17 de agosto de 2011

Sigo a vueltas con Argelia

Tras leer tantas páginas sobre la historia reciente de tan infortunado país, me quedé con las ganas de leer dos novelas continuamente citadas por Alistair Home. El verano y mi escaso consumo de medios audiovisuales contribuyeron a su lectura en un tiempo récord:

Jean Lartéguy
Los centuriones (Les centurions)

Traducción de Mariano Tudela
Emecé, Buenos Aires, 1970
497 páginas


Durante la guerra de Argelia, las unidades del ejército francés que más destacaron fueron las de paracaidistas, más que otros cuerpos de gran fama como la Legión Extranjera o los zuavos. Muy efectivos y -según cuenta Alistair Home- bastante bien mandados, lograron imponerse sobre las guerrillas del FLN en el campo y zonas montañosas, y, lo que tiene aún más mérito, derrotaron al FLN en un terreno a priori más desfavorable para un ejército, durante la llamada Batalla de Argel. Los nombres de los coroneles de los regimientos de paracaidistas eran conocidos en toda Francia, y tuvieron mucho que ver en los muchos intentos de golpe de Estado que terminaron con la IV República y complicaron la vida a De Gaulle.

A menudo, Alistair Home cita esta novela de Jean Lartéguy, así que no pude menos que ponerme con ella. Se trata de la primera parte de una trilogía de hazañas bélicas, continuada por Los pretorianos y Los mercenarios. Comienza como si de una intervención paracaidista se tratase, situándonos en medio de una posición francesa que se defiende como puede, en los últimos y desesperados días de la batalla de Dien Bien Phu, en la que el ejército colonial francés fue triturado de tal forma que se acabó cualquier aspiración de mantener alguna presencia en Indochina.

Claro que durante esos duros momentos el lector conocerá a los protagonistas de Los centuriones: tenientes y capitanes paracaidistas y algún otro que se les agrega, batiéndose valerosamente contra muy superiores fuerzas, etc, pero que pronto caen prisioneros de los malvados comunistas del Viet Minh, quienes tras hacerles recorrer una especie de Camino de Santiago de muy poca risa, les internan en un campo de prisioneros donde tratan de hacerles ver lo erróneo de sus creencias y pasado proceder; de reeducarles, en suma. La estancia en semejante lugar hace que nuestros protagonistas, además de volverse más anticomunistas todavía, estrechen lazos de profunda amistad.

Todo lo malo también se acaba algún día: se firma la paz y los prisioneros vuelven a la dulce Francia, donde no acaban de adaptarse a la vida civil y sus mezquindades. Se dan a la bebida, se aburren, hacen tonterías y se alegran cuando esa especie de superhombre vasco-vasco que es el coronel Raspéguy les llama para organizar un nuevo regimiento paracaidista en Argelia. Durísimo entrenamiento, hazañas guerreras en el campo, ciudad y montaña, mezcladas con proezas amatorias en el mundo pied noir de Argel.

Ávila, julio de 2011

Si Los centuriones sólo tratase de hechos de armas y aventurillas militares podría ser más tolerable, pero la mitad de su tonelaje está dedicado a las continuas homilías con que se castigan unos y otros: el anticomunismo y el papel del militar profesional en un ejército que no hace más que perder guerra tras guerra del principio evolucionan hacia la mística guerrera del soldado de élite, al cual cada vez le importa menos qué se pretende conseguir con la lucha. El sustrato ultraderechista y justificador del papel dirigente de la casta guerrera -receta: golpe de estado al canto- ya son un plato bastante difícil de digerir; pero lo peor es que con tanto sermón, la novela llega a hacerse aburrida. Y eso tiene mucho más difícil perdón.

Contraveneno: imagínese el lector a los personajes de Martínez, el Facha, sintiéndose inspirados por la lectura de Los centuriones.


Albert Camus
El extranjero (L'etranger)

Traducción de Bonifacio del Carril
Alianza Emecé, Madrid, 1971
152 páginas


Había que desintoxicarse de tanta batallita y salvapatrias, pero sin abandonar la localización geográfica que tanto tiempo me ha ocupado este verano. Que fuera una novela tantas veces citada por Alistair Home también ayuda, claro.

Qué bien ha venido a mi vapuleado cerebro y a mi apisonado sentido estético. Tras las casi 500 páginas de prosa fea, descuidada, plagada de diálogos rimbombantes e ideas necias de Los centuriones, ha sido todo un alivio tratarme con una novela corta pero completa, que en pocas páginas consigue retratar al protagonista  de forma inolvidable, que trasciende el contexto de la novela para convertirse en una referencia de la historia de la literatura.

El argumento se puede resumir en cuatro palabras: El extranjero se divide en dos partes, narradas en primera persona. En la primera, Meursault, el protagonista y narrador, pied noir pobre como era el origen social de Camus, asiste al entierro de su madre y vuelve a Argel, donde tras un par de episodios termina asesinando a un árabe. En la segunda parte tienen lugar el juicio y las reflexiones del protagonista en prisión.


