Canal de Isabel II. Del 4 de junio al 31 de agosto de 2008.
Sigo disfrutando de Photoespaña, esta vez con las sabias explicaciones de la gran Rosa. Eligió una exposición muy diferente de la última: hay entre los dos casi tanta distancia como entre la pintura del siglo XVII y el arte conceptual, aunque la métrica queda todavía por definir con un mínimo de rigor.
Mientras que en el primer caso las fotografías tratan de captar la realidad (nunca perfectamente objetiva, pero si empezásemos con esa discusión no terminaríamos nunca), en el segundo tratan de provocar una respuesta en el espectador, por supuesto transmitiendo un mensaje, pero no necesariamente claro ni obvio: podemos esperar metáforas a varios niveles, manipulaciones sutiles mediante el uso de los recursos formales. La respuesta del espectador se convierte en un ejercicio de introspección: la pregunta ya no es ¿qué veo?, sino ¿qué sensaciones produce en mí la imagen?
Eso es lo que se encontrará quien se pase por el antiguo depósito de agua donde se celebra la exposición. Imágenes panorámicas de gran formato, tonalidades frías, calidad de reproducción exquisita, y motivos sorprendentes: un tipo, arrodillado en una tabla, coloca otra a continuación como si estuviera construyendo una pasarela para cruzar el pantano. En un monte de matorral de roble, varios espejos desperdigados reflejan la luz.
¿Qué quiere decir? Hay que descodificarlo: es un juego, repleto de metáforas, entre el artista y el espectador. Cada una de las imágenes está cuidadosamente preparada para transmitir un concepto, pero ¿cuál?. Ayuda la progresión, en forma de serie, de las fotografías: aparecen signos de actividad humana en un monte, hay intentos de parcelarlo, se delimitan espacios, pero de un modo efímero y frágil. Por ejemplo,
unas líneas blancas sobre el lecho de un río dibujan algo parecido a planos de casas. Todo parece muy vulnerable, lo cual contradice la sensación de permanencia conferida por los ángulos rectos, la seguridad técnica del plano.
O esta otra,
donde la sensación de vulnerabilidad transmitida por la posición imposible del hombre contrasta con la de confianza, al estar tranquilamente dormido. Una confianza que reposa sobre dos estacas de madera clavadas en el fango, otra metáfora como una casa (sic transit gloria mundi); respaldada por una técnica excelente, donde la luz, las formas, la composición acentúan el contraste conceptual buscado, pero de una forma discreta, sin tomar protagonismo.
Podría seguir durante horas perorando y contando mis impresiones, pero es mejor ir a verla. Representar conceptos abstractos mediante imágenes es algo que tiene mérito en sí mismo; dedicar una hora a contemplarlas y a reflexionar sobre ellas es un ejercicio de interpretación de lo más gratificante.
Ah, para terminar, una alabanza al fútbol. Toda la exposición para menos de diez personas, que haya Eurocopa todos los meses.
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