la pareja de guía e intérprete, situaciones absurdas en el trabajo y un par de encuentros con la enrarecida comunidad diplomática y de ONGs. Siempre presente, el trasfondo de sufrimiento y privaciones del pueblo norcoreano, con el que el autor no tiene prácticamente ningún contacto, salvo preguntas mordaces al intérprete -"y éstos que están barriendo la autopista, ¿qué? ¿también voluntarios?"- y sus propias observaciones, casi siempre a través de la ventana del coche, del trabajo o del hotel.


La forma elegida por Guy Delisle para la narracción es todo un acierto: un comic que le da lugar a dibujar lo que más le llama la atención, a representar animados diálogos normalmente con otros occidentales, o a hacer un par de reflexiones en voz alta sobre lo que aprende sobre el país. Evita conscientemente las largas e indignadas peroratas que son de temer en cualquier obra sobre los peligros del "socialismo real", prefiriendo dejar que sus observaciones, y como mucho pequeños comentarios al margen, muestren al lector lo que cualquiera en su lugar podría ver. A partir de ahí, que cada cual saque sus propias conclusiones.


Presentación del traductor, el inefable Capitán Sin.

Nunca había leído nada de Guy Delisle, y su estilo al dibujar me encanta: viñetas sencillas, que encajan muy bien en un formato de novela gráfica, siguiendo un guión que consigue que no decaiga nunca el interés. Hay detalles preciosos, como la enorme tortuga que nada en la penumbra del acuario del comedor del hotel, y escenas muy divertidas, como la canción dedicada al intérprete, militar en la reserva, con la que se arrancan Guy y su amigo David cada vez que coinciden con él dentro de un coche:


Captain Sin
He's our hero
He's our power magnified.
Captain Sin!!

Por supuesto, el resultado final no dejará a nadie con buen sabor de boca: ese infierno de represión, de mentiras, esa sociedad en la que la mayor parte de la población está obligada a hacer tareas estériles -este comic contiene unos cuantos ejemplos- no puede ser el trasfondo de nada agradable. Pero gracias a esta excelente obra conozco mucho más de cómo es la vida allí, además de haber descubierto a un buen autor de comics.

1 de agosto de 2010

Turner y los maestros

Museo del Prado. Del 22 de junio al 19 de septiembre de 2010. Web de la exposición.

Los museos, antes de convertirse en lugares
'de obligada visita' para castigo de turistas, tuvieron una finalidad sobre todo pedagógica: mostrar al público obras de arte, para que pudieran contemplar lo que antes sólo estaba a la vista de cuatro cortesanos privilegiados, y, con un poco de suerte, mejorar su educación estética. Basta con ver la turbamulta de japoneses haciendo fotos con flash a una Gioconda escondida tras un cristal blindado para constatar que, en efecto, misión cumplida.

Esta vez, nuestro querido Museo del Prado ha optado por este enfoque didáctico: seleccionar unas obras de uno de los Grandes Maestros del pasado, casi sin presencia en los museos españoles, comparándolas con pinturas de artistas anteriores en quienes se había inspirado, a menudo explícitamente o en forma de "homenaje".

Resulta increíble la variedad de géneros con los que se atrevía Turner: a veces con éxito, como es el caso de los paisajes, en los que muchas veces conseguía superar a sus maestros (Poussin, Claudio de Lorena, o incluso Canaletto), cuyos paisajes en la comparación con los novedosos efectos atmosféricos de Turner aparecen empastados y sin vida; otras veces, como en las escenas galantes à la Watteau, fracasa de mala manera.

Snow Storm-Steam-Boat off a Harbour's Mouth. Turner. 1842.

Quizá la serie más destacable por su belleza es la de pinturas de tema marino: inspirándose en artistas holandeses (Ruysdael, Van de Welde), expertos en el tratamiento de la luz y de los fenómenos naturales, Turner se atreve a dotarles de mayor intensidad, claroscuros y colorido, presagiando el movimiento impresionista que surgirá décadas más tarde y en otro país.

Un consejo: si piensas aparecer por el Prado unas cuantas veces al cabo del año, plantéate hacerte socio de la Asociación de Amigos del Museo: no tener que guardar cola tiene su gracia.


