Recurrí a la del señor Ramón, ya que periódicamente salgo de ahí bien pelado, y repeinado cual pequeño ruiseñor. Siempre me hace lo mismo, menos mal que mi casa está a un paso.
La expresión "peluquería de barrio" la describe perfectamente: contrachapado, escai, formica, cromos religiosos (y del Real Madrid) en las paredes, frascos de lociones desaparecidas hace décadas del mercado... todo lo contrario de esos templos con sillones cromados y veinte metros cuadrados de espejos que se ven por el centro de la ciudad, o de las franquicias de plástico, neones violetas y enormes fotos filogays.
Dados los condicionamientos de espacio (local diminuto), iluminación (más bien poca) y del público presente (prohibido mostrar caras), opté por el cobarde género del bodegón, desde el punto de vista del paciente:
El bolsillo del barbero, con su tijera y su peine: probablemente lo que más tiempo miramos durante la operación.
Escalera de navajas
Bodegón en rojo y cromo.
1 comentario:
bonitas fotos, sí señor
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