21 de febrero de 2010

Wyndham Lewis (1882-1957)

Fundación Juan March. Del 5 de febrero al 16 de mayo de 2010. Web de la exposición.

Como ese personaje imaginario que se lee todo lo que aparece en este blog bien sabe, soy fiel visitante de las exposiciones que organiza generosamente la fundación Juan March. Suelen ser muestras centradas en pintores no demasiado conocidos en nuestro país, aunque sí relevantes, por lo que tienen una función divulgativa importante. Al centrarse en un solo pintor, o como mucho en un grupo muy concreto, son verdaderas retrospectivas de su obra, con lo que la lección de arte queda completa. Para redondear su mérito, normalmente se ocupan del período de las vanguardias europeas (desde 1890 a la Segunda Guerra Mundial, lo que mi libro de historia de la pintura llama con mucho acierto "La modernidad clásica"), una época algo floja en los museos de nuestro país, y que todavía es comprensible para quienes tenemos dificultad para tragar aquello del 'todo vale, mientras haya costado mucho dinero'.

La exposición que hoy me ocupa es un claro ejemplo: un artista muy relevante en las vanguardias de principios del siglo XX, pintor y escritor, de un país, Gran Bretaña, que no suele sonar mucho en el campo de las artes plásticas modernas (compárese con Francia, Alemania, Italia, Austria, Rusia o incluso España), y totalmente desconocido para mí -no es ningún demérito del artista, sino una laguna más de mi educación artística, que esta exposición viene a solucionar-.

Wyndham Lewis, Autorretrato como 'Tyro', 1921

Wyndham Lewis, muy influido por los movimientos artísticos que se desarrollaban en otros países europeos (Cubismo, Futurismo), fundó el Vorticismo, volcado en representaciones geométricas, muy dinámicas y relacionadas con la divinización de la máquina -cuánta inocencia, visto desde aquí-. Mirando desde el año 2010, y comparando con lo que tenemos ahora, esa breve época parece una verdadera Edad de Plata de las artes plásticas.

La exposición se ordena siguiendo un recorrido cronológico, comenzando con dibujos y acuarelas de la época de estudiante, siguiendo por la pintura vorticista, la I Guerra Mundial, una serie de retratos (sobresalientes), y una serie de etapas posteriores más marcadas por el surrealismo y la abstracción. Muy completa, quizás demasiado, pues el escaso espacio disponible obliga a concentrar mucho las piezas y las visitas guiadas bloquean totalmente el paso, es una verdadera antología de la producción de Lewis.

Al salir del local de la fundación, no estaba muy seguro de si me había gustado o no; sí que estaba convencido de no haber desperdiciado la tarde, pues como mínimo había aprendido algo nuevo. Un par de días más tarde, las imágenes que conservan más fuerza en mi memoria son los retratos (Ezra Pound, T. S. Eliot, Edith Sitwell) y las pinturas sobre la I Guerra Mundial, en la que combatió como artillero.

A la salida de la exposición, caminando hacia el metro, me encontré con un viejo amigo al que hacía años que no veía. Lo que se dice un día redondo.

Wyndham Lewis, "A Battery Shelled", 1919

13 de febrero de 2010

La Pedriza para principiantes II: haciendo las cosas bien

Desde hace más de un año tenía yo una espina clavada en esto del caminar: encontrar una ruta corta y agradable por La Pedriza, para enseñar tan hermoso paraje a gentes no muy entregadas a esta actividad. Requisitos: ruta corta, esfuerzo físico razonable, y que no terminase con la expedición peleándose en torno a un mapa azotado por el viento y habiendo bebido toda la provisión de agua horas antes de encontrar el camino de vuelta (eran tiempos pre-blog), o en un descenso infernal y peligroso para la integridad física de los caminantes (véase el original "La Pedriza para principiantes").

No se rían. Para un caminante autodidacta, que confía en las líneas pintadas en un mapa como si del Código de Hammurabi se tratase, La Pedriza se convierte en un lugar accidentado y cambiante, con puerta de entrada pero no de salida, un laberinto que consigue despistar y confundir el Norte con el Sur, y lo que es peor, la cuesta arriba con la caída a plomo.
Pero hoy se deshizo el hechizo. No sé si alegrarme o entristecerme, pero hoy conseguimos llevar a cabo un recorrido circular, por la ruta trazada y sin incidentes notables, disfrutando de un día frío y claro de invierno, de las habilidades de las cabras montesas y de las hermosas vistas. Y de la relajante visión del borrico del refugio Giner de los Ríos tomando el sol, demostrando con la acción (es un decir) lo que es una digna filosofía vital.

Ruta muy parecida a la seguida anteriormente, con la diferencia de que desde la pradera del Yelmo descendimos directamente hasta El Tolmo, una bajada con mucha pendiente pero sin ninguna dificultad real.

Esto más o menos es la ruta seguida, tal y como la capturó el GPS. Me temo que el mapa no está demasiado bien calibrado, el camino de vuelta debería coincidir con la línea fina que termina en El Tolmo.

Datos medidos con el GPS:
  • Distancia recorrida: 11.4 km
  • Tiempo en movimiento: 3h 27'
  • Tiempo parados: 2h 29'
Perfil de la etapa, unos 650 metros de desnivel repartidos entre una subida muy suave y un descenso brutal.


Imponente cascada de hielo. La Pedriza, febrero de 2010.
Quién me iba a decir que los teléfonos móviles acabarían teniendo compensación de la exposición...


Tomando el sol en lo alto. La Pedriza, febrero de 2010.