Peace. Burial at Sea. 1842.

18 de junio de 2010

Buscándose por Estambul

Orhan Pamuk
The Black Book (El libro negro)


Título original: Kara Kitap.
Publicado originalmente en 1990.
Traducción de Maureen Freely

Vintage, New York, 2006. 466 páginas.



Tras una corta, pero agradable y fructífera visita a Estambul, era casi obligado emprender la lectura de alguna obra literaria relacionada con una ciudad tan enorme y compleja. El novelista constantinopolitano de referencia en las últimas décadas y que probablemente será durante mucho tiempo es Orhan Pamuk; gracias a unos buenos amigos, cayó en mis manos la traducción inglesa de esta soberbia novela, en la que uno de los protagonistas es, sin duda, la ciudad. No vista con los ojos de un occidental, con todos los peligros de mitificaciones orientalistas que nos podría atizar, sino desde el punto de vista de sus naturales, que la sufren a diario y no pueden imaginarse vivir en otro lugar.


La acción se desarrolla sobre todo en la parte más occidentalizada de Estambul, los barrios de Beyoglu y Nisantasi; pero en sus múltiples idas y venidas por calles, puentes, pasadizos subterráneos y hasta un minarete de la mezquita de Süleymaniye, el lector se podrá formar una completa imagen de la ciudad: sucia, fría -nieve por todas partes-, caótica y quizás algo melancólica, pero donde todo puede ocurrir: es casi un mundo mágico, donde se mezcla la triste realidad de unos años de represión y dictadura con fantásticas historias del pasado y con todo tipo de excentricidades a nivel individual.


El protagonista, Galip, vástago de una familia venida a menos, se lanza a la búsqueda de su amada Rüya, quien le acaba de abandonar. Se trata de una búsqueda muy extraña, recorriendo barrios, cines, cafés, burdeles, meyhanes y mezquitas, acompañada de un viaje interior en el que Galip sigue pistas donde se mezclan la identidad (¿quién soy yo?), lecturas del destino humano en el rostro, y teorías cabalísticas -el Hurufismo- y enseñanzas del gran poeta místico sufí Rumi. Unos movimientos de escape que contrastan con la triste realidad diaria de una sociedad sujeta bajo una dictadura militar, temiendo siempre el próximo golpe de Estado y consciente de no haber terminado todavía de sufrir una larga decadencia.

La comisaría amarilla del barrio de Sultanahmet. Estambul, marzo de 2010.

Se trata de una prosa compleja -y muy probablemente infernalmente difícil de traducir-, que me obligaba continuamente a volver atrás y releer capítulos enteros, pero que ofrece pasajes de gran interés, como las historias casi legendarias que Galip descubre a partir de un increíble archivo de publicaciones subversivas y los cambiantes pseudónimos de sus articulistas de ultraizquierda. Los capítulos narrativos se alternan con columnas de prensa escritas por Celâl, tío del protagonista, periodista célebre que utiliza una curiosa mezcla de realismo mágico y costumbrismo: escribe sobre sultanes, pachás, gángsteres del Bósforo, y también tenderos y fabricantes de maniquíes. Una curiosa visión del mundo que se difunde por toda la novela, permeando también la trama principal y llevándola hasta unos extremos de complejidad que requiere, la verdad, una buena dosis de esfuerzo por parte del lector.

Como suele suceder, el disfrute de un logro suele corresponderse a la dificultad para conseguirlo, y The Black Book no es una excepción: la sensación al terminar esta larga novela es la de haberse acercado a un universo difícil pero hermoso, que trae el premio añadido de poder identificarse con una de las ciudades más interesantes del mundo.

12 de junio de 2010

Helen Levitt. Lírica urbana. Fotografías 1936-1993

Museo Colecciones ICO. Del 10 de junio al 29 de agosto de 2010. Web de la exposición.

Un año más, llega el mes de junio y mi festival de exposiciones favorito, Photoespaña. Este año parece un poco más pobre que los anteriores, será cosa de la crisis, aunque el sitio web sigue siendo tan mierda como siempre, basado en Flash y sin presentar el catálogo de eventos de forma unificada, que pueda enlazarse e imprimirse. Recemos para que San Steve Jobs les ilumine a golpes de iPad, con eso de que el gremio del diseño gráfico tiende a consumir todo lo adornado con una manzana mordida.

