Orhan Pamuk
The Black Book (El libro negro)
Título original: Kara Kitap.
Publicado originalmente en 1990.
Traducción de Maureen Freely
Vintage, New York, 2006. 466 páginas.
Tras una corta, pero agradable y fructífera visita a Estambul, era casi obligado emprender la lectura de alguna obra literaria relacionada con una ciudad tan enorme y compleja. El novelista constantinopolitano de referencia en las últimas décadas y que probablemente será durante mucho tiempo es Orhan Pamuk; gracias a unos buenos amigos, cayó en mis manos la traducción inglesa de esta soberbia novela, en la que uno de los protagonistas es, sin duda, la ciudad. No vista con los ojos de un occidental, con todos los peligros de mitificaciones orientalistas que nos podría atizar, sino desde el punto de vista de sus naturales, que la sufren a diario y no pueden imaginarse vivir en otro lugar.
La acción se desarrolla sobre todo en la parte más occidentalizada de Estambul, los barrios de Beyoglu y Nisantasi; pero en sus múltiples idas y venidas por calles, puentes, pasadizos subterráneos y hasta un minarete de la mezquita de Süleymaniye, el lector se podrá formar una completa imagen de la ciudad: sucia, fría -nieve por todas partes-, caótica y quizás algo melancólica, pero donde todo puede ocurrir: es casi un mundo mágico, donde se mezcla la triste realidad de unos años de represión y dictadura con fantásticas historias del pasado y con todo tipo de excentricidades a nivel individual.
El protagonista, Galip, vástago de una familia venida a menos, se lanza a la búsqueda de su amada Rüya, quien le acaba de abandonar. Se trata de una búsqueda muy extraña, recorriendo barrios, cines, cafés, burdeles, meyhanes y mezquitas, acompañada de un viaje interior en el que Galip sigue pistas donde se mezclan la identidad (¿quién soy yo?), lecturas del destino humano en el rostro, y teorías cabalísticas -el Hurufismo- y enseñanzas del gran poeta místico sufí Rumi. Unos movimientos de escape que contrastan con la triste realidad diaria de una sociedad sujeta bajo una dictadura militar, temiendo siempre el próximo golpe de Estado y consciente de no haber terminado todavía de sufrir una larga decadencia.
Se trata de una prosa compleja -y muy probablemente infernalmente difícil de traducir-, que me obligaba continuamente a volver atrás y releer capítulos enteros, pero que ofrece pasajes de gran interés, como las historias casi legendarias que Galip descubre a partir de un increíble archivo de publicaciones subversivas y los cambiantes pseudónimos de sus articulistas de ultraizquierda. Los capítulos narrativos se alternan con columnas de prensa escritas por Celâl, tío del protagonista, periodista célebre que utiliza una curiosa mezcla de realismo mágico y costumbrismo: escribe sobre sultanes, pachás, gángsteres del Bósforo, y también tenderos y fabricantes de maniquíes. Una curiosa visión del mundo que se difunde por toda la novela, permeando también la trama principal y llevándola hasta unos extremos de complejidad que requiere, la verdad, una buena dosis de esfuerzo por parte del lector.
Como suele suceder, el disfrute de un logro suele corresponderse a la dificultad para conseguirlo, y The Black Book no es una excepción: la sensación al terminar esta larga novela es la de haberse acercado a un universo difícil pero hermoso, que trae el premio añadido de poder identificarse con una de las ciudades más interesantes del mundo.
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