27 de marzo de 2014

El peso del lugar de origen

Gary Shteyngart
Little Failure: A Memoir  
(Pequeño fracasado: Una memoria)

Random House, New York, 2014
368 páginas

Hasta ahora, mi único contacto con Gary Shteyngart han sido un par de historias en el New Yorker y esta fantástica y bien regada crónica de Troy Patterson recorriendo juntos bares y restaurantes rusos de Manhattan. Era fácil detectar un sentido del humor quizás no muy fino, pero del que hace reír a sonoras carcajadas.

Por eso, cuando esta autobiografía se puso a tiro no la dejé pasar. Es la historia de un niño soviético, de Leningrado, emigrado a Nueva York (borough de Queens) a la tierna edad de siete años, cuando Breznev cambió a Carter unos cuantos judíos por unas tonelads de trigo. Llegado a Queens, Gary (hasta entonces Igor), recibe un nuevo nombre, tiene que aprender un nuevo idioma, y descubre que pertenece a un grupo étnico-religioso, hecho subrayado al ser enviado a una escuela judía de lo más ortodoxo, donde el pobre adquiere el poco digno estado de paria...

Harlem, Nueva York, mayo 2011

No me voy a poner a repasar su vida y milagros aquí: la experiencia del niño inmigrante pobre, el contraste entre el país de origen y el nuevo (idioma, costumbres, comida, estatus social, ¡enemigos eternos!) y una infancia y juventud contadas con mucha gracia hacen la lectura de "Little Failure" una delicia. Según van pasando los años, el tiempo se comprime y las anécdotas ya no son tan salvajementes divertidas, probablemente porque todos podemos considerar al niño que fuimos prácticamente como una persona distinta, y reírnos de él todo lo que haga falta, pero a partir del año 20 o 25 ya no es tan sencillo. O la vida ya no es tan divertida, que de todo hay.

Lo que más me ha gustado de este libro, además de la compleja relación del autor con sus padres (el título lo dice todo), es esa otra relación, aún más contradictoria, con su país e idioma natales. Rusia no tiene fama de ser un país dulce y amable, y Shteyngart emigró siendo muy chico, pero sigue sintiéndose atado a ese país. Aunque lo cuenta con mucho cachondeo, yo no puedo sino pensar lo mucho que nos marca a todos el lugar de nacimiento y primera infancia, que tendemos a añorar de forma absurda, aunque se trate, como en el caso de un servidor, de la áspera Castilla (y hay sitios peores, sirvan de ejemplo todas las ciudades dormitorio que en el mundo han sido).

No hay comentarios: