30 de mayo de 2010

Pinar de Cabezas de Hierro (valle del Lozoya)

Ruta 055 descrita en la web "Excursiones y Senderismo"

Una vez entra mayo, terminan las sorpresas metereológicas y se estabiliza la cosa, comienza en la mitad sur de la Meseta algo terrible, llamado verano. Lo de ir en chanclas y camiseta por la vida mola, aunque en cualquier transporte o edificio público traten de matarnos a base de aire acondicionado (¿por qué no empezarán por ahí la austeridad y no por nuestros sueldos?), pero lo de no poder dormir y tener que arrastrarme al trabajo al día siguiente bajo un sol de justicia ya me gusta menos.
También hay que cambiar las costumbres en cuanto a los paseos por el monte: el calor pasa a ser aquello de lo que más hay que protegerse, y planificar teniéndolo muy en cuenta. Volverán las excursiones nocturnas, y, si es de día, en la provincia de Madrid conviene buscar sitios frescos, como el valle del Lozoya, que se abre hacia el norte.

La excursión de hoy es un simple paseo por el bosque, sin grandes esfuerzos y con la posibilidad -bien aprovechada- de poder remojarse los pies en agua helada en cada descanso. Si el paseante tiene amor por el riesgo, a continuación puede visitar el monasterio de El Paular y enfrentarse a la visita guiada por un fraile gordito, gracioso y con tendencia a interpretar la Historia a su modo. Si coincide con un autobús de jubilados segovianos, la situación absurda está asegurada.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 18,5 km
  • Tiempo en movimiento: 4h
  • Tiempo parados: 2h 08'

Ruta trivialmente sencilla: dejando el coche en el aparcamiento de un merendero ribereño, subimos la ladera para volver a la orilla del Arroyo de la Angostura, que luego pasa a llamarse Río Lozoya. Habría sido mejor volver por la otra orilla, más sombreada.

Este perfil tiene forma de montaña, pero si nos fijamos en los números -no llega a los 450 metros de desnivel- vemos que más bien parece un paseo a comprar el pan.

22 de mayo de 2010

Estanh de Escunhau

Ruta nº 24 de la guía de la editorial Alpina dedicado a los lagos de La Val d'Arán.

Tres días trotando por la comarca pirenaica del Valle de Arán son suficientes para hacerse una idea de la geografía del paraje: un valle principal, surcado por el Garona y donde están los pueblos y aldeas, y estrechas gargantas a ambos lados de aquél, que ascienden hasta cabeceras en forma de circo glaciar en las que hay uno o varios pequeños lagos. Aunque no tengo pruebas fehacientes, sospecho que cada garganta pertenece a una aldea, que tradicionalmente aprovecharía los pastos en altura y los bosques de media ladera, siguiendo leyes antiquísimas y con pleitos y garrotazos a la orden del día.

Esta excursión fue muy parecida a la anterior, pero exagerando todo un poco: más distancia, más desnivel, y más nieve una vez superada la cota de 1500 metros. Bonito paseo por pista forestal subiendo por un hermoso bosque de abetos para seguir por la zona de pastos de montaña, hasta un ascenso final hasta contemplar el lago, ascenso agotador a causa de la nieve blanda y que en verano ni nos hubiésemos enterado.
La ventaja, disfrutar de un paisaje nevado espectacular, y no tener que compartirlo con nadie, salvo algún gamo despistado y el águila en lo alto.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 26,4 km
  • Tiempo en movimiento: 5h 56'
  • Tiempo parados: 2h 49'

Subida en zig-zag por una pista, hasta llegar al Barranc de la Bargadèra y seguirlo hasta su origen. Los dos kilómetros finales, desde una casa llamada 'Pletá dera Lana' hasta poder contemplar el Estanh, agotadores.

Este perfil se parece al de los días anteriores hasta que se fija uno en los números (click para ampliar). 1000 metros de desnivel, sumados a los 26 kilómetros y medio, cansan.

Estanh de Colomers

Ruta nº 34 de la guía de la editorial Alpina dedicado a los lagos de La Val d'Arán.

Al igual que en la etapa anterior, no pudimos llegar en coche al punto de salida de la ruta, esta vez por la nieve que tapaba la carretera de acceso. Al tener categoría de pista forestal, no tiene el mismo mantenimiento que una carretera normal, por lo que no podíamos esperar que una quitanieves nos sacase de apuros; y a nadie le apetecía quedarnos tirados.
De todas formas, a nadie le importó tener que andar un poco más: los primeros kilómetros fueron un agradable paseo por uno de los valles que salen transversalmente del espinazo del Valle de Arán, que subiendo se convierte en garganta hasta llegar a un circo glaciar que suele rodear uno o más pequeños lagos, estanys en catalán o estanhs en aranés.

