3 de mayo de 2018

Anatomía de un microondas

Tras unos veinte largos años de fieles servicios, pues calculo que entró en posesión de mi familia a finales de los 90, este horno microondas Samsung entregó su alma a Dios, y su cuerpo... a mis torpes manos. Documento aquí el proceso de su autopsia para las generaciones venideras.
Nota de la propiedad: el hule de la mesa de la cocina estaba impoluto antes de que empezase a meter caña al destornillador. Ojo.

1. Aspecto exterior del protagonista, nacido en la Gran Bretaña y dotado de un manual de instrucciones de verdad y de tamaño folio. Los lujos de antaño, oigan.



2. Una vez retirada la carcasa, las entretelas quedan a la vista. Hay sitio de sobra para trabajar y todo está unido mediante tornillos y conectado por fastón-espadín: eminentemente reparable. Ya podía venir todo así.
 El bus de instrucciones de un aparato puramente analógico

3. Empiezan saliendo los componentes más gordos y valiosos. Primero, el único circuito impreso, que contiene dos fusibles y tiene toda la pinta de estar ahí para regular lo que nos manda la compañía eléctrica. O para arrancar los motores síncronos, que todo puede ser.


Luego, estos tres kilos y medio de transformador. Tuve que usar la báscula del baño para pesarlo. No dice el voltaje de salida, pero según el internet un valor típico son 2200 V, así que cuidadín amigos. He tropezado con un tutorial para construirse un aparato de soldadura a partir del transformador de un microondas, así que corriendo al punto limpio antes de que me entren tentaciones.

La protuberancia roja en el cable (une la salida del transformador con el condensador que viene a continuación) es un fusible soldado, supongo porque si algo va mal en ese cable será mejor pensar despacito lo que estamos haciendo.


El enorme pedazo de condensador entre transformador y magnetrón:

Lo que da sentido a todo esto se llama Magnetrón. Cuando era supervillano, Magnetrón se dedicaba a dar de tortas a Supermán, pero le convencieron para dedicarse a calentar desayunos y sopas de sobre generando ondas de 2.54 GHz. Ese tipo de ondas se empezaron a usar cuando el radar hacía sus primeros pinitos, allá en los años 30, cuando todo cristo buscaba la paz armándose hasta los dientes. Como su longitud de onda, de unos pocos centímetros, era mucho menor que lo que estaban acostumbrados a manejar, pues se quedaron con "microondas" y así hasta hoy.

Otra vista del aparato mostrando la guía de ondas que apunta a la cavidad donde calentábamos las sobras para la cena:

4. Pasemos ahora a mostrar los aparejos de regulación ambiental, verbigracia la bombilla y el ventilador, alojados cada uno en su carcasa de plástico:


Vista trasera del ventilador. Del extraño motor que lo mueve hablaremos más adelante: 

 5. Ahora vamos a extraer el circuito de control. Una de las grandes ventajas de este cacharro, y el motivo por el que nunca entenderé que existan hornos microondas con teclados de mil funciones, es que le bastan dos mandos: potencia y temporizador. Aquí veremos qué hay detrás de ellas.
Detrás de la rueda del mando de potencia (la de arriba) hay un relé (la caja negra de la foto bajo estas líneas) con el que no está conectada. Al moverla, unos engranajes de plástico actúan sobre la caja sobre la que también actúa el mando del temporizador, que en la foto de abajo aparece detrás de la campanilla y conteniendo lo que tiene toda la pinta de ser un motor eléctrico.

 

 El cajetín de control, sus entradas y salidas. Como todos los componentes, hecho en Corea.

Aquí, lo más interesante: cómo hacer por cuatro duros un controlador que por un lado regula la potencia (probablemente el engranaje de la tapa, controlado por el mando superior, controlaba qué porcentaje de tiempo se activa el relé que da paso a la alimentación de Mr. Magnetrón) y por el otro el tiempo - no olvidemos que el temporizador no sigue una escala lineal, lo que al principio es un minuto al otro lado de la escala son diez.
Probablemente la carbonilla alrededor del mando del temporizador tuvo mucho que ver con la caída en desgracia de nuestro microondas.
Relojería fina, amigos:
También podemos considerar mecanismo de control al seguro que previene el encendido del microondas (¡con estallido de globos oculares! ¡diversión!) si la puerta no está bien cerrada. Este dispone de tres pulsadores. Basta con que uno no esté cerrado para que el aparato no se encienda: hay que proponérselo para hacer el animal.


6. Para terminar, un vistazo a los tres motores que mueven todo este tinglado.
Empezamos con el del temporizador, un motorcete síncrono de lo más sencillo. El rotor no es más que un imán permanente.

El del plato giratorio, que parecía tan sencillo por fuera (50Hz de entrada, 5 rpm) recurre a un desmultiplicador mecánico para bajar la velocidad a unas revoluciones compatibles con el cuenco de sopa.

Una vez apartados los engranajes, nos queda otro motor síncrono de imán permanente, muy parecido al del temporizador.

El más extraño es el del ventilador, que parece un híbrido entre transformador y motor eléctrico. Extraño sobre todo para mí, que mi único contacto con los motores fueron un par de temas de una asignatura bastante maría (Electrotecnia), explicada a partir de un incunable medieval y por supuesto tan teórica como los principios de la Escolástica. Se trata de un motor con espira de arranque, barato y duradero. Como tiene dos polos y la frecuencia de la red es de 50 Hz, 3000 rpm que tenía nuestro ventilador.
Lo mejor es el nombre del rotor: ¡jaula de ardilla!

Lo más asombroso es que por cuatro duros miserables podamos tener un cacharro funcionando durante años sin quejarse una sola vez. Ya veremos cómo se porta ese sustituto que ha aparecido en su lugar.