31 de octubre de 2009

Abedules en la sierra de Madrid: Canencia.

Los hay, aunque parezca mentira. En este otoño que parece verano, brillan con tonos amarillos y rojos entre el verde oscuro de los pinos de la ladera norte de la sierra de Canencia.
Para evitar la masificación de la "senda ecológica" (ay) que parte del enorme aparcamiento del puerto de Canencia, optamos por seguir la ruta propuesta por los generosos autores de la muy recomendable web Excursiones y Senderismo. Como nos parecía poco, aprovechamos para subir al modesto cerro que se eleva al este del puerto (según el mapa, donde comienza la Majda del Ortigal), y así merecernos el bocadillo.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 13,5 km
  • Tiempo en movimiento: 3h 33'
  • Tiempo parados: 2h 50' (soberbia siesta)


El GPS lo pasó algo mal al subir por la Hoya de la Vieja, el paraje más hermoso de la ruta. En la esquina inferior izquierda se aprecia el añadido que le hicimos.


Un perfil más propio de paseo que de otra cosa: unos 500 metros de desnivel.

29 de octubre de 2009

Dos semanas con el Androide

Por una vez, como uno de esos examinadores profesionales de cacharritos a los que los fabricantes envían las novedades para que escriban unas reseñas casi siempre laudatorias, no sea que se termine el cuerno de la abundancia, he tenido durante un par semanas un artefacto sin tener que pagar por él, con el propósito de mirarlo, usarlo, enseñarlo y compararlo; tanto es así, que hasta me han entrado ganas de contar aquí qué me ha parecido.

El chisme es lo que se conoce comúnmente como 'smartphone', traducción literal: "teléfono listo", en lenguaje llano "teléfono móvil grande y caro". Fabricado por HTC, aunque hay que hurgar mucho para verlo, es el que se vendía con el kit de desarrollo de aplicaciones para el sistema operativo Android, un regalo interesado de Google al mundo.

Hardware
Es un teléfono de gama alta, con todas las maravillas que se pueden esperar: HSPA, wifi, GPS, sensor magnético, acelerómetros, pantalla táctil capacitiva, cámara con autofocus (pero sin flash) y teclado completo que incluso tiene fila de números, algo que no es muy común en este tipo de terminales. Una riqueza de funciones que contrasta con la tacañería a que nos tienen acostumbrados los fabricantes de toda la vida (sí, te estoy señalando a ti, capaz de presumir de "gama renovada" con cada chorrada que añades).
El cargador es USB, y no hace falta instalar nada en el ordenador para cargar el teléfono: parece obvio, pero con otro cacharro similar tuve que buscarme drivers e instalar un monstruo como el iTunes.
Sin embargo, se nota demasiado que es un modelo no comercial del todo: la pantalla táctil es un tanto errática, y la batería dura muy poco: no solamente hay que cargarlo a diario, sino que frecuentemente no llega vivo al final de un día de trabajo. No está maduro para el uso normal, aunque me cuentan que modelos posteriores (como el HTC Hero) ya no tienen estos problemas. El Bluetooth también está a medio hacer, no permite intercambio de ficheros.

Androide mostrando su teclado y la aplicación de mapas, con la posición actual usando el GPS.

Sistema operativo
Sin duda alguna, lo mejor del teléfono. En sencillez de uso tiene poco que envidiar al iPhone, mientras que es muchísimo más abierto, siendo mucho más sencillo distribuir aplicaciones. La tienda de aplicaciones, el interfaz de usuario, la multitarea, me han parecido aspectos muy bien resueltos, pero los que más me han llamado la atención han sido el sistema unificado de notificaciones, y el mecanismo de comunicación entre procesos llamado intent, una forma muy potente de tratar las aplicaciones como componentes que se pueden llamar unas a otras.
Como única crítica, el excesivo acoplamiento con las aplicaciones web de Google, algo obvio, pues es quien ha desarrollado esta maravilla, pero nunca fue bueno depender tanto de una sola empresa. Eso sí, tener toda mi libreta de direcciones en el teléfono nada más encenderlo por primera vez y meter las credenciales de mi cuenta de Gmail, es una gozada.

