Me suelo encontrar con aparatos donde el 95% de las funciones quedan ocultas dentro de un circuito integrado, siendo imposible adivinar qué hace cada componente sin recurrir a un catálogo. Muy diferentes son los dispositivos electromecánicos, grandes, desmontables, fáciles de interpretar y basados en principios de la física básica: Ampère, Faraday, Gauss, Maxwell, Ohm y compañía. Un destornillador y la luz del invierno permiten fotografiar todos los detalles y reconocer todo el proceso, comprobando con el dedo cómo engranan las partes móviles.
2 contadores trifásicos recogidos de una acera, muy probablemente procedentes de un taller: la combinación de un contador convencional más uno de potencia reactiva nos dice que buena parte de la electricidad la consumían motores.
El primero, del fabricante suizo Landis & Gyr, chapa pintada de clásico Feldgrau, tiene los componentes por triplicado, uno por fase. Terminamos así con tres discos coaxiales.
El contador reactivo, montado en un chasis de fundición y cubierto por una carcasa de baquelita, coloca dos dispositivos de medida compartiendo disco, por lo que sólo tiene dos:
El mecanismo por el que un contador mide el consumo de energía es muy simple: la corriente eléctrica, al pasar por las barras de cobre, produce una corriente parásita en un bobinado parecido al de un transformador, que es lo que hace mover el disco.
El eje de los discos, montado para minimizar la fricción, engrana con el bloque de cilindros que contienen los números.
De la pieza más importante, el sello de plomo para evitar tentaciones de hacer correr el tiempo hacia atrás, no queda ninguna imagen...
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