19 de enero de 2011

Hay que decirlo más

No abrí este blog para escribir de política, ni de actualidad siquiera, pero hay cosas que me sublevan, como en su día la subnormalidad esa de "esto lo arreglamos entre todos". Esta semana dos noticias no muy difundidas me han obligado a hacerlo.

Uno
Según informa Público, el Serpiente decide dar carpetazo a la "Ley de transparencia". Una norma que, de haber sido similar a las existentes en las democracias, habría supuesto una herramienta básica para controlar a los cargos públicos, tanto electos como funcionarios.
Seguiremos otros treinta años más así, tratados como menores de edad con el privilegio de pagar pero sin derecho a saber qué se hace con nuestro dinero, con nuestras libertades y con tantas otras cosas.

Habrá que votar a SuPutaMadre, vistas las alternativas.
Me entero por el fantástico blog de El Teleoperador.

Dos
El Tribunal Supremo condena al CEO (forma modelna de decir Gran Jefazo) del banco más grande del país y dicen de la zona euro, por estafa procesal y denuncia falsa. Léalo en Expansión, por ejemplo.
Algo digno, a juicio del que suscribe, de figurar en portada y a varias columnas, acompañado por columna firmada por el tertuliano de guardia y editorial tranquilizador o furibundo, dependiendo del estilo del periódico. Esto es lo que pasó:
El País, del que todavía recuerdo el titular a toda página "Pandemia" sobre la gripe del año pasado, en lugar de dar la noticia, suelta un "Sáenz seguirá en el Santander hasta que el Constitucional se pronuncie".
El Mundo, tan conspiranoico para otras cosas, también prefiere fijar la vista en el futuro: "El Santander resiste en Bolsa el fallo que inhabilita como banquero a Alfredo Sáinz"
El único que se salva es Público, publicando una serie de noticias y artículos de opinión, tantas que prefiero enlazar directamente a la búsqueda. Uno de los resultados incluso apunta a la portada.

Se venden baratos, por unos cochinos anuncios en los que suele salir un héroe nacional (de los que no pagan impuestos, oigan) que conduce un coche.

Iba a escribir que habrá que informarse leyendo SuPutaMadre, visto el papel de la prensa patria, pero miren, hay una esperanza.
Cómo no, me entero por un blog, Paper Papers.

9 de enero de 2011

At Least He Never Walked

Haruki Murakami
What I talk about when I talk about running. A memoir.

(De lo que hablo cuando hablo de correr)


Traducido del japonés por Philip Gabriel
V
intage/Random House.
New York, 2009

180 páginas.





Hace cosa de un año, tras una temporada en el dique seco por culpa de una pertinaz lesión de rodilla, me puse a correr. Se trataba de probar si, aplicando un cauteloso programa de entrenamientos, podía llegar a disfrutar de una actividad que sólo requiere de un par de zapatillas, ganas y un poquito de tiempo.


El experimento resultó, y, ante la sonrisa incrédula de familiares y amigos, ahora salgo a correr dos o tres veces por semana, participo en carreras populares de vez en cuando y, lo que es más preocupante, disfruto del placer de enfilar un camino, sintiendo las piernas llenas de fuerza y los pulmones llenarse de aire. Una novedad para alguien que de niño suspendía, merecidamente, la asignatura de educación física, además de ser el paquete oficial del partido de fútbol y otras humillaciones que es mejor no revolver demasiado ahora que soy una persona respetable.

Un buen día unos buenos amigos me regalaron este librillo. No es la primera vez que leo a Murakami, incluso llegué a reseñar una novela ("Sputnik, mi amor", en mi antigua web), aunque esto no tiene nada que ver: se trata de una colección de anécdotas y reflexiones, fechadas en los meses anteriores al maratón de Nueva York, en el otoño de 2005. El autor describe su plan de entrenamiento, su historial de corredor, y lo mezcla con el relato de alguna de sus carreras más memorables: maratones, triathlones y otros esfuerzos titánicos por el estilo.


Me ha gustado la comparación la sensación de correr en solitario, en la que el esfuerzo físico y la soledad producen un aislamiento muy útil para olvidarse durante un rato de los problemas cotidianos, y reflexionar sobre lo que parezca más importante, con su trabajo de escritor. Una profesión que obliga a pasar muchas horas sentado solo ante la mesa, en la que las interacciones con el mundo exterior son mínimas y en la que la autodisciplina y la capacidad de motivarse a sí mismo son cruciales. Quizá debido a mi situación laboral actual -trabajo desde casa la mayor parte de los días-, valoro mi carrera diaria como un momento de verdadero descanso mental, que me permite enfrentar con ciertas energías el resto de la jornada. Eso unido a la falta de proselitismo -correr me gusta porque me va bien, tú haz lo que te dé la gana-, hace que comparta buena parte de los motivos del autor. Los maratones, triathlones y carreras de 100 km, las dejo para otros.


"When I talk about…" no tiene grandes pretensiones, ni tampoco resulta una obra que vaya a formar parte del canon escogido de Murakami. A riesgo de que me pongan a caldo en los comentarios, mi impresión es que es el resultado de aplicar la lucrativa fórmula

[autor de éxito] + [tema de moda] = [dinerito fácil]
dado que los escritores también tienen que comer. El lector lo que obtiene a cambio es una lectura vagamente motivacional, una serie de argumentos útiles para contestar a la insistente pregunta "¿por qué corres, desgraciado?" y el relato pormenorizado de algunas carreras, en un estilo parecido a un artículo de suplemento semanal. Leerlo no es una pérdida de tiempo, pero desde luego no está escrito con ánimo de trascender.

'La Moraña' (provincia de Ávila), julio de 2005

Nada más terminarlo, salí a correr por el camino que pasa a pocos metros de la casa de mis padres, aprovechando el día claro de invierno, un cielo azul con el que el clima de Castilla compensa las penurias con que aflige a sus habitantes. Tras doce kilómetros trotando sobre barro congelado, sintiendo cómo el cerebro se relaja según aumenta el cansancio en los músculos, entiendo perfectamente al señor Murakami, aunque nunca llegue a dedicar tanto esfuerzo como él.