25 de abril de 2008

Horacio Coppola

Fundación Telefónica. Del 10 de abril al 25 de mayo de 2008.
Web de la exposición


Al igual que en la pintura (un buen ejemplo), la composición es una de las herramientas con las que el fotógrafo cuenta para construir un mensaje. La disposición de elementos en el encuadre, sus relaciones entre sí, los juegos de armonía o disonancia entre ellos y con lo que queda fuera, son armas poderosas pero difíciles de emplear con acierto de modo que refuercen lo que el autor quiere expresar. En el caso de la fotografía, con la dificultad añadida de que dichos elementos no suelen aparecer en la disposición deseada, a diferencia de la pintura, en la que se pueden añadir figuras y paisajes a voluntad.

Si algo me ha quedado de la exposición que acabo de ver, es que Horacio Coppola (Buenos Aires, 1906) es un verdadero maestro de la composición. Uno de los más grandes fotógrafos de su país, pronto se puso en contacto con las vanguardias europeas, llegando a estudiar en la Bauhaus. Y se nota, tanto en sus naturalezas muertas, verdaderos ejercicios de geometría construida con objetos y sombras, como en su fantástica serie de fotografía urbana, dedicada a la Buenos Aires de las grandes avenidas, de las luces de neón y del puerto. La exposición está dividida en estos dos grandes grupos: en el primero, las imágenes más "conceptuales", que aunque algo enigmáticas son un magnífico tour de force de destreza compositiva, ilustran la técnica luego aplicada al segundo grupo, la serie de fotografías de Buenos Aires. Se comprende así mucho mejor por qué las imágenes de los lujosos edificios de la Avenida Corrientes funcionan tan bien.

California, Vuelta de Rocha, La Boca, 1931

Como ejemplo, pongo aquí la fotografía que quizás más me ha gustado de toda la exposición: un juego compositivo que crea tensión mediante las diagonales de luz y su distribución por el encuadre. En lugar de limitarse a ser un frío ejercicio cubista de triángulos y cuadrados, aprovecha la tensión para transmitir una sensación para mí premonitoria: el bar vacío donde esta noche ocurrirá algo.

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