La pasada quincena ocurrieron dos hechos incorrelados pero que me hicieron interrumpir la grata lectura que tengo entre manos para dedicar unos días a una novelita de autor prometedor. Viktor Stlánik, coautor del exquisito blog literario Desplazamientos sin órbita le dedica una maravilla de artículo, y una semana más tarde, al entrar en la biblioteca de mi barrio a por una guía turística para mis próximas vacaciones -de las que no pienso volver- me lo encuentro delante de mis narices, en el estante de los libros recién retornados. Al saco.
Quien quiera leer una crítica bien escrita, a Desplazamientos sin órbita. Para los demás, queda esto:
Isaac Rosa
El país del miedo
Seix Barral, Barcelona, 2008.
314 páginas.
Ficha en la web de la editorial.
No recuerdo por qué me dio por leer El vano ayer, novela publicada por Isaac Rosa en 2004; sí recuerdo muy bien que me encantó. Hace unos meses la releí, y esa relectura no hizo más que aumentar mis deseos de leer algo más del autor, que además es de mi quinta y reside en mi hortelana comarca. Leo con frecuencia su columna en el diario Público, Trabajar cansa, pero a pesar de titularlo con una gran verdad, no acaba de gustarme, no hila muy fino que digamos.
Cuento todo esto, además de por ser gratis, para que se hagan ustedes una idea del grado de ilusión, entusiasmo, entrega, etc. con que emprendí la lectura de El país del miedo. En una palabra: decepción.
Isaac Rosa no abandona la estructura de "falsa novela" manipulada a la vista de los lectores para presentar una tesis, esa estructura que tanto me gustó. Pero lo que en El vano ayer es un salto constante de registros, personajes y puntos de vista (profesor pusilánime, anarquista torturado, gris caído del caballo, y otros) para analizar las posibilidades de una peripecia en un brillante juego escritor-lector dedicada a desmontar muchos lugares comunes de nuestra gloriosa Transición, en El país del miedo la estructura es mucho más simple, alternando breves capítulos narrativos con reflexiones sobre el tema de la novela, que no es otro que el miedo en las sociedades "civilizadas" de centro comercial y televisión, como la nuestra.
El argumento, muy simple, cuenta la reacción del protagonista, Carlos, ante el descubrimiento de que su hijo, de doce o trece años, es cruelmente extorsionado por un compañero de instituto. Torpe y cobarde, su forma de enfrentar la situación le mete en un lío de cada vez más difícil salida, pues el tal Carlos, más que un personaje es la liebre de los cuentos, siempre temblando aterrorizado, cuyas únicas respuestas son la sumisión y la huida.
Sospecho que con Carlos el autor no ha querido crear un verdadero personaje, sino un vehículo para que se manifiesten todos los miedos, terrores y espantos del catálogo que se van desgranando en los intervalos entre capítulos narrativos. De ninguna verosimilitud como personaje de novela, sirve como ejemplo de víctima de los temores que infectan nuestra sociedad, tan influida por la "cultura popular" de los medios de comunicación de masas: atracos, violaciones, pandillas callejeras, brutalidad infantil, leyendas urbanas, extranjeros, brutalidad policial... que nos vuelven una masa de ovejas que obedece agradecida los silbidos de su pastor y soporta los mordiscos de los perros, pues cree que fuera del rebaño la vida será mucho peor.
No entiendo por qué se queda ahí, por qué no ha aprovechado para enriquecer El país del miedo con más personajes/arquetipo que aporten más puntos de vista, o con tesis con más potencial de polémica. Por ejemplo, incidiendo más en las reacciones políticamente correctas de Carlos, el cual es capaz de justificar todas las vejaciones de que es objeto, auténtico cristiano que pone la otra mejilla como buen discípulo de la izquierda más ñoña. Pero quedándose ahí, no va más lejos que Michael Moore en películas como Stupid White Men o Bowling for Columbine, capaces de argumentar la misma tesis de una forma mucho más ágil.
Quizá mi animadversión por la temática elegida sea algo personal, han sido muchos años aguantando mierda de Hollywood, de la televisión o de la sensacional prensa patria. Pero El país del miedo tiene también aspectos buenos, logrando provocar escalofríos de lo puro patético que es el protagonista y la reflexión automática: ¿sería yo capaz de caer tan bajo en similares circunstancias, oh maestro? Prefiero quedarme con la duda, aunque nunca está de más hacerse la pregunta. También me han gustado los soliloquios de Carlos a lo Saramago, un recurso que hace mucho más llevaderas las páginas donde ese ser tan desvalido analiza y vuelve a analizar la terrible amenaza que se cierne sobre su familia, atacada por un mocoso de trece años.
Seguiré esperando otra novela a la altura de El vano ayer. Seguro que vendrá.
1 comentario:
Bien está que sonrojes al personal, pero no te menosprecies porque es que no.
Coincido con todo lo que dices, incluidas tus esperanzas de que Rosa nos regale una novela mejor. Ojalá sea así. Se necesitan novelistas a la altura de su tiempo.
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