Al navegar (sufriendo, insisto) por el catálogo me llaman la atención un par de nombres conocidos: Moholy-Nagy, en el Círculo de Bellas Artes, y Helen Levitt, en la galería que tiene el ICO en el callejón trasero del Congreso de los Diputados. Como recuerdo con agrado las fotografías de Levitt expuestas el año pasado en el Reina Sofía, decido comenzar por ella.
La primera sala me produce sensación de déjà vu: ¡son las mismas fotos! Y claro, si me gustaron entonces, cómo no me van a gustar ahora esas imágenes de finales de los años 30 y principios de los 40, humanas y amables, de los niños de barrios pobres de Nueva York, jugando, riendo ante la cámara los más chicos y con sonrisa más traviesa los más mayores. En una dimensión más formal, me encanta el uso sencillo de la composición que hace Levitt, distribuyendo los elementos en el encuadre de la forma más efectiva posible, como se demuestra en las niñas que contemplan las pompas de jabón: niñas a la izquierda, burbujas a la derecha. Y la calzada, en diagonal, para romper un equilibrio que sería excesivo.

Helen Levitt. New York, 1940.

Teniendo en cuenta que la tercera parte de la exposición ya la pudimos ver el año pasado, y que otra de las muestras especiales de esta edición de Photoespaña, la del Reina Sofía, también está dedicada a Manhattan, surge la pregunta de si no podrían haber buscado un poco más de variación temática... el éxito de público está asegurado, es algo que gusta, pero poco nuevo vamos a descubrir. En fin, disfrutamos y seguimos la visita.

Algo diferente son ya las fotografías posteriores, una serie de los años 50 y otra de los 70/80: sigue siendo fotografía callejera y amable, no tan centrada en el mundo infantil y que usa el color de una forma muy inteligente. Donde cambia totalmente el registro es en una colección dedicada a México: personajes deformes, tullidos durmiendo la siesta en callejones sin asfaltar, muecas desagradables. Lo que en Spanish Harlem o en el Lower East Side es pobreza pero que deja lugar a la alegría, en México es miseria que deforma los rasgos, aproximándolos a los grabados de Goya.

Me cabreó bastante, no sé si culpar a la fotógrafa o al curador de la exposición, porque me imagino cierta intencionalidad: ¿qué pasa, en Nueva York no hay gestos horribles, borrachos que dormitan en un portal tras haberse vomitado encima? ¿en México los niños no ríen, se suben a los árboles, se admiran ante unas pompas de jabón? Probablemente se trate de un exceso de celo por mi parte, por lo que vuelvo a una de mis fotografías favoritas: cómo improvisar un baile, en plena calle.


Helen Levitt. New York, circa 1940.

30 de mayo de 2010

Pinar de Cabezas de Hierro (valle del Lozoya)

Ruta 055 descrita en la web "Excursiones y Senderismo"

Una vez entra mayo, terminan las sorpresas metereológicas y se estabiliza la cosa, comienza en la mitad sur de la Meseta algo terrible, llamado verano. Lo de ir en chanclas y camiseta por la vida mola, aunque en cualquier transporte o edificio público traten de matarnos a base de aire acondicionado (¿por qué no empezarán por ahí la austeridad y no por nuestros sueldos?), pero lo de no poder dormir y tener que arrastrarme al trabajo al día siguiente bajo un sol de justicia ya me gusta menos.
También hay que cambiar las costumbres en cuanto a los paseos por el monte: el calor pasa a ser aquello de lo que más hay que protegerse, y planificar teniéndolo muy en cuenta. Volverán las excursiones nocturnas, y, si es de día, en la provincia de Madrid conviene buscar sitios frescos, como el valle del Lozoya, que se abre hacia el norte.

