Ha pasado menos de un año desde que leí "Sólo un muerto más", y al pasar por la papelería de mi calle descubrí en el escaparate una novela de mi admirado Ramiro Pinilla, así que no lo pensé dos veces...
Ramiro Pinilla
Las ciegas hormigas
Tusquets.
Barcelona, 2010.
319 páginas.
Publicada inicialmente en 1961, "Las ciegas hormigas" es un ejemplo de novela prácticamente secuestrada por el editor (Destino, el de los premios Nadal) hasta que, tras muchos esfuerzos, el autor logra rescatarla y publicarla en otra editorial. Para los lectores, toda una suerte.
El argumento se resume en cuatro letras: un carguero inglés naufraga contra los acantilados de La Galea, en Getxo, y su carga de carbón se desparrama. Al caer la noche, la familia Jauregui, al igual que los demás habitantes del pueblo, lucha contra los elementos y la mala suerte para atrapar la mayor cantidad posible de combustible con el que sobrevivir al duro invierno de posguerra.
Además de la situación en ese Getxo mítico tan soberbiamente retratado en los tres volúmenes de "Verdes valles, colinas rojas", "Las ciegas hormigas" utiliza la misma estructura narrativa, en la que los personajes de la novela se van relevando como narradores, alternando sus puntos de vista y presentando al lector las distintas versiones y motivaciones de los hechos. Hay algunas diferencias, como la existencia de un narrador principal que inicia cada capítulo: Ismael, el hijo de catorce años, y la ausencia de la voz del verdadero protagonista, Sabas Jauregui, el padre de familia cuya voluntad es la energía que mueve todo en esta novela.
Sin salir de la familia Jauregui, la galería de personajes es notable: la abuela, la madre, el cuñado borrachín, la niña y sus gatitos, los hijos forzados a participar en una aventura trágica aun teniendo razones válidas para no hacerlo. Sin embargo, el papel que juega el padre, luchador incansable que parece seguir su terrible destino como en un guión de tragedia clásica, es lo que más ha llamado mi atención en "Las ciegas hormigas". Sabas acepta su misión, estrellarse una y otra vez en un mundo hostil y sin alegrías, reventar de agotamiento solamente para que alguien más pueda sucederle en esa lucha infinita cuyo resultado estaba escrito desde el principio.
Aun tratándose de una novela brutal, la he leído con agrado, comprobando una vez más la maestría de Ramiro Pinilla para construir la historia y unos personajes tan extremos pero tan bien implicados en ella. Quedo agradecido de que siguiera escribiendo sobre su Getxo imaginado, y apunto como deber leer a Faulkner, aunque mucho me sorprendería que me cause tanto placer y asombro.
1 comentario:
Me gusta Pinilla, y su trilogía/tocho, como me gusta Luciano Elegido, testimonios de que no hay que ser un jovenzuelo, al contrario, para escribir con garra
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