16 de abril de 2017

Robots

Hace unas semanas mantuve una breve conversación en twitter con Pedro Fresco tras leer este artículo de Manuel Hidalgo sobre las crecientes consecuencias en el empleo de la automatización en muchas áreas que hasta hace muy poco se consideraban seguras: ya no son sólo las cadenas de montaje, ahora llega al transporte (vehículos autónomos), la medicina (inteligencia artificial aplicada a la interpretación de pruebas diagnósticas), el comercio al por menor (cajas automáticas), y tantos otros campos.

Cada vez está más claro que el impacto en el empleo será terrible, y que más nos vale dotarnos de medios para compensar de alguna manera a los que pierdan su trabajo - mediante una renta básica, más y mejores servicios sociales que requieran más personal, u otras medidas, todas requiriendo unos recursos de que carecen actualmente los estados.

Durante la conversación se propuso la medida de gravar con una tasa adicional a los robots, como una forma de financiar esas medidas, y de que sean los beneficiados por el cambio tecnológico los que aporten más para paliar sus consecuencias. Pero ahí veo una enorme dificultad práctica: distinguir lo que es un robot. Prometí describirlo en unos pocos párrafos, que twitter será muy bueno para chistes pero para una argumentación medio digna nunca deja sitio.

Pedro Fresco definió robot como “cualquier automatismo que sustituye a trabajadores remunerados”. Es una definición que me vale, igual que “máquina capaz de ejecutar una serie compleja de acciones automáticamente” (Wikipedia). La de Pedro es más restrictiva, pero se adapta mejor a la discusión. Total, un dron que se dedique a sacar fotos de las montañas desde lo alto para que el dueño aburra a familiares y amigos habrá ejecutado una serie muy complicada de operaciones, pero no amenaza el empleo de nadie.

Cuando trato de aplicar la definición de “robot” a automatismos que conozco, llegan los problemas. Empiezo por los casos claros:
  • Un camión autónomo que deja en el paro al camionero que hacía la ruta Almería-Dortmund.
  • Una caja automática en un hipermercado.
  • El robot más famoso de todos los telediarios: un robot de soldadura en una cadena de montaje de coches. De color naranja, por supuesto.
Todos ellos son máquinas físicas que incluso se colocan en el sitio donde estaba el trabajador desplazado. Pasados los primeros años de fallos y ajustes, cada uno de ellos reemplazará a varios trabajadores, ya que pueden estar trabajando las 24 horas del día si hace falta. Aquí el legislador y el inspector de Hacienda no deberían tener demasiada dificultad en pasar el impuesto a la empresa propietaria.

 Los contadores electromecánicos como el de la imagen están en proceso de ser sustituidos por otros contadores que se conectan a la compañía y comunican el consumo. Ya no hace falta que vaya un empleado por todos los portales. ¿Robot, innovación en los procesos de negocio, o qué?

Pero la mayor parte de los procesos industriales y empresariales no van a ser tan claros. Por un lado, porque muchas veces los robots no son máquinas físicas, sino lógicas: uno o varios procesos ejecutándose en varios ordenadores. Otras veces, porque va a ser un proceso gradual en el que la automatización, de una forma muy paulatina y a menudo sin que haya despidos, hará que una división produzca lo mismo que hace 15 años con la mitad de empleados. Paso a dar ejemplos:
  • Una serie de procesos que recogen correspondencia de diferentes sitios, la ordenan por fecha y remitente, la filtran según una serie de reglas y la ponen a disposición de cada oficinista.
    Esta descripción no es más que la del correo electrónico. Apuesto a que en las empresas de cierto tamaño el número de empleados que recorren la oficina con un carrito repartiendo el correo interno y externo no es el mismo que en 1990.
  • En los aeropuertos, los sistemas de clasificación de maletas y transporte hacia las puertas de embarque, basados en códigos de barras y que sólo emplean personal en los últimos metros, cuando hay que subirlas al avión.
  • Los sistemas de gestión de almacenes: leyendo entradas y salidas de mercancías (ya no hace falta ni código de barras, basta una etiqueta de radiofrecuencia) no sólo mantienen el inventario al día, sino que alimentan los sistemas de contabilidad y facturación. Ha llevado mucho tiempo y mucha inversión llegar a donde estamos ahora, unos sistemas increíblemente eficientes.
  • Unos programas que residen en los nodos de una red móvil (estaciones base, centrales de tránsito, etc) y que midiendo constantemente el tráfico y la potencia de la señal y comunicándose entre sí optimizan la capacidad de la red en base a la cantidad de usuarios en cada área, condiciones de propagación radio, etc. Hace unos años todo eso lo llevaba a cabo un equipo de ingenieros bien pagados, que planificaban, hacían mediciones y calculaban los nuevos parámetros de configuración.

Podría seguir y seguir, pero creo que el argumento está claro: en muchos casos es imposible distinguir entre los aumentos de productividad debidos a las máquinas de los debidos a las mejoras en los procesos de negocio (un ejemplo clarísimo: el tráfico de contenedores destruyendo empleo en los puertos). Todos estos ejemplos se van instalando poco a poco, por fases; es fácil comparar el número de empleados de Vodafone en 2017 con los de 2002, pero ¿cuándo podemos considerar que es el momento de empezar a cobrar impuestos por haber cambiado el software de optimización de red? Casi con toda seguridad, los primeros años además necesitó de más personal, mientras lo instalaban, vigilaban y corregían los fallos.

Desde mi punto de vista, sería injusto gravar fiscalmente al primer tipo de robots y no hacerlo con el resto: probablemente el resultado sería un rediseño del proceso industrial o de negocio para que fuera imposible establecer el nexo causal entre automatización y pérdida de empleo. La ley fiscal acabaría convirtiéndose en un compendio de casos particulares, muy difíciles de aplicar en la práctica sin un alto nivel de colaboración por parte del empresario, lo cual no va a suceder.
Por tanto, creo que será más sencillo fijarse en la salida del proceso, ya que ahí sí se puede generalizar: como el fin de todo proceso empresarial es producir un beneficio económico, subamos los impuestos a los beneficios. Tampoco estaría mal bajárselo al trabajo, para hacerlo más atractivo frente a las inversiones en bienes de equipo.

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