Jonathan Littell
Las benévolas
(Les Bienveillantes)
RBA, Barcelona, 2007
990 páginas
Contradiciendo la confesión derrotista de hace pocas semanas, todavía es posible sacar tiempo para atacar novelas gordas, complejas, que obligan a releer pasajes, sacar el diccionario y el atlas y repensar el último capítulo mientras se acude al trabajo cual zombie alienado. Las benévolas es una de ellas, digna heredera de aquellos novelones del XIX que llenaban meses de la vida de la gente (nota: todavía tengo pendiente leer Guerra y Paz).
El argumento se desarrolla de forma lineal, como una de esas grandes novelas. Muchos años después del fin de la guerra, el director de una fábrica de encajes de Calais se decide a relatar su pasado: fue ni más ni menos un oficial alemán de las SS, Max Aue. Se centra en el período de la guerra contra la Unión Soviética, desde junio de 1941 hasta abril de 1945: invasión, empantanamiento en la estepa ucraniana y en el Cáucaso, hasta llegar al desastre de Stalingrado. Sus cometidos son principalmente burocráticos: dirigir y supervisar operaciones de aniquilación de judíos soviéticos, redactar concienzudos informes para sus superiores, mejorar la administración de los campos de concentración para que participen en el esfuerzo de guerra del Reich, misiones que le llevan por los escenarios probablemente más espantosos donde haya estado hombre alguno. De ascenso en ascenso, llega a Obersturmbannführer (teniente coronel), destinado al Estado Mayor de las SS en Berlín.
En sus casi 1000 páginas, Las benévolas desarrolla varios temas en paralelo, como si de una sinfonía se tratase. Se puede leer en varios planos: el más evidente a la vista del argumento que acabo de bosquejar, es una recreación histórica de los años más horribles de la historia de la Humanidad, en los peores sitios (frente oriental, Stalingrado, Auschwitz, Berlín), con la peor calaña: las organizaciones policiales de las SS y sus auxiliares. No nos ahorra ninguna animalada, y las descripciones pondrán a prueba la capacidad de aguante del lector. Esperemos que a nadie se le ocurra adaptarla al cine. Es un nivel que entronca muy bien con las reflexiones sobre lo que
llevó a aquellos "patriotas y horados funcionarios", y nos podría llevar a nosotros, a participar en semejantes salvajadas: lo socialmente aceptado, lo bendecido por los sabios, las órdenes, las ansias de medrar, las venganzas personales. Lo arbitrario que puede resultar que nos toque desempeñar el papel de víctima o de verdugo, ambas poco agradables.
También se ocupa de desmontar el mito, poco creíble pero tantas veces repetido en el cine y en la prensa, de la eficiencia burocrática de la maquinaria de destrucción del III Reich: chapuzas, desidia, corrupción, lucha entre departamentos, entorpecimiento burocrático -eso no me toca a mí, es cosa del Alto Negociado de Desplazamientos y Migraciones, etc- en un trasfondo trágico donde todo se resuelve con la muerte de más prisioneros. La avalancha de departamentos, jerifaltes SS y burócratas de todo pelaje con que tiene que lidiar el protagonista refleja muy bien la estructura, tremendamente ineficaz, que soportaba la ocupación de los territorios del Este.
No podemos olvidarnos de quien da cuerpo a la novela, Max Aue. Buena parte de Las Benévolas se ocupa del estudio psicológico del protagonista, una buena pieza: doctor en derecho, culto, cruel, nazi convencido, le altera más el sinsentido de tanta muerte (¿para qué sirve?) que el sufrimiento de cada una de las víctimas, aunque prefiere no estar demasiado cerca de las ejecuciones: le estropean la digestión, a la criatura. Su vida privada, marcada por las consecuencias de una adolescencia complicada, su homosexualidad -algo difícilmente compatible con su trabajo de oficial SS-, y, sobre todo, las relaciones con su familia, son determinantes en la novela.
No todo me ha gustado en Las benévolas. Para empezar, me ha parecido demasiado extensa. Hay pasajes muy largos y repetitivos que podrían decir lo mismo con muchas menos páginas: de lo peor (por aburrimiento) son los regodeos en las locuras masturbatorias del protagonista. También me ha parecido que hace excesivo uso de palabras en alemán: un apéndice al final del libro explica algunos términos, sobre todo organizaciones del entramado nazi, y una tabla de equivalencias explica los grados militares, pero el texto está trufado de expresiones (zu Befehl!, Auswärtiges Amt, etc.) no siempre explicadas y que sin duda entorpecerán la lectura a quienes no sepan un mínimo de esa lengua. No entiendo por qué, cuando menciona el ejército regular (llamado Wehrmacht todo el tiempo, como si se tratase de algo diferente), siempre nombra las graduaciones en alemán (Hauptmann, Oberst) en lugar de sus equivalentes capitán, coronel, etc. La traducción, obra de María Teresa Gallego Urrutia, me ha parecido correcta; sin tener delante el original es difícil hacer valoraciones, pero el resultado final no chirría y encuentra una voz convincente para los soliloquios de Max Aue.
Las benévolas es una novela enorme y tremenda, no demasiado fácil de leer pero que engancha y da que pensar. ¿Cómo actuaríamos si las circunstancias nos colocasen en la situación del protagonista? Muy recomendable, merece su fama y buena acogida.
Las reflexiones de los oficiales SS cuando ven acercarse el final, y los intentos de los jefazos de implicar a todo el mundo para que no puedan alegar ignorancia son de lo mejor.
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