Madrid, junio de 2011


Lo que me llevaría mucho más tiempo describir es la precisión del lenguaje, cómo resalta el increíble desapego emocional de Meursault hacia todo lo que le rodea: observa, constata cómo son las cosas, y actúa mecánicamente, sin pensárselo mucho. La forma de reflejar las sensaciones sensoriales también es increíble, tanto las desagradables -el calor y la luz brutales del Norte de África- como las más amables. Por poner un ejemplo que me ha llamado mucho la atención: al final del segundo capítulo, en menos de cuatro páginas se narra cómo transcurre un domingo por la tarde en un barrio popular de Argel. Con lenguaje preciso, en muy pocas palabras se nos desvela mucho sobre el protagonista y sobre su entorno, de una forma tan lograda que el lector parece encontrarse con él en el balcón, viendo cómo los jóvenes pieds noirs, bien engominados, se suben al tranvía para pasar la tarde en el centro.

Por El extranjero transcurren sobre todo personajes de origen europeo, con mucho apellido español, en un paisaje que podría ser el de cualquiera de las orillas del Mediterráneo. Los árabes participan poco, aunque llama la atención que no se nos revelen sus nombres. Desde luego, la novela trasciende totalmente su contexto histórico, tratándose de un clásico de los que se dedican a excavar en zonas no demasiado agradables del alma; eso sí, proporcionando unas horas de magnífica lectura.

15 de agosto de 2011

Hasta el corazón de Gredos: las Cinco Lagunas

El macizo central de la sierra de Gredos, sobre todo desde la vertiente norte, es muy sencillo de entender: una serie de circos glaciares, cerrados por unas cumbres que quitan el hipo y que suelen aprisionar una o varias lagunas, y que descargan el agua sobrante en una garganta que discurre hacia el río Tormes, al norte. Hay algunos muy accesibles, como la Laguna Grande, a poco más de dos horas de marcha de un aparcamiento (gran idea, sí señor) y por tanto una romería de domingueros en casi cualquier época del año. Pero hay otros para los que llegar supone una larga caminata (por el camino fácil) o atravesar una portilla de la categoría 'pa habernos matao': a la belleza del paisaje añaden el poder dejar atrás a elementos como la omnipresente Madre de Yonatan o al Cincuentón Gritador Sabelotodo, por poner un par de ejemplos de fauna ibérica.

Las Cinco Lagunas son el mejor ejemplo de esta segunda clase de circos. La ruta corta sale de la Laguna Grande y supone atravesar la Portilla del Rey, con una bajada final un tanto compleja; compleja si se quiere llegar a pie y no rebotando por los pedruscos, claro. La ruta larga, que es la que tomamos en esta ocasión, consiste en partir de Navalperal de Tormes, a orillas de un río que el lector avispado ya habrá deducido, y remontar la Garganta del Pinar.
Tras un recorrido aproximado (ida) de

Distancia recorrida: 12,20 km
Tiempo en movimiento: 3h 55'
Tiempo parados: 1h 5'

y en el que hay que prestar especial atención en el tramo final, para no acabar enriscado de mala manera, llegamos a un paraje que a mi humilde entender es el más espectacular que se puede encontrar en Gredos: las lagunas encajadas entre moles de granito, prácticamente sin una maldita repisa que sirva de separación.

El circo de Cinco Lagunas, con uno de sus habitantes mirando raro

Para divertimento del caminante aparecen unas simpáticas cabras montesas con su prole, incluso un par de machos jóvenes nos deleitaron atizándose cornadas con gran entusiasmo. Más no se puede pedir.

Un tímido animalillo echando carreras por el agua.


La ruta superpuesta sobre un mapa del Sigpac. Es tan larga, que no había forma de hacer una captura de pantalla a un nivel de zoom decente. Click para ampliar


Finalmente, el perfil. Algo más de 850 metros de desnivel, concentrados al final para maximizar el disfrute.

Paseo antes de cenar: Laguna del Duque

El pico Calvitero es la coronación del macizo occidental de la Sierra de Gredos, allá entre las provincias de Ávila, Cáceres y Salamanca.
La Laguna del Duque está en la vertiente abulense, cerca de un pueblo en la ladera sur, llamado muy lógicamente Solana de Ávila. Está a muy poca distancia de una pequeña central eléctrica, la Central del Chorro (una comarca totalmente cartesiana a la hora de bautizar accidentes geográficos), alimentada por las aguas de la misma laguna mediante un tubo bastante poco decorativo. Pero tal es el precio del progreso, dicen.

Nosotros prolongamos un poco el paseo al dejar el coche un par de kilómetros antes, al encontrarnos una verja que cerraba la carretera -hubiera bastado con abrirla y volver a cerrarla desde el otro lado-, pero gracias a eso llegamos a estirar las piernas. Hay dos rutas para subir a la laguna desde la central: la fácil, bien señalizada y con subida llevadera, que es la que seguimos; y la divertida, que es prácticamente siguiendo el tubo y que requiere un poco más de cuidado.

Incluso con la propina por la carretera, es evidente que se trata del típico paseo para bajar las alubias de El Barco zampadas a mediodía y hacer un poco de hambre para la cena. Datos medidos con el GPS:

Distancia recorrida: 9 km
Tiempo en movimiento: 2h 15'
Tiempo parados: 25'

La sencilla ruta, a la ida. Click para ampliar.

 El perfil de la etapa: una subida de unos 425 metros que no está mal


Finalmente, y de propina, una panorámica del lugar:

El famoso tubo subiendo hacia la laguna, con el camino que no tomamos serpenteando debajo de él.