9 de enero de 2009

Como Oliver Twist, pero sufriendo de verdad

Ramiro Pinilla
Antonio B. el Ruso, ciudadano de tercera.

Tusquets, Barcelona, 2007. 633 páginas.
Publicado en 1977 como "Antonio B. el Rojo"

Durante un mes, en 1973, Ramiro Pinilla entrevistó a Antonio Bayo, apodado "el Ruso" por su pelo rubio. Con ese material, debidamente ordenado y dotado de un estilo claro y simple, pero muy efectivo, construyó esta narración, una terrible historia de miseria y desventura.

Antonio tuvo la mala suerte de nacer pobre, de madre soltera, en una aldea situada en La Cabrera, una de las comarcas más pobres de España, país donde hasta hace bien poco se pasaba mucho hambre. Las maravillas del mundo moderno nos permiten contemplar de un vistazo dónde queda aquel paraje mísero, en el que lo mejor que podían hacer sus habitantes era largarse corriendo y no mirar atrás.

En un pueblo de muertos de hambre donde todos andaban levantando al vecino las patatas y alguna que otra gallina, Antonio tuvo la particular desgracia de ser marcado como el ratero oficial, adjudicándole sus robos y los de los demás. Su infancia era un continuo ciclo de hambre, robo de poca monta, visita al cuartelillo de la Guardia Civil, paliza, larga marcha a pie hasta el pueblo donde estaba el juez, pequeño castigo y vuelta a empezar. Según iba creciendo, y con él su hambre, las únicas variaciones eran la magnitud de las palizas y la entrada en el lóbrego mundo de las cárceles y penales de la posguerra, no necesariamente peor que las condiciones de vida en su pueblo.

La historia de El Ruso, además de horrible y deprimente, no es muy variada que digamos. Ramiro Pinilla no efectúa saltos temporales, sino que narra lo que sucede año tras año, para no ahorrarnos etapas del continuo calvario sufrido por el protagonista, una vida de sufrimiento sin esperanza, en la que los brevísimos momentos de alegría no compensaban los largos meses y años de penalidades. Aunque el estilo elegido es ágil y coloquial, sin tratar de imitar demasiado el habla seguramente popular del protagonista, tanta repetición cansa, por mucho que probablemente se trate de un efecto buscado: más le cansó tanta vuelta a lo mismo al pobre Ruso.

Se trata de una narración demasiado terrible para poder decir que haya "disfrutado" con ella, pero lo cierto es que no podía soltar el libro. Al tratarse de una transcripción de la biografía de una persona, no tiene cabida la capacidad del autor de crear mundos tan extraordinarios como el Getxo de Verdes valles, colinas rojas o La higuera; de todas formas, la maestría de un escritor también se demuestra en obras como esta, en la que consigue transmitir el sufrimiento causado por la pobreza más abyecta.

El invierno en Castilla. Ávila, diciembre de 2008.

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