La pantalla de notificaciones: llamadas perdidas, SMS, emails, tweets, etc, todos reunidos y accesibles desde el mismo lugar. La tecnología, facilitando la vida al hombre moderno (no se rían).

Aplicaciones

Dos semanas solamente bastan para rozar superficialmente la tremenda riqueza de software disponible, a través del muy bien diseñado 'Android Market'. No es necesario en absoluto conectarlo a un ordenador, se puede hacer todo desde el mismo teléfono.
Una pequeña lista de los programillas que he probado durante estos pocos días:
  • Comunicación: los típicos clientes de Facebook, Gmail, Twitter.
  • Mapas/GPS: Google Maps con posicionamiento y tracks, GPS Status con todos los datos capturados con el sensor, GPS Speed con un velocímetro muy vistoso, ideal para hacer el tonto en el bar del AVE a 280 km/h, CellFinder para encontrar las estaciones base de los alrededores.
  • Realidad aumentada: tan sólo he probado la aplicación Layar, pero esa combinación de cámara, GPS y brújula para añadir información local de una forma tan intuitiva va a cambiar muchas cosas, y Google, cómo no, se forrará, pero merecidamente.
  • Utilidades: ASTRO como gestor de archivos, TasKiller como gestor de tareas (el sistema operativo es muy bueno impidiendo cuelgues, por lo que la utilizaba solamente para evitar procesos en background puliéndose la batería), NetCounter para controlar el consumo de datos, y comprobar que se ha mantenido dentro de lo razonable: menos de 100 MB en dos semanas de uso intensivo, más otros 30 MB de la wifi de mi casa.
    Otra utilidad obligatoria en estos tiempos que corren es un gestor de contraseñas: yo uso el KeePass, que al tener una versión Android me permite exportar la misma base de datos que uso en mi Mac de casa y en el Windows del trabajo.
  • Juegos: salvo el BattleSea, desarrollado por mi amiguete Roman, no he llegado más que a instalarme un par de jueguecitos (Bonsai Blast, Abduction!) a los que no he dedicado ni cinco minutos. Prefiero mencionar las chorraditas basadas en los sensores del teléfono: el detector de metales y la brújula (sensor magnético) y el nivel de burbuja (acelerómetros) que le convierten en una verdadera caja de herramientas. En caso de necesidad, creo que es lo bastante sólido como para cascar un par de nueces. Otra curiosidad es el Barcode Scanner, un lector de códigos de barras usando la cámara del teléfono que busca el producto en Internet, permitiéndonos ver evaluaciones, críticas, etc. que haya por la web; algo muy probable en Estados Unidos, mucho menos en nuestro país. Pero todo llegará.
Androide como caja de herramientas: brújula y nivel de burbuja.

Tan contento he quedado, que he abierto el fondo de ahorro para adoptar un Androide, aunque creo que esperaré a que aparezcan más teléfonos con la versión 2.0, sobre todo el de mi fabricante favorito.
Les dejo con el vídeo de Android 2.0:

28 de octubre de 2009

Agustí Centelles. La caja de la memoria.

Fundación Fiart (Fondo internacional de las artes). Almirante, 1, Madrid. Del 8 de octubre al 7 de noviembre de 2009. Blog dedicado a la exposición.

Agustí Centelles (1909-1985) fue uno de los fotoperiodistas principales de la Barcelona de preguerra y de la Guerra Civil, luego represaliado y refugiado en la fotografía comercial y publicitaria. Redescubierto tras la llegada de la democracia, hace poco se descubrió una caja de zapatos con negativos inéditos, la materia de esta exposición.

Es una muestra pequeña, ideal para un rato si pasamos por el barrio, de imágenes de la vida cotidiana de la Barcelona de antes: modistillas, limpiabotas, algún accidente rodeado de centenares de mirones. También hay mítines, barricadas de 1934 y milicianos posando en el frente de Aragón. En muchas de ellas es evidente la intención estética, la elección del punto de vista y de la perspectiva, que hace que me quede con ganas de ver más fotos de Centelles y agradecido de haberlo descubierto, casi por casualidad.