La excursión de hoy es un simple paseo por el bosque, sin grandes esfuerzos y con la posibilidad -bien aprovechada- de poder remojarse los pies en agua helada en cada descanso. Si el paseante tiene amor por el riesgo, a continuación puede visitar el monasterio de El Paular y enfrentarse a la visita guiada por un fraile gordito, gracioso y con tendencia a interpretar la Historia a su modo. Si coincide con un autobús de jubilados segovianos, la situación absurda está asegurada.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 18,5 km
  • Tiempo en movimiento: 4h
  • Tiempo parados: 2h 08'

Ruta trivialmente sencilla: dejando el coche en el aparcamiento de un merendero ribereño, subimos la ladera para volver a la orilla del Arroyo de la Angostura, que luego pasa a llamarse Río Lozoya. Habría sido mejor volver por la otra orilla, más sombreada.

Este perfil tiene forma de montaña, pero si nos fijamos en los números -no llega a los 450 metros de desnivel- vemos que más bien parece un paseo a comprar el pan.

22 de mayo de 2010

Estanh de Escunhau

Ruta nº 24 de la guía de la editorial Alpina dedicado a los lagos de La Val d'Arán.

Tres días trotando por la comarca pirenaica del Valle de Arán son suficientes para hacerse una idea de la geografía del paraje: un valle principal, surcado por el Garona y donde están los pueblos y aldeas, y estrechas gargantas a ambos lados de aquél, que ascienden hasta cabeceras en forma de circo glaciar en las que hay uno o varios pequeños lagos. Aunque no tengo pruebas fehacientes, sospecho que cada garganta pertenece a una aldea, que tradicionalmente aprovecharía los pastos en altura y los bosques de media ladera, siguiendo leyes antiquísimas y con pleitos y garrotazos a la orden del día.

Esta excursión fue muy parecida a la anterior, pero exagerando todo un poco: más distancia, más desnivel, y más nieve una vez superada la cota de 1500 metros. Bonito paseo por pista forestal subiendo por un hermoso bosque de abetos para seguir por la zona de pastos de montaña, hasta un ascenso final hasta contemplar el lago, ascenso agotador a causa de la nieve blanda y que en verano ni nos hubiésemos enterado.
La ventaja, disfrutar de un paisaje nevado espectacular, y no tener que compartirlo con nadie, salvo algún gamo despistado y el águila en lo alto.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 26,4 km
  • Tiempo en movimiento: 5h 56'
  • Tiempo parados: 2h 49'

Subida en zig-zag por una pista, hasta llegar al Barranc de la Bargadèra y seguirlo hasta su origen. Los dos kilómetros finales, desde una casa llamada 'Pletá dera Lana' hasta poder contemplar el Estanh, agotadores.

Este perfil se parece al de los días anteriores hasta que se fija uno en los números (click para ampliar). 1000 metros de desnivel, sumados a los 26 kilómetros y medio, cansan.

Estanh de Colomers

Ruta nº 34 de la guía de la editorial Alpina dedicado a los lagos de La Val d'Arán.

Al igual que en la etapa anterior, no pudimos llegar en coche al punto de salida de la ruta, esta vez por la nieve que tapaba la carretera de acceso. Al tener categoría de pista forestal, no tiene el mismo mantenimiento que una carretera normal, por lo que no podíamos esperar que una quitanieves nos sacase de apuros; y a nadie le apetecía quedarnos tirados.
De todas formas, a nadie le importó tener que andar un poco más: los primeros kilómetros fueron un agradable paseo por uno de los valles que salen transversalmente del espinazo del Valle de Arán, que subiendo se convierte en garganta hasta llegar a un circo glaciar que suele rodear uno o más pequeños lagos, estanys en catalán o estanhs en aranés.

