De todo lo reseñado en mi intento de sitio estático, lo más popular con diferencia es la "Historia del siglo XX", del historiador británico Eric Hobsbawm. Disfruté tanto con este libro, que a continuación pasé a devorar todos los libros del mismo autor a los que tuve acceso; no fueron pocos.
Para que los lectores puedan participar mediante comentarios, reproduzco aquí la entrada, publicada originalmente el 1/6/2002.
Historia del siglo XX (Age of Extremes. The short Twentieth Century 1914-1991)
Editorial Crítica.
Barcelona, 1998.
(1ª edición, 1995). 610 páginas.
Eric Hobsbawm es un historiador inglés de origen alemán, nacido a principios de siglo, por lo que fue testigo de buena parte de los acontecimientos que describe. Según sus propias palabras, está especializado en el siglo XIX; ha escrito una trilogía sobre ese siglo, compuesta de: “La Era de la Revolución”, “La Era del Capital” y “La Era del Imperio”. El libro que nos ocupa, titulado en inglés “La Era de los Extremos”, sería una continuación de los tres anteriores.
Hobsbawm es partidario de no ceñirse demasiado a fechas tan arbitrarias como el principio o fin de un siglo para definir las épocas históricas. Para él, al igual que el S. XIX es un siglo 'largo', pues comienza en 1789 y no termina hasta 1914, el S. XX es un siglo corto, de 1914 hasta 1991. Lo divide también en tres períodos: la era de las catástrofes (1914-1945), la edad de oro (1945-1973) y el derrumbamiento (1973-1991). Más que en guerras o acontecimientos aislados, el autor se detiene a analizar los procesos que caracterizan a cada periodo, y cómo se enlazan con los de épocas anteriores y posteriores.
Eric Hobsbawn ha estado siempre catalogado como historiador de izquierdas, y hace 30 o 40 años probablemente lo estaba como “abiertamente marxista”. Basta con leer sus ensayos sobre movimientos revolucionarios. Sin embargo, es capaz de mantener una distancia crítica suficiente para analizar los hechos sin demasiadas ideas preconcebidas. Para el autor, mientras que el siglo XIX, pese a todos sus defectos, fue un periodo de progreso, el XX supuso, desde sus comienzos, el truncamiento de una etapa de avances en la humanidad iniciada como mínimo en el siglo XVIII; pues el progreso no puede limitarse tan sólo a lo científico y técnico, sino que debe corresponderse con mejoras éticas y sociales. El siglo que descubrió los totalitarismos, la guerra total, genocidios y bombas atómicas, entre otras cosas, deja mucho que desear. Hobsbawm lo ilustra continuamente con ejemplos: basta con comparar las reacciones que suscitaba en la prensa occidental una matanza de 10 personas en la Rusia de los zares con lo que vemos a diario en Palestina, para concluir que, en cuanto a los valores fundamentales, hemos empeorado gravemente.
Por supuesto, un libro de 600 páginas no se puede limitar a desarrollar esta tesis, sino que hace un recorrido bastante completo sobre los movimientos políticos, culturales, económicos y científicos fundamentales del siglo, de los cuales quizá el más importante haya sido la enorme transformación provocada por el desarrollo económico de los años 50 y 60: por primera vez desde el Neolítico, la mayor parte de la población mundial vive en ciudades y de actividades que poco tienen que ver con la agricultura y la ganadería.
Una diferencia positiva de este libro sobre los cientos de libros escritos sobre el siglo recientemente concluido es el cuidado puesto en la forma: a diferencia de otros muchos historiadores, Hobsbawm sostiene que la forma es importantísima, aunque se trate de un libro de historia; este libro es buen ejemplo de ello. Se lee como si fuera una novela; exposiciones ordenadas, con numerosos ejemplos de la vida cotidiana e incluso anécdotas personales del autor: una persona que vivía en Berlín cuando Hitler se hizo con el gobierno, que estudió en Cambridge a la vez que Turing, Watson y Crick y que ha conocido personalmente a muchos líderes guerrilleros de América Latina, tiene mucho que contar. Los comentarios de índole personal no tienen desperdicio.
Esta “Historia del siglo XX” se ha convertido en uno de los libros fundamentales de mi biblioteca; de los pocos que he leído varias veces y que sin duda volveré a releer en el futuro. Entre mis capítulos favoritos están el de la Gran Depresión de 1929 (quizá por la situación económica actual) y el dedicado a la ciencia y a la técnica del siglo. Pocas veces he encontrado en una obra de historia, una de las ciencias sociales al fin y al cabo, un análisis tan lúcido y tan bien fundamentado de materias que en principio le son ajenas.
El libro concluye con una reflexión sobre los desafíos a que nos enfrentamos en esta época de total incertidumbre: la explosión demográfica, que no tiene visos de remitir, y la destrucción de los recursos naturales son los más graves a largo plazo, pero tampoco podemos olvidarnos de la incapacidad de amortiguar los efectos de los ciclos económicos, del abandono de los usos democráticos en buena parte del mundo, y de la pérdida de puestos de trabajo por los avances técnicos, que no se llegan a recuperar.
Me gustaría ser más optimista que él, pero no puedo. Carpe diem.
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