'Juicio', Agustí Centelles

Apunten el teléfono de la galería: 915 212 353. Puede resultar útil, si la encuentran cerrada y nadie responde al timbre. De nada.

25 de octubre de 2009

El viaje de Robert Frank

Hace unas semanas, este artículo del New Yorker me recordó la existencia de un pequeño volumen en uno de los tres estantes de mi estantería, el único libro de fotografía de los pocos que tengo que se puede llamar un "clásico".
Con calma, pues un libro de fotos hay que trabajarlo como si fuese uno de poesía, deteniéndose en cada poema y leyendo uno, quizá dos al día, lo he vuelto a leer y a admirar, pues lo merece. Tanto, que hasta voy a dedicarle un articulillo.


Robert Frank
The Americans


Prólogo de Jack Kerouac.
Steidl, Göttingen, 2008.
Reedición del de 1958.
180 páginas, 83 fotografías.
Web del editor.


En 1955, el fotógrafo suizo Robert Frank, apadrinado por Walker Evans y Edward Steichen, que le consiguieron una beca de la Fundación Guggenheim, se compra un coche de segunda mano y recorre Estados Unidos, de costa a costa y de norte a sur. Un año más tarde, regresa a Nueva York con más de setecientos sesenta carretes para revelar, unas 27.000 fotos de las que selecciona 83, publicando un pequeño libro titulado 'The Americans' y que cambió la historia de la fotografía contemporánea.

The Americans definió un nuevo estilo, que fue sustituyendo al documentalismo, que había dominado durante varias décadas. Los grandes reportajes de Robert Capa, de Eugene Smith, Cartier-Bresson y muchos otros son reemplazados por unas imágenes mucho más abiertas, equivalentes a una narración sin principio y sin desenlace, una visión del mundo que trata de representar lo mucho que desconocemos y, como consecuencia, lo difícil que resulta tomar una postura y aplicar una receta para resolverlo. Aunque siguen denunciando los aspectos más asquerosos de nuestra sociedad, lo hacen de forma mucho menos explícita, evitando juzgar con precipitación, dejando mucho más ese trabajo al espectador. Pienso en fotógrafos como Diane Arbus, Garry Winogrnad, Lee Friedlander... toda una generación.

Lo que parece una postura más humilde también es mucho más amarga, el idealismo y la certidumbre de los años 30 y 40 evoluciona a unas reflexiones donde no se ve solución, donde la salida es o bien el suicidio o el refugio en la apreciación estética. Pero esto ocurrirá mucho más tarde, el hecho es que la aparición de The Americans tuvo que ser un revulsivo de los que marcan época. Ahora se le considera "una de las obras más importantes de la fotografía del siglo XX", que ya es decir.

Elevator - Miami Beach

Es difícir describir con palabras el estilo de Frank. Como dije antes, son imágenes que no tratan de limitar su posible interpretación: se adivinan ciertas tensiones -raza, clase social-, pero no suelen ser obvias, siempre hay algo que nos hace reconsiderar nuestra primera lectura. Y nunca estaremos del todo seguros, por eso es difícil ser más realista: en la vida real, las cosas pocas veces están tan claras como algunos nos quieren hacer creer. ¿Qué estará pensando la chica del ascensor de Miami Beach? Las sombras que cruzan delante de ella, ¿son huéspedes de un hotel, asistentes a una fiesta, la tratan bien?

En la fotografía de debajo, esos hombres vestidos de domingo rodeados de coches, ¿han ido al funeral de un pariente, o son chóferes que se quedan al lado de sus coches mientras sus ricos patrones dan el pésame a la viuda? Son imágenes a veces llenas de ironía, a veces de tristeza, que no predican, se limitan a declarar un "así es la vida" y dejar que la lectura se la pongamos nosotros.

Funeral - St. Helena, North Carolina

Como objeto físico, The Americans es difícil de superar. Por supuesto, encuadernación y papel de calidad exquisita, y, lo que es más importante, la reproducción de las fotografías es inmejorable, qué riqueza de tonos. Superior a la de muchas exposiciones, además de que estas fotos están hechas para contemplarse en soledad, una a un tiempo, enfrentada a una página en blanco.

El New York Times publicó esta selección de fotografías de The Americans. Disfrútenlas.

