El pico Calvitero, la cumbre que domina el macizo occidental de Gredos, está en el límite entre las provincias de Ávila, Cáceres y Salamanca. Está separado del resto de la cordillera por el puerto de Tornavacas y el valle del río Aravalle. Por esa zona del mundo saben nombrar a los ríos: del Calvitero nace el río "Cuerpo de Hombre", que tras rodear Béjar discurre hacia el oeste hasta desembocar en el Alagón.
El Calvitero es una presencia constante para todo el que haya pasado por Barco de Ávila, Béjar o por el NE de Extremadura (valle del Jerte, Hervás). Y ¿quién no busca subirse a todas las alturas que ve frecuentemente?.
La ruta más directa parte del aparcamiento al final de una carreterita, retorcida cual justificación de político corrupto, que sube desde el precioso pueblo de Candelario. El punto de partida está a buena altitud, por lo que el desnivel acumulado de la ruta es tratable, unos 930 metros, aunque casi todo el desnivel se sube nada más empezar, a lo burro y sin anestesia. Una vez arriba, se trata de recorrer la cuerda, subiendo a los distintos picos del macizo: la Ceja del Calvitero y la Torre del Calvitero.
16 de junio de 2018
Ascensión al Calvitero
3 de mayo de 2018
Anatomía de un microondas
Tras unos veinte largos años de fieles servicios, pues calculo que entró en posesión de mi familia a finales de los 90, este horno microondas Samsung entregó su alma a Dios, y su cuerpo... a mis torpes manos. Documento aquí el proceso de su autopsia para las generaciones venideras.
Nota de la propiedad: el hule de la mesa de la cocina estaba impoluto antes de que empezase a meter caña al destornillador. Ojo.
1. Aspecto exterior del protagonista, nacido en la Gran Bretaña y dotado de un manual de instrucciones de verdad y de tamaño folio. Los lujos de antaño, oigan.
2. Una vez retirada la carcasa, las entretelas quedan a la vista. Hay sitio de sobra para trabajar y todo está unido mediante tornillos y conectado por fastón-espadín: eminentemente reparable. Ya podía venir todo así.
3. Empiezan saliendo los componentes más gordos y valiosos. Primero, el único circuito impreso, que contiene dos fusibles y tiene toda la pinta de estar ahí para regular lo que nos manda la compañía eléctrica. O para arrancar los motores síncronos, que todo puede ser.
Luego, estos tres kilos y medio de transformador. Tuve que usar la báscula del baño para pesarlo. No dice el voltaje de salida, pero según el internet un valor típico son 2200 V, así que cuidadín amigos. He tropezado con un tutorial para construirse un aparato de soldadura a partir del transformador de un microondas, así que corriendo al punto limpio antes de que me entren tentaciones.
La protuberancia roja en el cable (une la salida del transformador con el condensador que viene a continuación) es un fusible soldado, supongo porque si algo va mal en ese cable será mejor pensar despacito lo que estamos haciendo.
El enorme pedazo de condensador entre transformador y magnetrón:
Lo que da sentido a todo esto se llama Magnetrón. Cuando era supervillano, Magnetrón se dedicaba a dar de tortas a Supermán, pero le convencieron para dedicarse a calentar desayunos y sopas de sobre generando ondas de 2.54 GHz. Ese tipo de ondas se empezaron a usar cuando el radar hacía sus primeros pinitos, allá en los años 30, cuando todo cristo buscaba la paz armándose hasta los dientes. Como su longitud de onda, de unos pocos centímetros, era mucho menor que lo que estaban acostumbrados a manejar, pues se quedaron con "microondas" y así hasta hoy.
Otra vista del aparato mostrando la guía de ondas que apunta a la cavidad donde calentábamos las sobras para la cena:
4. Pasemos ahora a mostrar los aparejos de regulación ambiental, verbigracia la bombilla y el ventilador, alojados cada uno en su carcasa de plástico:
5. Ahora vamos a extraer el circuito de control. Una de las grandes ventajas de este cacharro, y el motivo por el que nunca entenderé que existan hornos microondas con teclados de mil funciones, es que le bastan dos mandos: potencia y temporizador. Aquí veremos qué hay detrás de ellas.
El cajetín de control, sus entradas y salidas. Como todos los componentes, hecho en Corea.
