26 de diciembre de 2009

La fábrica de las noticias


Nick Davies
Flat Earth News
(Noticias de la Tierra plana)


Vintage. London, 2009.
420 páginas.
Web para ampliar la información del libro: http://www.flatearthnews.net/



Dedicamos buena parte del tiempo al consumo de "noticias": diarios, televisión, radio, Internet... ahora no es posible escapar ni dentro del Metro, aunque en este último sitio lo típico es que aparezca la señora Espe con radiante sonrisa, inaugurando algo. Estar más informados es difícil, aunque si dejamos de conformarnos con la cantidad el juicio empeora: estamos mal informados, nos bombardean con las mismas pseudonoticias, notas de prensa sin contrastar, polémicas fabricadas para beneficiar al oscuro interés del día, y tomas de partido descaradas para satisfacer los intereses empresariales del dueño del periódico o canal de radio/televisión de turno. Bonito panorama, desde luego no limitado a nuestro pequeño y secundario país: probablemente sea bastante peor en el mundo anglosajón, aunque no hay que preocuparse, los de aquí aprenden rápido.


Yo empecé a perder la inocencia periodística en tiempos de la Guerra del Golfo, cuando nos decían que el potente ejército iraquí era el tercero del mundo, nos mostraban las imágenes de la bomba "inteligente" metiéndose por la ventana del edificio y sacaban un cormorán cubierto de petróleo como ejemplo de las maldades del enemigo. Cuando me enteré de que el pobrecito cormorán fue grabado en Alaska, que el 80% de las bombas caían donde no debían, y vi de qué dio de sí el poderoso ejército iraquí, empezaron mis dudas sobre todo lo visto y oído durante los meses anteriores. Los medios de comunicación españoles, ¿son tan estúpidos como para tragarse así toda la propaganda que les vomitan los americanos, tienen un interés en que nos la traguemos nosotros, o les da igual?. Luego llegó la muerte de Lady Di en accidente laboral y las 48 horas de brasa continua. Me pilló en Alemania, y pude comprobar que allí también picaron como besugos. Ahora, entre patadas al diccionario y puñetazos a la gramática, noticias de relleno y estudios o encuestas totalmente irrelevantes y declaraciones de X respondiendo a las tonantes palabras de Y, ninguna de las cuales tendría por qué importarnos, casi lo he dejado por imposible.

Madrid, septiembre de 2009

'Flat Earth News' es un diagnóstico del estado actual de la prensa, y un repaso a las causas que la han traído a este punto, en el que cualquier día una "prestigiosa institución" financiada por algún grupo de presión colará la noticia de que la Tierra es plana, y todos los periódicos y cadenas de televisión y radio la repetirán como loros, porque se lo creerán, no se molestarán en comprobarlo, y tampoco en enterarse de quién está detrás, y cuáles son sus motivos. Pasa todos los días.


La primera parte del libro describe "la fábrica de las noticias": los trabajadores, los suministradores, y las reglas de producción. Los primeros, cada vez más presionados y sobrecargados de trabajo, a duras penas consiguen preparar el número de páginas o minutos de programa estipulados, como para encima poder salir a la calle, buscarse fuentes (y no los portavoces de costumbre), comprobar la noticia o incluso salir a buscarla: es el resultado de estas últimas décadas de aplicación de políticas de gestión empresarial a la prensa, en la que se han aumentado los beneficios a costa de disminuir los costes, y, por tanto, la calidad. Ya casi no quedan corresponsales, departamentos de investigación, redactores con el tiempo y los recursos para hacer un buen reportaje: es mucho más cómodo volcar notas de prensa y comunicados, levemente disfrazados cambiando un poco la redacción para añadir el toque ideológico del medio en cuestión. Esto nos lleva al capítulo de los suministradores de noticias, las agencias de prensa, cuya influencia se ha multiplicado durante estos últimos años y cuyos fallos son repetidos y amplificados por todos los medios que las utilizan.

El capítulo sobre las reglas de producción, para mí el mejor del libro, enuncia una pequeña serie de reglas, divididas, como en cualquier negocio, en dos grandes bloques: las que tienen como objetivo recortar los costes, y las que pretenden aumentar los ingresos. Al primer bloque pertenecen principios como 'publicar historias baratas' o 'evitar la cerca electrificada', y al segundo, reglas como 'dar al público lo que pide' o 'apuntarse al pánico moral'; aunque no todas las historias que aparecen en un periódico o un telediario aplican todo el conjunto, sí podemos observar la utilización de buena parte de ellas en fenómenos como la noticia que consiste en sacar a la becaria a enseñar que nieva en Madrid o a esa famosa portada del ABC en que llamaban directamente asesino a un inocente.
Las ilustra con ejemplos de la prensa anglosajona, pero muy fáciles de entender, también porque muchas son noticias bien conocidas aquí, y otras porque en este triste sitio ocurre lo mismo.

Tras la primera parte, se comprende mucho mejor por qué nos llegan noticias sin contrastar, por qué es mucho más frecuente ver a la prensa metiéndose con el débil mientras alaba al fuerte y por qué todos los medios se dedican frecuentemente a hablar sobre la misma chorrada de interés nulo. Pero todavía no está todo explicado: la segunda parte, Persuasores Ocultos, trata de aquellos que generan "noticias" y, aprovechándose de la forma en que funciona "la fábrica de las noticias", las cuelan en la prensa seria, ganando verosimilitud e influyendo en la opinión pública. Los persuasores, una profesión en auge, son los gabinetes de prensa de empresas e instituciones públicas, las fundaciones o think tanks que publican informes pintorescos y cuya financiación no se suele explicar en la noticia, las organizaciones "espontáneas" que defienden ciertos intereses pero apelando siempre a otros principios más elevados (un ejemplo: las asociaciones de fumadores y sus apelaciones a la libertad), e incluso servicios secretos que distribuyen pura propaganda disfrazada de noticias. Son actividades que han existido siempre, pero, al haber abandonado la prensa casi todos sus mecanismos de defensa, lo tienen ahora más cómodo que nunca. Y cómo se nota.