En este caso, la carretera terminaba en un agradable paraje, imagino que lleno de prados bajo la nieve, con un pequeño hotel con aguas termales (Banhs de Tredòs) a la orilla del riachuelo que seguimos hasta su nacimiento, el Arriu d'Aiguamòg -me encantan los topónimos araneses-.
Siguiendo por otro camino, la ruta sólo se hizo algo más dura en la parte final, al abandonarlo para el ascenso final hasta la presa que cierra el Lac Major de Colomèrs. Además de la dura subida por nieve blanda -con raquetas y todo, nos hundíamos a cada paso-, al llegar a la cota 2000 la niebla (habíamos llegado literalmente al nivel de las nubes) y el frío no aconsejaban continuar mucho más, por lo que comimos en el refugio y dimos media vuelta en lo que fue un fantástico paseo por el valle nevado. Con parada en el hotelito de los Banhs para tomar un cafelito, degustar licores locales y jugar un poco con el perro de los dueños, antes de seguir con, cómo no, renovados bríos.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 20,5 km
  • Tiempo en movimiento: 5h 01'
  • Tiempo parados: 3h 06'

Rumbo sur hasta el ascenso final. Aunque las 5 horas y 20 kms no son datos desdeñables (y menos en montaña), hay que tener en cuenta que casi todo era por pistas y caminos, por lo que se trata de una ruta larga, pero fácil.



Perfil muy suave, repartido en mucha distancia, por lo que los 650 metros pesan bien poco.

20 de mayo de 2010

Estanh de La Solana por la ribera de Bords

Ruta nº 14 de la guía de la editorial Alpina dedicado a los lagos de La Val d'Arán.

Mi primera escapada por el Valle de Arán comenzó de forma un tanto accidentada: a causa de unas obras en la carretera hubo que salir de la aldea de Vilac en lugar de la de Mont, lo cual añadió unos nada desdeñables 200 metros a la ruta. Y el tiempo, nada primaveral, hizo que no pudiéramos culminarla, teniendo que retroceder en plena garganta del Arriu de Bords. No a causa de la nieve, pues íbamos bien abrigados y provistos de raquetas, sino por la niebla cada vez más cerrada: no es ni agradable ni prudente subir fiándose únicamente de una línea rosa dibujada en la pantalla de un GPS de bolsillo.
A pesar de todo, una agradable excursión, buena parte de ella por un bosque con gran variedad de árboles (pinos, abedules, abetos, avellanos), y, salvo la última parte, sencilla, si podemos con la pendiente. El camino de vuelta, un verdadero placer.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 11 km
  • Tiempo en movimiento: 3h 26'
  • Tiempo parados: 3h 46'


La ruta no tiene pérdida: se toma el camino hasta que se acaba, para continuar garganta arriba hasta el pequeño lago, si los elementos nos lo permiten.


El perfil muestra a las claras dónde está la dificultad de la ruta: 800 metros de desnivel, al que habría que sumar más de 200 de haber llegado al estanh. Claro que son más o menos los que añadimos al principio.

9 de mayo de 2010

Miquel Barceló. 1983-2009. La solitude organisative.

CaixaForum. Del 10 de febrero al 13 de junio de 2010. Web de la exposición.

Tanto tiempo leyendo opiniones, en su mayoría alabanzas, de uno de los artistas contemporáneos principales de nuestro país, y todavía no me había pasado por una exposición suya, por lo que entré cargado de ideas preconcebidas, tan cuidadosamente reflexionadas como
"si lo alaba El País Semanal, no puede ser bueno". Si además sumamos mis experiencias anteriores con el edificio, tan family-friendly que parece una guardería, con la diferencia que en la guardería suele haber alguien que manda callar a los niños, cosa que el padre gafapasta pasa de hacer, no prometía mucho la visita.

Miquel Barceló, "Retrato de John Berger". Aunque me temo que el color de la reproducción no se parece nada al original, queda la fuerza de la pintura.
Un artículo de Berger dedicado a Barceló (2005).

Mi primera impresión no hizo sino reforzar mis prejuicios: rodeado de chillidos de criaturas sobreexcitadas, me planté delante de un lienzo de gran tamaño, con manchas de colores cálidos sobre fondo verdoso, distribuidos sobre emplastos de material. No pude evitar que me recordase los murales de cerámica que decoran las oficinas de la caja de ahorros de mi provincia natal.

Menos mal que un poco de perseverancia por mi parte y los méritos de la exposición hicieron virar mis percepciones. Empecé a dejarme llevar solamente por la estética, el juego de colores y texturas -a veces incluso pliegues del lienzo- que tan bien domina Barceló, convirtiendo sus cuadros en algo similar a un bajorrelieve, aunque abstracto. No siempre las figuras pintadas se sincronizan con la distribución de bultos, lo cual permite una doble lectura, como si fueran las distintas capas de un mapa.