12 de octubre de 2009

La Laguna de la Nava en el Corral del Diablo

En Gredos se llama "garganta" lo que en Levante se conoce como "barranco". Normalmente es mucho más espectacular el relieve calizo, mucho más erosionado, que el granítico, casi inalterable, pero todo cambia al pasar a la alta montaña y llegar a los valles de origen glaciar, como en esta ruta.

Una ruta que sigue el patrón lógico: remontar una garganta hasta su origen, un pequeño lago en el centro de un circo glaciar. Dejamos el coche en un aparcamiento muy cerca de Nava del Barco, y subimos por un paraje muy agradable, entre robles, castaños, alisos y huertos de frutales: lo que hace de la comarca de Barco de Ávila mi favorita de la provincia, y donde probablemente me retiraré a tramar la revolución. El bosque deja paso a una zona de prados, y pronto comienzan los amontonamientos de roca y los riscos atormentados propios del modelado glaciar. Pudimos ver un grupo de cabras montesas dedicadas a sus labores: saltar de peña en peña, o, los machos, atizarse cornadas con intento de sodomización incluido. Lo que hay que ver.

El verdadero premio llega al final. Tras una subida bastante cómoda por los grandes escalones de roca por los que cae el arroyo en forma de cascadas (el camino está arreglado y muy bien señalizado), se llega al Corral del Diablo, un estrecho circo cuyo suelo ocupa la Laguna de la Nava.
Lo que se siente, rodeado de enormes paredes de roca viva en un sitio tan pequeño, es difícil de olvidar: un nombre de lo más apropiado.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 21,1 km
  • Tiempo en movimiento: 5h 43'
  • Tiempo parados: 2h 15'

Más simple no se puede: seguir el curso de la garganta hacia las fuentes. Eso sí, los 20 km entre ida y vuelta acaban pesando lo suyo.


La subida es más sencilla de lo que parece al ver este perfil, pues la senda está muy bien trazada. Unos 850 metros de desnivel, aunque los últimos (pasada la laguna) son opcionales.

Sin duda, una de las mejores excursiones que se pueden hacer por Gredos: hermosa, accesible, nada masificada, y con el esfuerzo justo. Habrá que repetir en invierno, a ver qué pinta tiene.

3 de octubre de 2009

Por el valle de la Fuenfría hasta el Montón de Trigo

El valle de la Fuenfría es un territorio comodín para organizar paseos campestres sin complicarse mucho la vida: está cerca de Madrid, se puede llegar en coche o en tren (a Cercedilla, supone un rato más de andar) y está cruzado de rutas que se pueden combinar a voluntad para no tener que repetir nunca. Como toda la sierra del Guadarrama, está siempre lleno de gente, pero una vez nos alejamos algo del aparcamiento, el gentío suele ser tolerable -es peor en primavera, lleno de excursiones de scouts y de niños de colegios de pago-.

El paseo de hoy consistió en llegar al puerto de la Fuenfría por el camino más corto posible (la calzada romana) para atacar el Montón de Trigo, añadido a la ruta para darle un mínimo de esfuerzo físico. Luego volvimos por un camino para mí desconocido: siguiendo la divisoria provincial hasta el collado de Marichiva (¿quién se inventa los nombres?) y desde ahí bajar al aparcamiento por el sendero RV-4, señalizado con círculos rojos pintados en los pinos. El camino de bajada es una delicia, más aún en un día claro y templado de principios de octubre.

Datos medidos con el GPS:

  • Distancia recorrida: 11,2 km
  • Tiempo en movimiento: 3h 35'
  • Tiempo parados: 2h 38'

Ruta superpuesta al mapa de 'La Tienda Verde'. Todos esos círculos de colorines marcan rutas largas y cortas, que pasan por un par de puntos estratégicos, con lo que las combinaciones se ponen bien fáciles.

Perfil sencillo, que concentra toda la subida al principio. El ascenso del Montón de Trigo permite dejar esa parte como opcional, para que los más cansados puedan recuperar fuerzas mientras el resto ataca la montaña. Unos 750 metros de desnivel, que permiten decir que hemos hecho algo.