En este caso, la carretera terminaba en un agradable paraje, imagino que lleno de prados bajo la nieve, con un pequeño hotel con aguas termales (Banhs de Tredòs) a la orilla del riachuelo que seguimos hasta su nacimiento, el Arriu d'Aiguamòg -me encantan los topónimos araneses-.
Siguiendo por otro camino, la ruta sólo se hizo algo más dura en la parte final, al abandonarlo para el ascenso final hasta la presa que cierra el Lac Major de Colomèrs. Además de la dura subida por nieve blanda -con raquetas y todo, nos hundíamos a cada paso-, al llegar a la cota 2000 la niebla (habíamos llegado literalmente al nivel de las nubes) y el frío no aconsejaban continuar mucho más, por lo que comimos en el refugio y dimos media vuelta en lo que fue un fantástico paseo por el valle nevado. Con parada en el hotelito de los Banhs para tomar un cafelito, degustar licores locales y jugar un poco con el perro de los dueños, antes de seguir con, cómo no, renovados bríos.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 20,5 km
  • Tiempo en movimiento: 5h 01'
  • Tiempo parados: 3h 06'

Rumbo sur hasta el ascenso final. Aunque las 5 horas y 20 kms no son datos desdeñables (y menos en montaña), hay que tener en cuenta que casi todo era por pistas y caminos, por lo que se trata de una ruta larga, pero fácil.



Perfil muy suave, repartido en mucha distancia, por lo que los 650 metros pesan bien poco.

20 de mayo de 2010

Estanh de La Solana por la ribera de Bords

Ruta nº 14 de la guía de la editorial Alpina dedicado a los lagos de La Val d'Arán.

Mi primera escapada por el Valle de Arán comenzó de forma un tanto accidentada: a causa de unas obras en la carretera hubo que salir de la aldea de Vilac en lugar de la de Mont, lo cual añadió unos nada desdeñables 200 metros a la ruta. Y el tiempo, nada primaveral, hizo que no pudiéramos culminarla, teniendo que retroceder en plena garganta del Arriu de Bords. No a causa de la nieve, pues íbamos bien abrigados y provistos de raquetas, sino por la niebla cada vez más cerrada: no es ni agradable ni prudente subir fiándose únicamente de una línea rosa dibujada en la pantalla de un GPS de bolsillo.
A pesar de todo, una agradable excursión, buena parte de ella por un bosque con gran variedad de árboles (pinos, abedules, abetos, avellanos), y, salvo la última parte, sencilla, si podemos con la pendiente. El camino de vuelta, un verdadero placer.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 11 km
  • Tiempo en movimiento: 3h 26'
  • Tiempo parados: 3h 46'


La ruta no tiene pérdida: se toma el camino hasta que se acaba, para continuar garganta arriba hasta el pequeño lago, si los elementos nos lo permiten.


El perfil muestra a las claras dónde está la dificultad de la ruta: 800 metros de desnivel, al que habría que sumar más de 200 de haber llegado al estanh. Claro que son más o menos los que añadimos al principio.

9 de mayo de 2010

Miquel Barceló. 1983-2009. La solitude organisative.

CaixaForum. Del 10 de febrero al 13 de junio de 2010. Web de la exposición.

Tanto tiempo leyendo opiniones, en su mayoría alabanzas, de uno de los artistas contemporáneos principales de nuestro país, y todavía no me había pasado por una exposición suya, por lo que entré cargado de ideas preconcebidas, tan cuidadosamente reflexionadas como
"si lo alaba El País Semanal, no puede ser bueno". Si además sumamos mis experiencias anteriores con el edificio, tan family-friendly que parece una guardería, con la diferencia que en la guardería suele haber alguien que manda callar a los niños, cosa que el padre gafapasta pasa de hacer, no prometía mucho la visita.

Miquel Barceló, "Retrato de John Berger". Aunque me temo que el color de la reproducción no se parece nada al original, queda la fuerza de la pintura.
Un artículo de Berger dedicado a Barceló (2005).

Mi primera impresión no hizo sino reforzar mis prejuicios: rodeado de chillidos de criaturas sobreexcitadas, me planté delante de un lienzo de gran tamaño, con manchas de colores cálidos sobre fondo verdoso, distribuidos sobre emplastos de material. No pude evitar que me recordase los murales de cerámica que decoran las oficinas de la caja de ahorros de mi provincia natal.

Menos mal que un poco de perseverancia por mi parte y los méritos de la exposición hicieron virar mis percepciones. Empecé a dejarme llevar solamente por la estética, el juego de colores y texturas -a veces incluso pliegues del lienzo- que tan bien domina Barceló, convirtiendo sus cuadros en algo similar a un bajorrelieve, aunque abstracto. No siempre las figuras pintadas se sincronizan con la distribución de bultos, lo cual permite una doble lectura, como si fueran las distintas capas de un mapa.

Entre unos bodegones que me seguían pareciendo demasiado triviales, encontré una serie de lienzos de gran formato que francamente me gustan: aquellos que parecen mapas de un desierto, o de otro planeta. Podría pasarme horas contemplando la distribución de formas, absorbiendo las sensaciones de inmensidad y desolación que me transmiten; especialmente frente a mi favorito, "Arajatabla", un extraño mural pintado sobre papel de periódico formando pliegues, lleno de retorcidas formas orgánicas que inspiran un hipotético fondo marino.

A partir de ese momento, había quedado convertido a la causa de Barceló. Según pasaba de sala en sala, una vez empapado de la forma de ver el mundo del artista, lo que veía me atraía cada vez más: las esculturas en forma de cráneo modificado, las acuarelas de su etapa africana, y sobre todo esa soberbia galería de retratos: genial el de John Berger, por mencionar uno del que conozco al retratado. Para culminar en el gorila condenado a vegetar, acojonado, en el rincón de "La soledad organizativa".
Pocas veces he sacado tanto partido a una exposición de un artista tan conocido. Ojalá haya muchas más ocasiones así.

Miquel Barceló, "La solitude organisative", 2008.