Entre unos bodegones que me seguían pareciendo demasiado triviales, encontré una serie de lienzos de gran formato que francamente me gustan: aquellos que parecen mapas de un desierto, o de otro planeta. Podría pasarme horas contemplando la distribución de formas, absorbiendo las sensaciones de inmensidad y desolación que me transmiten; especialmente frente a mi favorito, "Arajatabla", un extraño mural pintado sobre papel de periódico formando pliegues, lleno de retorcidas formas orgánicas que inspiran un hipotético fondo marino.

A partir de ese momento, había quedado convertido a la causa de Barceló. Según pasaba de sala en sala, una vez empapado de la forma de ver el mundo del artista, lo que veía me atraía cada vez más: las esculturas en forma de cráneo modificado, las acuarelas de su etapa africana, y sobre todo esa soberbia galería de retratos: genial el de John Berger, por mencionar uno del que conozco al retratado. Para culminar en el gorila condenado a vegetar, acojonado, en el rincón de "La soledad organizativa".
Pocas veces he sacado tanto partido a una exposición de un artista tan conocido. Ojalá haya muchas más ocasiones así.

Miquel Barceló, "La solitude organisative", 2008.

24 de abril de 2010

Viendo pasar los aviones

Hace unos meses me dediqué a ver pasar los barcos en el sitio web marinetraffic.com. Durante el soberbio espectáculo de coordinación, prevención y ciencia con que nos deleitaron las autoridades europeas tras el magmático regüeldo (soberbia palabra, por cierto) del volcancito Eyjafjallajökull, una forma práctica de saber qué estaría pasando de verdad en el espacio aéreo era a través de una web que aplicase el mismo principio: capturar la señal de radiobaliza que difunden los aviones y superponerla sobre un mapa digital al puro estilo mashup.

La mayoría de aeronaves modernas disponen de un sistema, llamado ADS-B, que transmite constantemente una serie de datos: identificación del vuelo, matrícula del aparato, posición (obtenida vía GPS), velocidad, y cualquier poseedor de un receptor en la banda de 1090 MHz y de un decodificador capaz de interpretar las señales, podrá saber qué aparatos vuelan sobre su barrio e incluso un poco más lejos. Un ejemplo de receptor es éste, no demasiado costoso para aficionados (unos 500 €).

El paso siguiente es volcar todos los datos a un servidor que los represente sobre un mapa, enlace con un par de bases de datos públicas para ver aerolíneas y rutas, y los publique en la web. El que he encontrado de ejemplo se llama flightradar24.com, empezó en Suecia hace poco por lo que todavía no tiene demasiada gente conectada y hay zonas del mapa sin cubrir, como por ejemplo casi toda la Península Ibérica, pero donde hay cobertura funciona de maravilla.

Como ejemplo, una captura de pantalla de un área geográfica similar a la de los barquitos. He pinchado sobre un vuelo de lo más rutinario: SAS1425 Estocolmo-Copenhague, un Boeing 737 con muy poco glamour.

Durante la gran fiesta de la ceniza a cargo del Eyjafjallajökull -si no eres periodista español, tampoco es un nombre tan chusco; es una palabra compuesta de tres: Eyja-isla, fjalla-montaña, jökull-glaciar- bastaba con ver el mapa vacío de avioncitos amarillos para constatar que era mejor retrasar ese viajecito absurdo a Finlandia. Ahora sirve para pasar las horas muertas contemplando tanta actividad.

28 de marzo de 2010

La futilidad de los trabajos de los hombres

Ha pasado menos de un año desde que leí "Sólo un muerto más", y al pasar por la papelería de mi calle descubrí en el escaparate una novela de mi admirado Ramiro Pinilla, así que no lo pensé dos veces...

Ramiro Pinilla
Las ciegas hormigas


Tusquets.
Barcelona, 2010.
319 páginas.


Publicada inicialmente en 1961, "Las ciegas hormigas" es un ejemplo de novela prácticamente secuestrada por el editor (Destino, el de los premios Nadal) hasta que, tras muchos esfuerzos, el autor logra rescatarla y publicarla en otra editorial. Para los lectores, toda una suerte.

