11 de diciembre de 2011

La recompensa de leer una larga novela

Madre mía, van ya casi cuatro meses desde la última vez que escribí algo aquí; voy a tener que pensar que el trabajo sí se nota algo en el resto de actividades que no hago, como es escribir alguna tontuna en este blog. Con heroico esfuerzo he logrado colarme en alguna exposición durante estos meses, y leer algo también; disfruté como un enano leyendo la serie de comics "Las aventuras del capitán Torrezno", de Santiago Valenzuela, aunque al terminar los siete tomos me venció la pereza y fui incapaz de sentarme una hora a escribir mis recomendaciones. Léanlo si tienen la oportunidad.

Este libro con una portada tan fea me ha gustado tanto que he tenido que abandonar por un rato la lectura del Süddeutsche Zeitung rapiñado el otro día en una sala de embarque de Lufthansa (y que dado el tamaño del bicho y mi fluidez leyendo alemán culto, me llevará su tiempo), sentarme ante el teclado, y escribir unos párrafos para decirles que no se arrepentirán de leerlo.

Jonathan Franzen

Freedom (Libertad)

Fourth Estate, London, 2010

First published in the United States by Farrar, Straus and Giroux
562 páginas


Publicado en España por Salamandra





Medio año estuvo este feo volumen en la mesita del diminuto cuarto desde el que escribo, medio año en que cobardemente siempre elegía para leer obras menos arriesgadas, fuera por extensión, por autor ya conocido, o por género. Con Jonathan Franzen (con ese apellido tan sueco siempre estoy tentado de escribir Franzén, como suele ocurrir con esas terminaciones) ya tuve una experiencia poco satisfactoria con la novela Ciudad 27, de la que casi lo único que recuerdo es que San Luis es la vigesimoséptima ciudad de Estados Unidos por tamaño, y que no me gustó nada.

Atacar una obra así de gorda, de ficción, y de un autor con malos precedentes, requería de mí una dosis de valor que me llevó mucho tiempo reunir. A base de referencias favorables -parece mentira, que a mis años todavía me fíe- fui acercándome al tocho, y un viernes sin nada mejor que hacer lo abrí. Cuando me fui a dormir, ya había devorado cerca de doscientas páginas.

'Freedom' es para mí como esos novelones decimonónicos capaces de desarrollar una serie de personajes hasta que el lector cree conocerles mejor que a algunos miembros de su propia familia. También aporta una magnífica descripción de la sociedad de su época, en este caso la norteamericana durante los años en que Bush-hijo fue presidente: la enorme fractura social entre la clase cultivada, más "liberal", y los trabajadores manuales, la corrupción asociada al enorme despilfarro relacionado con las guerras de Irak y Afganistán, el brutal retroceso en la protección del medio ambiente... Como toda buena novela, enseña mucho más que toneladas de artículos y de libros de texto.

Copenhague, diciembre 2011

Todo gira en torno al matrimonio Berglund, la desgraciada juventud de ambos, Patty y Walter -aunque desgraciada de forma muy diferente-, cómo se conocen en la universidad, fundan una familia, tienen alegrías y penas, etcétera. Franzen dedica todo el esfuerzo y todas las páginas necesarias para que les conozcamos bien, y esos retratos en profundidad de su carácter, pensamientos y evolución son para mí la parte fundamental de Freedom.
 
Patty, ignorada por su familia y centrada en el deporte, es considerada nulidad intelectual por muchos pero no por nosotros los lectores, ya que hemos podido leer la autobiografía que escribe como parte de su terapia: unas 150 páginas al principio de la novela tan bien escritas, tan rebosantes de ironía y también autoflagelación, que uno se siente atrapado por el libro, hasta el final. Walter pasa de niño modélico que se mata a trabajar en el negocio de sus padres a ser un marido y padre ideal, defensor de causas justas que acaba dedicándose a la protección de un pajarito azul en peligro de extinción. Un tercer personaje, vital para el desarrollo de Freedom, es Richard Katz, rockero amigo de Walter desde los tiempos universitarios y lo opuesto de él en casi todo; si además añadimos al precocísimo y práctico hijo de la pareja, tenemos ingredientes suficientes para no cansarnos en las casi 600 páginas.

Cuesta trabajo volver al mundo tras la inmersión en una ficción tan bien construida. Formalmente sencilla, sin preciosismos en el lenguaje, pero soberbiamente escrita -claro que con lo que suelo leer yo en inglés, el umbral está bastante bajo- compensa de sobra las largas horas empleadas en su lectura. Ojalá vengan muchas más así.