La última parte del libro se dedica a narrar extensivamente varios ejemplos, extraídos de la prensa británica. Los más ilustrativos son el auge y decadencia del grupo de periodismo de investigación Insight que tenía el Sunday Times (adquirido por Rupert Murdoch; huelga decir nada más), y la forma en que el gobierno de Tony Blair manipuló al Observer para que su línea editorial se pusiera a favor de la guerra de Irak. Están bien como ejercicios prácticos de la "teoría" anteriormente expuesta, pero se hacen un poco largos, probablemente porque el autor se ha esforzado en respaldar bien cada afirmación que hace, ya que tiene que evitar caer en los mismos vicios que critica. Flat Earth News toma sus ejemplos solamente de la prensa "seria" o "de calidad", puesto que de la otra mejor ni hablamos.


Madrid, septiembre de 2009

La conclusión del libro es bastante pesimista. Tiene razón, no se divisa nada que nos pueda hacer esperar un cambio a mejor. La Gran Recesión económica y el impacto de Internet y su "todo gratis" han provocado una crisis de la Prensa que ha acelerado el proceso hacia la conversión en entretenimiento y la venta descarada de almas y reputaciones: valga como ejemplo El País y sus cambios de rumbo según se iban concediendo frecuencias de televisión y derechos de emisión de partidos de fútbol, hasta culminar con la venta de su canal de televisión (Cuatro) nada menos que a Berlusconi. Con un bien ponderado editorial en el que señalan los beneficios que suponen para el pluralismo que de cuatro pasemos a dos cadenas privadas de televisión a nivel nacional. Claro, la tierra es plana.

Libros como éste son de las pocas armas con que contamos para conocer lo que están haciendo con nosotros y, aunque parezca difícil cambiar las cosas, por lo menos no tragar esas ruedas de molino que nos sirven continuamente. Además, es entretenido, escrito de una forma muy didáctica, y no cae en peligrosas tentaciones como la que sería idealizar un pasado perfecto, aunque es evidente que se ha ido a peor.

Como algo hay que hacer mientras esperamos a que escampe, yo prefiero comenzar por la acción individual, la de la humilde hormiguita. Por un lado, mi colección de enlaces a blogs, buenos para descubrir puntos de vista al margen de la verdad establecida por los medios y enterarme de cosas que nunca aparecerán en la prensa del régimen, pero que, por razones de tiempo y recursos, nunca podrán sustituir a un buen periódico. Y por otro, ser lo más selectivo posible a la hora de buscar información de calidad, tratando de perder el menor tiempo posible consumiendo basura y siendo consciente de que la calidad se paga. Todavía estoy buscando un equivalente al Economist o al Atlantic Monthly en español; mientras llega, no me faltará qué leer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

parece interesante el libro que reseñas y estoy bastante de acuerdo con tu diagnóstico. Contra lo que creen esos culos gordos (de tanto estar sentados ante el portatil) creo que el mundo se hace más grande en cuanto te desenchufas y sales por ahí, o coges un libro, o al perro y te vas de paseo, o de putas (yo no pago, pero conocer de alguna forma conocen gente los puteros).

Además conocimiento e información son cosas relacionadas pero distintas. Conocimiento es tocar y follar, como cuando se dice en la Biblia “conoció varón”, es andar y observar, es leer sin prisas, es equivocarse y…hala ¡reconocerlo! O sea, discutir de verdad (cosa bien rara: oír al otro; es saber dónde están los sistemas de información relevantes, los libros que hay que leer, lo que hay qué conocer y, sobre todo, lo que da igual conocer o no.

Incluso puede, no sé, que en algunos aspectos yo vaya más lejos que tú, porque considero que eso que se llama “navegar” por Internet es, en promedio, una solemne pérdida de tiempo, un ejercicio de autismo y de onanismo sin correrse. Y leer la prensa también, aunque yo incurro en ello por hábito difcil de quitar. Los diarios están en manos de grupos capitalistas que quieren hacer dinero, lógicamente, pero lo más grave, sin embargo, es que los administradores públicos y los políticos equiparen 'Libertad' con la Red, contraponiéndola a la prensa convencional o impresa, así, de forma tan simplona, y hagan masa indistinta con usuarios y negociantes (webs), y el resto que lo oye dice amén, aunque sea para contradecirlos.

Y esta no es una sociedad del conocimiento, al contrario, cada vez usamos más cosas sin conocerlas a fondo. Es una sociedad del despilfarro, de consumo como dijo aquel, de los grandes desequilibrios (norte-sur, pobres-ricos) y del entontecimiento general (del espectáculo: Debord), pero ¿del conocimiento? ¿Quién? ¿Los becarios de investigación que andan por ahí viviendo con salarios precarios? Cada día sale una etiqueta más gilipollas que la anterior.

"Informarse cuesta" era el lema de Le Monde Diplomatique

Un saludo

lansky (perdón, no me registré y ahora perdería la larga parrafada ssu salgo para hacerlo)