El argumento se resume en cuatro letras: un carguero inglés naufraga contra los acantilados de La Galea, en Getxo, y su carga de carbón se desparrama. Al caer la noche, la familia Jauregui, al igual que los demás habitantes del pueblo, lucha contra los elementos y la mala suerte para atrapar la mayor cantidad posible de combustible con el que sobrevivir al duro invierno de posguerra.

Además de la situación en ese Getxo mítico tan soberbiamente retratado en los tres volúmenes de "Verdes valles, colinas rojas", "Las ciegas hormigas" utiliza la misma estructura narrativa, en la que los personajes de la novela se van relevando como narradores, alternando sus puntos de vista y presentando al lector las distintas versiones y motivaciones de los hechos. Hay algunas diferencias, como la existencia de un narrador principal que inicia cada capítulo: Ismael, el hijo de catorce años, y la ausencia de la voz del verdadero protagonista, Sabas Jauregui, el padre de familia cuya voluntad es la energía que mueve todo en esta novela.

Sin salir de la familia Jauregui, la galería de personajes es notable: la abuela, la madre, el cuñado borrachín, la niña y sus gatitos, los hijos forzados a participar en una aventura trágica aun teniendo razones válidas para no hacerlo. Sin embargo, el papel que juega el padre, luchador incansable que parece seguir su terrible destino como en un guión de tragedia clásica, es lo que más ha llamado mi atención en "Las ciegas hormigas". Sabas acepta su misión, estrellarse una y otra vez en un mundo hostil y sin alegrías, reventar de agotamiento solamente para que alguien más pueda sucederle en esa lucha infinita cuyo resultado estaba escrito desde el principio.

Estambul, marzo de 2010.

Aun tratándose de una novela brutal, la he leído con agrado, comprobando una vez más la maestría de Ramiro Pinilla para construir la historia y unos personajes tan extremos pero tan bien implicados en ella. Quedo agradecido de que siguiera escribiendo sobre su Getxo imaginado, y apunto como deber leer a Faulkner, aunque mucho me sorprendería que me cause tanto placer y asombro.

1 de marzo de 2010

Ya te digo yo quiénes acabaremos pagando el arreglo

En un arranque de participación en la sociedad civil de este maravilloso país, este pequeño blog quiere sumarse a ese espontáneo movimiento que de repente ha empapelado el país de publicidad optimista, en riguroso blanco y negro, compuesta usando Helvetica Bold y con alguna pequeña falta de ortografía que poco importa, siendo por una buena causa.

He aquí mi contribución:


Acabaremos haciendo la competencia a los famosos carteles desmotivadores. Y si no, al tiempo...

21 de febrero de 2010

Wyndham Lewis (1882-1957)

Fundación Juan March. Del 5 de febrero al 16 de mayo de 2010. Web de la exposición.

Como ese personaje imaginario que se lee todo lo que aparece en este blog bien sabe, soy fiel visitante de las exposiciones que organiza generosamente la fundación Juan March. Suelen ser muestras centradas en pintores no demasiado conocidos en nuestro país, aunque sí relevantes, por lo que tienen una función divulgativa importante. Al centrarse en un solo pintor, o como mucho en un grupo muy concreto, son verdaderas retrospectivas de su obra, con lo que la lección de arte queda completa. Para redondear su mérito, normalmente se ocupan del período de las vanguardias europeas (desde 1890 a la Segunda Guerra Mundial, lo que mi libro de historia de la pintura llama con mucho acierto "La modernidad clásica"), una época algo floja en los museos de nuestro país, y que todavía es comprensible para quienes tenemos dificultad para tragar aquello del 'todo vale, mientras haya costado mucho dinero'.

La exposición que hoy me ocupa es un claro ejemplo: un artista muy relevante en las vanguardias de principios del siglo XX, pintor y escritor, de un país, Gran Bretaña, que no suele sonar mucho en el campo de las artes plásticas modernas (compárese con Francia, Alemania, Italia, Austria, Rusia o incluso España), y totalmente desconocido para mí -no es ningún demérito del artista, sino una laguna más de mi educación artística, que esta exposición viene a solucionar-.

