Fundación Juan March. Del 5 de febrero al 16 de mayo de 2010. Web de la exposición.
Como ese personaje imaginario que se lee todo lo que aparece en este blog bien sabe, soy fiel visitante de las exposiciones que organiza generosamente la fundación Juan March. Suelen ser muestras centradas en pintores no demasiado conocidos en nuestro país, aunque sí relevantes, por lo que tienen una función divulgativa importante. Al centrarse en un solo pintor, o como mucho en un grupo muy concreto, son verdaderas retrospectivas de su obra, con lo que la lección de arte queda completa. Para redondear su mérito, normalmente se ocupan del período de las vanguardias europeas (desde 1890 a la Segunda Guerra Mundial, lo que mi libro de historia de la pintura llama con mucho acierto "La modernidad clásica"), una época algo floja en los museos de nuestro país, y que todavía es comprensible para quienes tenemos dificultad para tragar aquello del 'todo vale, mientras haya costado mucho dinero'.
La exposición que hoy me ocupa es un claro ejemplo: un artista muy relevante en las vanguardias de principios del siglo XX, pintor y escritor, de un país, Gran Bretaña, que no suele sonar mucho en el campo de las artes plásticas modernas (compárese con Francia, Alemania, Italia, Austria, Rusia o incluso España), y totalmente desconocido para mí -no es ningún demérito del artista, sino una laguna más de mi educación artística, que esta exposición viene a solucionar-.
Wyndham Lewis, muy influido por los movimientos artísticos que se desarrollaban en otros países europeos (Cubismo, Futurismo), fundó el Vorticismo, volcado en representaciones geométricas, muy dinámicas y relacionadas con la divinización de la máquina -cuánta inocencia, visto desde aquí-. Mirando desde el año 2010, y comparando con lo que tenemos ahora, esa breve época parece una verdadera Edad de Plata de las artes plásticas.
La exposición se ordena siguiendo un recorrido cronológico, comenzando con dibujos y acuarelas de la época de estudiante, siguiendo por la pintura vorticista, la I Guerra Mundial, una serie de retratos (sobresalientes), y una serie de etapas posteriores más marcadas por el surrealismo y la abstracción. Muy completa, quizás demasiado, pues el escaso espacio disponible obliga a concentrar mucho las piezas y las visitas guiadas bloquean totalmente el paso, es una verdadera antología de la producción de Lewis.
Al salir del local de la fundación, no estaba muy seguro de si me había gustado o no; sí que estaba convencido de no haber desperdiciado la tarde, pues como mínimo había aprendido algo nuevo. Un par de días más tarde, las imágenes que conservan más fuerza en mi memoria son los retratos (Ezra Pound, T. S. Eliot, Edith Sitwell) y las pinturas sobre la I Guerra Mundial, en la que combatió como artillero.
A la salida de la exposición, caminando hacia el metro, me encontré con un viejo amigo al que hacía años que no veía. Lo que se dice un día redondo.
1 comentario:
Ví esta expo hace un par de semanas, y me pasó un poco lo mismo. Estéticamente no puedo decir que me gustase, excepto algunos retratos, en particular el autorretrato que pones en tu post. Reconozco el valor de algunas de las obras, pero creo que es una estética que ha envejecido mal, la verdad.
El montaje de la exposición, si bien algo abigarrado, es muy bueno, como casi todas las de la March.
Publicar un comentario