Aquí, lo más interesante: cómo hacer por cuatro duros un controlador que por un lado regula la potencia (probablemente el engranaje de la tapa, controlado por el mando superior, controlaba qué porcentaje de tiempo se activa el relé que da paso a la alimentación de Mr. Magnetrón) y por el otro el tiempo - no olvidemos que el temporizador no sigue una escala lineal, lo que al principio es un minuto al otro lado de la escala son diez.
Probablemente la carbonilla alrededor del mando del temporizador tuvo mucho que ver con la caída en desgracia de nuestro microondas.
Relojería fina, amigos:
También podemos considerar mecanismo de control al seguro que previene el encendido del microondas (¡con estallido de globos oculares! ¡diversión!) si la puerta no está bien cerrada. Este dispone de tres pulsadores. Basta con que uno no esté cerrado para que el aparato no se encienda: hay que proponérselo para hacer el animal.
6. Para terminar, un vistazo a los tres motores que mueven todo este tinglado.
Empezamos con el del temporizador, un motorcete síncrono de lo más sencillo. El rotor no es más que un imán permanente.
El del plato giratorio, que parecía tan sencillo por fuera (50Hz de entrada, 5 rpm) recurre a un desmultiplicador mecánico para bajar la velocidad a unas revoluciones compatibles con el cuenco de sopa.
El más extraño es el del ventilador, que parece un híbrido entre transformador y motor eléctrico. Extraño sobre todo para mí, que mi único contacto con los motores fueron un par de temas de una asignatura bastante maría (Electrotecnia), explicada a partir de un incunable medieval y por supuesto tan teórica como los principios de la Escolástica. Se trata de un motor con espira de arranque, barato y duradero. Como tiene dos polos y la frecuencia de la red es de 50 Hz, 3000 rpm que tenía nuestro ventilador.
Lo mejor es el nombre del rotor: ¡jaula de ardilla!
Lo más asombroso es que por cuatro duros miserables podamos tener un cacharro funcionando durante años sin quejarse una sola vez. Ya veremos cómo se porta ese sustituto que ha aparecido en su lugar.
29 de marzo de 2018
La Serrota desde Pradosegar
La Serrota es esa montaña redondita y casi siempre cubierta de nieve que si miras hacia el sur desde Ávila aparece cerrando el valle Amblés por el extremo oeste. Algo así como el monte Fuji de los abulenses. Está separada de las sierras próximas por los puertos de Menga y Villatoro (éste último es un punto estratégico: el camino desde Castilla la Vieja hacia Extremadura), y presenta la máxima altitud de la provincia fuera de Gredos, unos muy respetables 2294 metros. Además de alegrar las vistas, también nos regala el río Adaja, que aunque no suele estar muy sobrado de agua es el que nos ha tocado.
La Serrota está a la derecha de la torre de Santiago, cerrando el valle por el oeste.
Sirva esta introducción geográfico-nacionalista para justificar por qué hay que subir la Serrota. También, porque es una bonita caminata y porque desde la cumbre se ve toda la provincia salvo lo que queda al sur de Gredos, y se divisa tanto el Guadarrama al Este como la Sierra de Francia al oeste - no hay como una montaña alta y aislada para verlo todo.
Esta ruta parte del "barrio de arriba" de Pradosegar. Un nombre precioso, que compite con el pueblo que está al otro lado de la carretera nacional: Amavida. Debe de ser una comarca de poetas.
La ascensión no presenta ninguna dificultad, todo es suave y sencillo. Pero esos 1040 metros de desnivel pesan lo suyo. En invierno unos crampones serán muy útiles.
Tardamos unas 7 horas en recorrer los 16 km, incluyendo unas 2 horas de parada.
1 de enero de 2018
El cine en 2017
Un año más, otra entradilla para tomar el pulso a la calidad del cine que llega a mis manos (entradas anteriores: 2012, 2013, 2014, 2015 y 2016). La primera conclusión: este año he visto muchas menos películas, más o menos la mitad que en años anteriores, que tampoco fueran como para tirar cohetes. En fin, le echaremos la culpa al cambio climático o al activismo anticarrilbici. O al vil trabajo.
La segunda: que en líneas generales los porcentajes se mantienen. La mitad de lo que veo me gusta, y de esa mitad una cuarta parte me encanta y me prometo a mí mismo volver a ver tales maravillas. Ja.
Un propósito de enmienda: hasta ahora sólo califico las películas que he visto hasta el final, lo cual tergiversa un poco los resultados. Si algo es tan coñazo o tan falto de interés que abandono a la media hora debería ir al grupo de "horrendas", sin preocuparme demasiado de quedar como un zoquete. Total, a estas alturas me debería dar lo mismo.