Wyndham Lewis, Autorretrato como 'Tyro', 1921

Wyndham Lewis, muy influido por los movimientos artísticos que se desarrollaban en otros países europeos (Cubismo, Futurismo), fundó el Vorticismo, volcado en representaciones geométricas, muy dinámicas y relacionadas con la divinización de la máquina -cuánta inocencia, visto desde aquí-. Mirando desde el año 2010, y comparando con lo que tenemos ahora, esa breve época parece una verdadera Edad de Plata de las artes plásticas.

La exposición se ordena siguiendo un recorrido cronológico, comenzando con dibujos y acuarelas de la época de estudiante, siguiendo por la pintura vorticista, la I Guerra Mundial, una serie de retratos (sobresalientes), y una serie de etapas posteriores más marcadas por el surrealismo y la abstracción. Muy completa, quizás demasiado, pues el escaso espacio disponible obliga a concentrar mucho las piezas y las visitas guiadas bloquean totalmente el paso, es una verdadera antología de la producción de Lewis.

Al salir del local de la fundación, no estaba muy seguro de si me había gustado o no; sí que estaba convencido de no haber desperdiciado la tarde, pues como mínimo había aprendido algo nuevo. Un par de días más tarde, las imágenes que conservan más fuerza en mi memoria son los retratos (Ezra Pound, T. S. Eliot, Edith Sitwell) y las pinturas sobre la I Guerra Mundial, en la que combatió como artillero.

A la salida de la exposición, caminando hacia el metro, me encontré con un viejo amigo al que hacía años que no veía. Lo que se dice un día redondo.

Wyndham Lewis, "A Battery Shelled", 1919

13 de febrero de 2010

La Pedriza para principiantes II: haciendo las cosas bien

Desde hace más de un año tenía yo una espina clavada en esto del caminar: encontrar una ruta corta y agradable por La Pedriza, para enseñar tan hermoso paraje a gentes no muy entregadas a esta actividad. Requisitos: ruta corta, esfuerzo físico razonable, y que no terminase con la expedición peleándose en torno a un mapa azotado por el viento y habiendo bebido toda la provisión de agua horas antes de encontrar el camino de vuelta (eran tiempos pre-blog), o en un descenso infernal y peligroso para la integridad física de los caminantes (véase el original "La Pedriza para principiantes").

No se rían. Para un caminante autodidacta, que confía en las líneas pintadas en un mapa como si del Código de Hammurabi se tratase, La Pedriza se convierte en un lugar accidentado y cambiante, con puerta de entrada pero no de salida, un laberinto que consigue despistar y confundir el Norte con el Sur, y lo que es peor, la cuesta arriba con la caída a plomo.
Pero hoy se deshizo el hechizo. No sé si alegrarme o entristecerme, pero hoy conseguimos llevar a cabo un recorrido circular, por la ruta trazada y sin incidentes notables, disfrutando de un día frío y claro de invierno, de las habilidades de las cabras montesas y de las hermosas vistas. Y de la relajante visión del borrico del refugio Giner de los Ríos tomando el sol, demostrando con la acción (es un decir) lo que es una digna filosofía vital.

Ruta muy parecida a la seguida anteriormente, con la diferencia de que desde la pradera del Yelmo descendimos directamente hasta El Tolmo, una bajada con mucha pendiente pero sin ninguna dificultad real.

Esto más o menos es la ruta seguida, tal y como la capturó el GPS. Me temo que el mapa no está demasiado bien calibrado, el camino de vuelta debería coincidir con la línea fina que termina en El Tolmo.

Datos medidos con el GPS:
  • Distancia recorrida: 11.4 km
  • Tiempo en movimiento: 3h 27'
  • Tiempo parados: 2h 29'
Perfil de la etapa, unos 650 metros de desnivel repartidos entre una subida muy suave y un descenso brutal.


Imponente cascada de hielo. La Pedriza, febrero de 2010.
Quién me iba a decir que los teléfonos móviles acabarían teniendo compensación de la exposición...


Tomando el sol en lo alto. La Pedriza, febrero de 2010.